Bucearemos entre dos posiciones en varios aspectos confrontadas, que llevan a distintas maneras de entender la vida, el pensar y el hacer en lo social y cultural. Una, incentiva una ética de tinte más humanitario y plural, aceptando y respetando la singularidad de cada quién. La otra posición es de tono más corporativo e individualista. Estas distintas posiciones sufren un cambio histórico notable conmocionando aún más el malestar en la cultura en general y aumentando la brecha de desigualdades en lo social, conmoviendo la trama ética en la que nos encontramos. Y también abriendo perspectivas posibles en esta época pandémica para pensar el mundo de otra manera, evitando ser aplastados por el aturdimiento y la incertidumbre de esta época, que, más que estimular, ametralla con un sinnúmero de propuestas que sedan las conciencias y los vínculos.

Hay, por un lado, una apuesta al rescate de la singularidad, a lo nuevo que puede surgir en un ser hablante, varón o mujer, a partir de aquello que lo marca desde su entorno, y así va construyendo su inconsciente, ética y estéticamente. Esto promueve un estímulo a la narrativa imbuida de metáfora, y a poder hacer con las diferencias en un sentido más plural. Es decir, aceptar la alteridad, que el otro es “otro”, lo cual implica que es distinto de mí en modos de vivir, de pensar, de creer. Esa diferencia da la posibilidad de dialogar, intercambiar y hacerse presente a la vida con respeto y con el poder decir.

El progreso técnico masificante, motor del discurso capitalista, propone un sujeto cuantificable, predecible y, en este sentido, hostil a un lazo social más humanizado y amable. Esto acrecienta una insensibilidad por el semejante que no sea de la propia corporación, lo cual promueve un sentido de elitismo en la sociedad. Esta veta posmoderna incentiva para la mayoría, el consumismo adaptativo de bienes descartables, a cambio de una asfixia en la libertad subjetiva; asfixia que invade los canales educativos y culturales. El punto de vacío inaugural e imprescindible de todo ser humano para su acceso al lenguaje, al deseo y a su futura independencia, va siendo eclipsado en este caso por la mercantilización de la vida.

Hoy, como lo anticipó Lacan, y también vaticinó Freud más que el incentivo a soñar, comanda el incentivo a dormir, lo cual nos propone un fuerte desafío a los psicoanalistas. Hoy se tiende a obturar la causa deseante con el consumismo, promoviendo un declive de la autoridad paterna, lo cual va en consonancia con el crecimiento del autoritarismo y sus arbitrariedades. Respecto a la deshumanización, ha devenido como cruel síntoma social, la identificación de muchos seres humanos con el desecho, con lo que se descarta.

Freud apostaba fuertemente a la vida. Propone una manera de apostar a la existencia en la medida en que pulsiones de vida y muerte funcionen en una entremezcla coordinada en el juego significante. Esto supone un trabajo en la inventiva, la imaginación y los vínculos. Tal vez en ello esté la posibilidad de la sustentabilidad de la vida en nuestro planeta y en una interacción social que respete al otro como semejante, más allá de las directivas de poderes no inclusivos y no comunitarios.

 

*Psicoanalista.