Al pensar en una universidad, lo primero que se nos viene a la cabeza son aulas y pasillos llenos de personas adultas de las edades más variadas. Pero en esos grupos, aunque parezcan fuera de lugar, también suele haber bebés, niñas y niños. Muchxs estudiantes se ven en la posición de tener que llevar a sus hijxs consigo a la cursada porque no tienen quién les cuide. Pero, en otros casos, se trata de alumnitxs de los jardines universitarios. Cambian totalmente el paisaje. “Los chicos andan dando vueltas por todo el campus. A la mañana y a la tarde, ves todas las mochilitas caminando rumbo a la escuelita”, cuenta desde su cuarentena Verónica Kaufmann, la asesora pedagógica de la escuela infantil de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS).

Al menos 20 universidades nacionales cuentan con instituciones de nivel inicial para hijxs de sus estudiantes, trabajadores y trabajadoras. Son jardines maternales para niñxs de 0 hasta 3 años; jardines de infantes para 3 a 5 años, y escuelas infantiles que abarcan todo este espectro de edades. Espacios fundamentalmente educativos, pero también de contención y acompañamiento para la crianza, que se vuelven un impulso y un sostén necesario mientras se cursa una carrera o se dedican grandes porciones del día a la docencia o los diferentes puestos laborales que conviven dentro de las universidades, y que al estar físicamente cerca en la mayoría de los casos, incluso, permiten continuar la lactancia.

Con diferentes criterios para las vacantes, turnos y convenios -algunos con las propias universidades, con los municipios o con la Dirección General de Escuelas, según su distrito-, los jardines universitarios tienen mucha historia. Tal es así que hay casos de niñxs que asistieron hace años a alguno de ellos y hoy son estudiantes o trabajadores de la misma universidad que sus padres o madres, y algunos hasta llevan a sus propixs hijxs a esos espacios. Parte de estos jardines ya se acercan al medio siglo, como el “Caritas Dulces” de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO), que en septiembre celebró sus 45 años, y al cual tiempo después se le sumó “Semillitas”.

“Es importantísimo el jardín para la comunidad universitaria, porque nosotros pensamos al jardín maternal no sólo como un lugar necesario para que los papás y las mamás puedan dejar a sus hijos mientras se van a trabajar o a estudiar, sino como un lugar de acompañamiento de la crianza”, describe María Emilia López, directora y cofundadora del jardín maternal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que fue creado en 1997 como iniciativa del Centro de Estudiantes y la Secretaría de Extensión.

Llegar al título acompañadxs

“El objetivo del jardín es contribuir a que la mamá o el papá terminen la carrera. Pueden usar el jardín para sus horas de clase o para quedarse en su casa estudiando”, resume Karina Suárez, directora del jardín maternal “Deodoro” de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que rinde tributo en su nombre al reformista universitario Deodoro Roca y abrió sus puertas hace poco más de un año. Aun así, aclara que no se trata de un lugar donde se puede dejar a lxs chicxs sólo en momentos de necesidad, sino que hay que cumplir una rutina. “Nos costó mucho que se entienda que esto no es una guardería, subraya.

Kaufmann, de la UNGS, suma a esto que “en el caso de los estudiantes es una estrategia que favorece la retención en el ámbito de la universidad: en la medida en que un estudiante tiene la posibilidad de dejar sus chicos al cuidado de alguien mientras cursa, hay algo que se está resolviendo o facilitando para sostener la carrera universitaria”. Por su parte, “en el caso de una trabajadora, trabajador, investigador, docente o personal técnico, se genera un sentido de pertenencia en la universidad, una mayor posibilidad de concentrarse en el trabajo”, agrega.

Por esto, la casa de estudios ubicada en Los Polvorines, provincia de Buenos Aires, no sólo cuenta desde 2009 con la escuela infantil sino que, desde un año antes, tiene una sala de juegos multiedad, que es “una alternativa que tienen las familias para mandar a los chicos durante una determinada cantidad de horas semanales”, y funciona de 8 a 22. Este servicio puede complementar la asistencia anual a la escuela infantil, o también pueden llevar a lxs niñxs únicamente a la sala de juegos, con una inscripción cuatrimestral, para acomodarse a las necesidades y dinámicas de la cursada. La escuela infantil de la UNGS, al igual de lo que sucede con el maternal de la UNC, no sólo recibe a niñxs de las personas que asisten a la universidad, sino que también está dirigida a hijxs de alumnxs de sus escuelas secundarias. “Venir a la escuela y dejar a su bebé y pasarla a buscar cuando se va es un modo de garantizar que pueda continuar con su escolaridad”, remarca Kaufmann, al recordar el caso de una de las alumnas de la escuela.

