Desde Roma

La Italia deportiva habla del "Mirácolo Diego". La mayoría de los diarios locales caracterizaron de esa forma la manera en que Argentina eliminó a Brasil del Mundial. Pero, la versión periodística no siempre es la más fidedigna.

"Los diarios italianos dicen muchas cosas y algunas son barbaridades, pero, bueno, les agradezco eso aunque me gustaría que resaltaran a todos los que jugamos, todos los que pusieron lo que hay que poner para ganar estos partidos", se confesaba ayer un Maradona barbado, con aro de oro en la oreja izquierda, varios anillos y una pulsera con la chapa estampada con el nombre "Dalma". Una camiseta de la selección italiana, la número 5, y calzando ojotas. En el tobillo izquierdo un impresionante vendaje sujetaba una bolsa de agua caliente. Y adentro del pecho, ganas de hablar del milagro.

"Anoche, cuando volvíamos a Trigoria decíamos con los muchachos que otra vez Dios había venido con nosotros a Turín, se puso la camiseta argentina y anduvo un ratito por ahí...", insistía. Resolvió la cuestión específica con una frase hecha: "Brasil es un gran equipo de fútbol que tiene a dos grandes jugadores como Müller y Careca y que ayer no pudieron hacer goles. Nosotros tenemos a otro excelente jugador como Paul Caniggia y por eso ganamos. Si antes del Mundial me preguntaban a qué equipo no quería enfrentar, les decía Brasil. Ahora ya le ganamos a Brasil. No sé que puede pasar de ahora en más".

La Selección regresó de Turín en la medianoche del domingo. En Trigoria estaban Claudia Villafañe y sus dos hijas. Saludaron al padre y volvieron a la casa de Scipione Capece 3, en Napóles. El padre no pudo dormir "un poco por la tensión y otro poco por el dolor, casi no podía caminar esta mañana". Cuando se despertó viajó hasta Marino, donde se concentra Italia. "Fui a saludar a Ciro Ferrara, mi compañero del Napoli que perdió el puesto en el banco por Vierchowod y le pedí su camiseta para darle suerte. Es el día más feliz de mi vida", dijo, aunque también se hizo masajear el tobillo izquierdo por el masajista del Napoli que cumple las mismas funciones en la selección de Vicini. De ahí, hasta la tarde, en que aceptó hablar con la prensa. Los italianos primero, los demás, más tarde.

—¿Este resultado soluciona todos los problemas?

—No, para nada... hay que recuperar a un montón de lesionados. Yo, Ruggeri, Burruchaga... aunque estoy contento porque le dimos una alegría a la gente que salió a festejar un triunfo deportivo. Las otras cosas no se solucionan con un partido de fútbol.

—Vos hablaste del milagro, antes de Brasil. Realmente, ¿creías que se podía dar ese milagro?

—No. Yo sabía que Brasil no podía aguantar el ritmo yendo siempre para adelante y que en algún momento íbamos a tener nuestra oportunidad. Por eso jugamos así, como agazapados, porque no estábamos en las mejores condiciones físicas como para ir a enfrentarlos mano a mano.

—¿Cómo hiciste para jugar con ese tobillo así?

—Con dolor, por supuesto, pero no podía faltar. Después del minuto 85, cuando me di cuenta de que ganábamos ya no sentí más nada.

El doctor Madero le aplicó cuatro infiltraciones en el tobillo izquierdo antes de salir a la cancha. Apenas se podía mantener en pie y llegó a hacer la jugada del gol con el resto de aire que le quedaba en los pulmones. Era ahí o nunca. Esa jugada tiró abajo todo lo que pensaba Lazaroni para Brasil, destruyó la edificación de una mentira que apuntaba al "modernismo" del "nuevo fútbol" verdeamarillo y produjo una revolución en el plantel brasileño. Mauro Galvao, el líbero, dijo que "la culpa de la derrota es de Alemao que no le pegó cuando agarró la pelota".

—Lo leí en los diarios. La FIFA tendría que suspender a Galvao de por vida porque está incitando a la violencia. Además, que aprenda a jugar de líbero y después hable porque el gol es un error de ellos. Yo a Alemao le gano la posición y cuando llego tengo a Galvao y los dos Ricardo en la misma línea. Caniggia pasó entre dos de ellos y la vi tan fácil que no lo podía creer. Galvao trata de esconder su error, mejor que no hable.

—Otra vez te silbaron en el Norte. ¿Qué pasará en Florencia?

—No sé, con Baggio no discutí nunca... la reacción de la gente fue normal. Lo de siempre, es una actitud de ignorantes. Silbar un himno nacional es una actitud de ignorantes.

—Si Argentina llega a semifinales se encuentra casi seguro con Italia en Napóles. ¿Cómo pensás que va actuar el público en el San Paolo?

—Tienen que hinchar por los italianos. Yo, a los argentinos, no les perdonaría que hincharan por un jugador extranjero cuando juega contra la Selección.

Ningún jugador argentino, ni Carlos Bilardo, hizo un análisis profundo del partido con Brasil. Todavía, ayer, estaban festejando el pasaje impensado a los cuartos de final. Una actitud inteligente, porque todos admiten la superioridad de los morenos y que se ganó de la única manera que se podía. Aguantando y esperando un regalo del cielo. Sergio Batista en los camarines de Turín escuchó una pregunta sobre la importancia táctica teniendo a un hombre como Maradona. "Por suerte juega para nosotros" respondió. "Sólo alguien como Maradona podía jugar con el tobillo en esas condiciones", afirmaba ayer Bilardo.

Cuando la noche caía en Trigoria, un periodista español cerró la multitudinaria entrevista con Maradona.

—Algunos lo ponen a la altura de Carlitos Gardel. ¿Es usted el Gardel del fútbol?

—No... es demasiado alto para mí. Yo mido apenas 1,65...

* Texto publicado por Página/12 durante el Mundial de Italia 90.