A 191 años de la creación de la comandancia política y militar de las Islas Malvinas, la República Argentina se encuentra ante una inédita oportunidad para reconfigurar su posicionamiento diplomático y volver a instalar con firmeza a dicha causa nacional no sólo como una problemática nacional, sino también como un anacronismo global al que se le debe poner fin respetando las resoluciones internacionales y apelando a la argumentación geográfica, histórica y política que asiste a nuestra Nación.

Gran Bretaña cada vez tiene menos argumentos a la hora de justificar su accionar en dicho enclave, pero también a la hora de explicar su relación con guaridas fiscales como Islas Caimán, Islas Vírgenes o Bermudas. La denominación de “territorios de ultramar” sigue siendo un eufemismo para encubrir a un colonialismo retardatario, que guarda dentro de su propia administración prácticas ilegales al tiempo que su metrópoli se vanagloria de una falsa transparencia, honor y civilización mientras exige estándares de cumplimiento a los países sometidos por su propia política imperial.

Es momento de que la Argentina sea nuevamente punta de lanza y aproveche la reconfiguración del tablero geopolítico europeo. Nuestra Nación debe ser protagonista no sólo del debate en torno a los acuerdos comerciales del Mercosur con la Unión Europea sino también de las discusiones que hoy se dan en torno a la problemática colonial, en donde conflictos como el de Gibraltar tendrán seguramente un particular protagonismo y ante el cual Argentina puede hacer causa común con España para aumentar la presión diplomática en beneficio propio.

Proponer sanciones económicas a Gran Bretaña teniendo en cuenta la fuerte dependencia que tienen con ella las colonias, aumentar las restricciones de los países de América sobre el comercio inglés en nuestras aguas y acrecentar el apoyo en la Asamblea General de las Naciones Unidas, debe ser un objetivo central para lograr retomar las negociaciones desde una posición de fortaleza en el concierto de la política internacional.

Para todo esto es necesaria no sólo la decisión político-diplomática, sino una fuerte inversión estatal para incrementar la presencia, control, exploración y explotación en nuestro mar. El Estado argentino se debe una fuerte autocrítica y la consiguiente reconfiguración de su política en esta materia. La reconstrucción de una Marina Mercante fuerte y pujante, y la complementación de ésta con proyectos estratégicos como el de Pampa Azul son tareas fundamentales a la hora de conocer, defender y explotar nuestros recursos de manera sustentable.

En definitiva, es momento de dar por tierra con declaraciones regresivas como la acordada en 2016 por Susana Malcorra junto al vicecanciller británico Alan Duncan, y volver a retomar la cuestión de fondo, enfrentando todos aquellos intereses particulares que no sean los nacionales.

Hace casi dos siglos que nuestro país navega aguas turbulentas en búsqueda de recuperar lo que injustamente le fue arrebatado. Sin dudas, luego de la última “tormenta” neoliberal, y tras esta pandemia que agita aún más nuestro barco, necesitaremos de creatividad y decisión política para sortear las olas del nuevo mundo que se viene. Tal vez si dirigimos las velas al sur, más temprano que tarde avistemos tierra nuevamente.

* Trabajador del Museo Malvinas y miembro de la Fundación Germán Abdala. Autor de "Sur, Brexit y después", documento que integra los Apuntes de la FGA.