Sin la barba tupida de los últimos tiempos, peinado con raya al costado, ubicado como extremo derecho y en faceta de generador de juego. Volvió Lionel Messi. El rosarino retornó a la acción oficial tras 97 días de inactividad pandémica y se anotó un gol y dos asistencias en el triunfo 4-0 de Barcelona en su visita a Mallorca.

Sin público en las tribunas, con la insólita interrupción de un intruso en el segundo tiempo a pesar del amplio operativo de seguridad y ante un rival muy menor (en materia presupuestaria sobre todo), de esos que sirven para rellenar la cifra de 20 equipos que componen La Liga de España, propiedad casi exclusiva de dos clubes. Volvió Barcelona. El equipo conducido por Quique Setién no sufrió para llevarse los tres puntos en el reinicio del torneo y asegurarse terminar la fecha como líder, ya que aumentó a cinco unidades la distancia sobre su escolta Real Madrid, que juega este domingo desde las 14.30 (por DirecTV) ante Eibar-.

No hubo equivalencias entre Barcelona y Mallorca, un conjunto muy voluntarioso en ataque y demasiado desorganizado en defensa. Y como para que no haya tampoco ningún tipo de suspenso, el primer gol de la jornada llegó al minuto de juego, tras una recuperación del holandés Frankie de Jong, un centro de Jordi Alba desde la izquierda y una sorpresiva entrada de Arturo Vidal al área local para marcar de cabeza.

Mientras el chileno se elevaba para anotar el 1-0, sobre el wing derecho y sin marca, Messi levantaba la mano, avisándole a Jordi Alba de su soledad. Tal estampa poco habitual e ilógica se repitió a lo largo de todo el encuentro ya que el rosarino tuvo una sorprendente libertad para maniobrar cuando le llegaba la pelota.

Esa libertad de movimiento se la brindó a su vez el planteo de Setién. La autodeterminación táctica de Messi llegó hasta el punto de observar al rosarino ubicado por momentos como central derecho cuando, cansado de que no le llegue la pelota, se retrasaba hasta el nivel de Gerard Piqué para tomar contacto con ella.


A la hora de defender, Messi también gozó de cierta libertad, quedando como jugador más adelantado de los suyos, consecuencia de la esforzada labor de Martin Braithwaite
, el de mayores responsabilidades defensivas en el trío de ataque culé (el tercer componente fue el francés Antoine Griezmann). El danés tuvo su premio a los 36, cuando una seguidilla de despejes fallidos y malos cálculos de la defensa local terminó con Messi frenteando una pelota dentro del área y habilitando a Braithwaite, quien la empalmó con violencia para el 2-0.

El otro gran cómplice de Messi en el partido fue Sergi Roberto, ubicado como lateral derecho e incansable a la hora de pasar al ataque y brindarle la oportunidad de meter un pase entre líneas al rosarino, una materia en la que dio cátedra durante todo el encuentro. Como a los 79, cuando ubicado por la izquierda del ataque, Messi habilitó con un pase volado al otro lateral, Jordi Alba, para que quede mano a mano con el arquero: 3-0.

Ya en tiempo de descuento, el argentino se dio el gusto de activar su modo goleador. Recibió del ingresado Luis Suárez, encaró de izquierda hacia derecha dentro del área desparramando un par de rivales y remató de derecha para -con ayuda de un roce- poner el 4-0.


En cuanto a lo estrictamente estadístico, Messi completó los 96 minutos de partido, remató tres veces al arco (un gol y dos tiros desviados), perdió dos pelotas, recibió tres infracciones y tuvo un acierto del 82 por ciento en los pases (59 correctos sobre un total de 72), una cifra similar a la que mantuvo durante toda la temporada antes del parate.

La próxima cita de Barcelona será el martes, desde las 17, ante Leganés en el Camp Nou. Por Mallorca, que se mantiene en puestos de descenso y visitará a Villarreal también el martes, vale destacar el aporte del japonés Takefusa Kubo, cuyo pase pertenece a Real Madrid y fue un problema para la banda izquierda de la defensa culé en las contadas ocasiones en que su equipo pudo pasar mitad de cancha.