Un día tocan en la estación de tren de Vicente López, luego en Berisso y después invitados por La Bomba de Tiempo en Konex. La gente advierte algo que le suena, como si su música remitiera a la memoria emotiva que el rockero promedio de Argentina atesora. Salvo un puñado de amigos, la mayoría ignora que no es un grupo de acá sino del más allá, de la otra orilla atlántica: Microguagua, sexteto que celebra sus diez años con una docena de shows por el área metropolitana de Buenos Aires y alrededores, se formó en el centro de Barcelona con músicos de distintos lares. El rote se llama Music Is My Occupation Tour por un motivo esencial: a pesar de tocar muchas veces a la gorra, Microguagua no es un hobbie sino la razón de sus vidas.

Se definen como “street power reggae”, formato que desplegaron con influencia de las procedencias personales, articuladas en una de las escenas callejeras más efervescentes del planeta, la de la “Ciudad Vieja” de Barcelona. Entre sus inspiraciones se entreveran Bob Marley, Mano Negra, The Clash y Los Fabulosos Cadillacs. Por Microguagua pasaron catalanes, brasileros y chilenos, aunque la columna hoy se vertebra con cuatro argentinos, un paraguayo y un cantante milanés, Francesco Casatta, que redescubrió sus raíces en esta insospechada excursión por el Río de la Plata: “Siento que italianos y argentinos somos muy parecidos en la forma de hablar, de mover las manos y hasta de comer”, apunta el Tano, como le dicen allá y, naturalmente, acá. “Yo soy del norte, donde todo es más ordenado, pero a Buenos Aires la veo parecido al sur, donde hay mucho descontrol… ¡y eso me gusta!”

Todo comenzó cuando Casatta empapeló el centro de Catalunya con carteles: “Músico italiano con canciones propias busca colegas para armar un grupo”. El primero que llamó, el guitarrista argentino Mariano de Ritis, arrimó a otro coterráneo, el bajista Luis Coti Raffatela. Microguagua nació con ese trío fundacional que primero tocó en calles, luego en salas y más tarde en teatros. Un espíritu urbano con aspiraciones profesionales y premisa rectora: “Cuando empezamos a llevar gente se acercaron agencias y mánagers, pero decidimos quedarnos en la nuestra –subraya Casatta–. Y descubrimos que fue la mejor decisión, porque si bien hay que ocuparse de cuestiones administrativas, entendimos que era la única forma de que el producto nos perteneciera”.

Hoy el conjunto cierra filas con el trombonista paraguayo Oscar Frutos y otros dos argentinos, el baterista Darío Alonia y el saxofonista Adriano Torregiani. “Esta mezcla de culturas es bien representativa de Barcelona, una ciudad cosmopolita”, sostiene el Tano. “Un lugar con mucha inmigración, sobre todo en el centro, donde la gente viene de otros países y se queda.”

El grupo acumula cuatro discos grabados y muchos sueños pendientes. Recorrer el mundo es uno, algo que experimentan en giras por toda Europa y que, después de la escala argentina, continuarán por Japón. Música plurinacional pero sin banderas, como debiera ser el arte siempre y no sólo en saludables excepciones como la imperdible Microguagua.

* Jueves 23/3 en El Emergente, Acuña de Figueroa 1030. A las 21.