Evitar la deserción estudiantil es un punto clave de la relación de los jardines universitarios con la comunidad. “Nosotros pensamos estos jardines, primero, como un espacio para los niños; y segundo, como un espacio en el que podemos contener adecuadamente a los hijos de nuestros estudiantes y nuestros trabajadores de la mejor manera para garantizar que ellos puedan cumplir con sus tareas”, remarca Gustavo Montoya, secretario de Bienestar de la UNCUYO, que está a cargo del funcionamiento de los dos maternales.

Por eso, ver cómo las mamás y los papás de lxs niñxs logran avanzar en sus carreras y lograr sus objetivos siempre es motivo de grandes alegrías. “Por ahí nosotros estamos con los niños en brazos, jugando, y nos llega una foto de la mamá que se acaba de recibir, llena de harina y huevo. Nos dicen ‘gracias a este jardín yo pude terminar de estudiar’. Es emocionante ser parte de ese proceso de tanto sacrificio que es un estudio universitario con un bebé”, relata Suárez, de la UNC.

Tareas feminizadas

¿Hay un factor de género entre quienes necesitan llevar a sus hijxs al jardín universitario? Tanto Kaufmann como Suárez aseguran que entre lxs estudiantes que llevan a sus hijxs a las instituciones que tienen a cargo, la mayoría son mujeres. “Si no es la mamá, es una abuela, pero siempre es una mujer. La mujer es la que se hace responsable de todo, y con esto de la cuarentena se nota más”, comenta la directora del jardín de la UNC.

Por su parte, la asesora pedagógica de la UNGS sostiene que ve más estudiantes mujeres, sobre todo, en el turno vespertino del jardín. Un indicador de esto es lo que sucede durante el período de inicio: “Ahí se ve una gran cantidad de papás que están acompañando a los chicos porque sus mamás están estudiando”.

Las tareas de cuidado “siempre recaen más sobre las mujeres”, por lo que “la posibilidad de que cuenten con un espacio para que alguien cuide a sus chicos mientras estudian favorece mucho la posibilidad de seguir estudiando”, analiza Kaufmann.

López, en cambio, ve que entre las familias del jardín que dirige la distribución de género es “bastante pareja”, pero sí nota que en los últimos años las mamás y papás suelen ser “muy jóvenes”.

Organización, intercambio e investigación

Al estar enmarcados dentro de las universidades nacionales, estos jardines no sólo cumplen con la función de educar y cuidar niñxs, sino que son mucho más: por ejemplo, el jardín de UBA Derecho incorpora “las tres tareas básicas de las universidades”, que son “investigación, docencia y asistencia”, tal como lo describe su directora. “Hacemos asistencia, al recibir y trabajar con los niños, y contener a las familias, pero también hacemos docencia e investigación”, añade. López coordina un programa de formación docente continua, en forma de seminario anual en el que se realizan investigaciones vinculadas a las problemáticas del sector. “A veces los jardines estamos vistos como instituciones menores dentro del ámbito académico, pero en nuestro caso estamos todo el tiempo investigando, pensando, escribiendo”, destaca.

También hay una comunicación permanente entre los diversos jardines universitarios a nivel nacional, ya que desde 2008 se reúnen en jornadas que primero se realizaban todos los años y más tarde cada dos, por el costo de los viajes y la organización en las distintas universidades anfitrionas. “Cada institución educativa de las diferentes universidades presentaba trabajos de investigación, propuestas pedagógicas, proyectos”, cuenta Mónica Dugo, docente en proceso de jubilación que fue directora durante 12 años de “Agronomitos”, el jardín de la Facultad de Agronomía de la UBA, que funciona desde 1988. En paralelo, de forma anual se realiza el Foro de Directores de Jardines de las Universidades Nacionales, que este 2020 iba a ser en Luján. “Estar comunicados y poder interrelacionarnos fue un antes y un después porque dejás de estar solo”, resalta la docente.