La memoria atesora frases leídas como si fueran estribillos. “Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte”. Daniel Sempere, el protagonista de La sombra del viento que visita por primera vez el Cementerio de los Libros Olvidados, en una imaginaria Barcelona de la segunda posguerra, escucha las palabras de su padre. “Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu”. El escritor español Carlos Ruiz Zafón, bautizado por el diario Corriere della Sera como “el Dickens de Barcelona”, murió a los 55 años en Los Ángeles, la ciudad donde vivía desde 1994, después de luchar durante más de dos años contra un cáncer de colon.

El hombre que amaba a los libros, tocaba el piano y coleccionaba dragones supo desde niño que quería ser escritor. Ruiz Zafón –que nació en Barcelona en 1964- estudió la carrera de periodismo y trabajó en varias agencias de publicidad como Dayax, Ogilvy o Tandem/DDB. Su primera novela juvenil, El príncipe de la niebla (1993), obtuvo el premio Edebé. El dinero del premio le permitió cambiar el rumbo de su vida para cumplir otro sueño. Viajó a Los Ángeles y comenzó a escribir guiones para Hollywood, al mismo tiempo que seguía publicando narrativa juvenil, como El palacio de la medianoche (1994) y Las luces de septiembre (1995), títulos que conformarían La trilogía de la niebla. El espaldarazo mundial llegó con La sombra del viento, su primera novela para adultos. Daniel Sempere consigue un ejemplar de La sombra del Viento, la última novela de Julián Carax, un autor maldito de obra maldita. Daniel busca esclarecer el misterio que rodea a Carax y a su obra, destruida por un extraño pirómano. Zafón presentó la novela al Premio Fernando Lara. No lo ganó. A veces hay que perder un premio para ganar algo mayor: el reconocimiento masivo. Terenci Moix (1942-2003), uno de los miembros del jurado, entusiasmado por la Barcelona que aparecía en las páginas de la novela, pidió que se publicara.

La sombra del viento salió en 2001. Desde entonces, vendió más de 15 millones de ejemplares y fue traducida a más de 30 lenguas. Zafón inició la saga del Cementerio de los libros olvidados, ambientada en una Barcelona gótica, real e imaginaria, que completó con El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El laberinto de los espíritus (2016). Su mayor logro como escritor fue hacer creer que su ciudad imaginaria era real. ¿O acaso el Cementerio de los Libros Olvidados no fue para muchos la desaparecida y laberíntica librería Cervantes-Canuda, con un sótano que albergaba más de 200.000 volúmenes de todas las épocas? Su publicación en inglés, en 2004, contó con una “bendición” fundamental: la de Stephen King, escritor venerado por Zafón desde niño. En un artículo para la revista Entertainment Weekly, el escritor estadounidense planteó que “si alguien pensaba que la novela gótica había muerto en el silgo XIX”, el libro de Zafón le haría “cambiar de opinión”. King defendía que cada escena parecía salida “de uno de los primeros filmes de Orson Welles”. “Hay que ser un romántico de verdad para llegar a apreciar todo su valor, pero si uno lo es, su lectura es deslumbrante”, subrayaba el autor de Carrie. Aunque tengan el corazón roto, los lectores de Zafón seguirán siendo una gran cofradía de alquimistas conspirando a espaldas del mundo.