Balsas hechas con gomones. El montículo de mercadería cargado al hombro. Cruces por zonas secas o entre ríos. Con vehículos a un lado y otro de la frontera. Las imágenes de la frontera en la pandemia no son muy diferentes a las ya conocidas por quienes alguna vez las recorrieron.

Parece inevitable el uso de los pasos ilegales en la frontera entre Bolivia y Argentina en Salta. La necesidad de aprovisionarse de los habitantes de uno y otro lado, la posibilidad de algunos comerciantes de satisfacer esa demanda, y la miseria de otros que buscan sobrevivir la cuarentena, generan un circuito casi imposible de interrumpir. La falta de acceso a la salud, poco preparada en ambos lados de la frontera, parece transformarse en la base discursiva de ciudadanos y funcionarios que apunta al "salvarse solos".

Según los datos del Ministerio de Salud de Salta, para la zona de frontera hay 29 respiradores: 3 en el Hospital San Roque de Embarcación, 10 en el Hospital Juan Domingo Perón de Tartagal (ambas ciudades del departamento San Martín), y 16 en la ciudad de Orán (cabecera del departamento homónimo). Desde el gobierno de facto de Jeanine Añez, según lo reconocieron funcionarios de los municipios de Bermejo y Yacuiba, fue insuficiente la ayuda en la zona de frontera. Aunque los funcionarios de Salud en Salta aseguraron que hay trabajos conjuntos, en estas dos ciudades bolivianas afirmaron que no se hizo reunión alguna para afrontar líneas mancomunadas de acción sanitaria.

El valor de la plata incide para aventurarse a cruzar la frontera. Un peso argentino vale 10 centavos bolivianos. Para quien tiene pesos bolivianos, un kilogramo de arroz cuesta en Argentina $58, mientras que en Bolivia el equivalente es casi de $84. La leche de este lado está a $59, y del otro a $70.

No hay demasiados comestibles industrializados que lleguen a Bolivia. Y esa situación parece agravarse con el cierre de los caminos dentro del mismo país.

Cierre del paso 

El paso internacional de Salvador Mazza (Argentina) y San José de Pocitos-Yacuiba (Bolivia) fue cerrado para los repatriados, pero no para el transporte internacional. El gobierno salteño insistió con la clausura del único paso habilitado entre ambos países durante la cuarentena. Pidió más Ejército, más Gendarmería, y desplegó en la frontera a la Policía montada con el acompañamiento de perros. Los funcionarios del Ejército fueron cautos al indicar que su presencia en la zona es por entrenamientos que se realizan desde hace dos años en ese territorio. “No son actividades de seguridad Interior”, dijo el titular del Ejército en Tartagal, Alberto Trejo.

El intercambio en esta zona con una frontera seca de entre 22 y 25 kilómetros permite que se pasen comestibles, elementos de limpieza, hojas de coca y cigarrillos por los pasos no habilitados.

En Santa Victoria Este, sin suficiente personal en las fronteras, es posible pasar el límite por las aguas bajas del río Pilcomayo o por la zona seca de La Puntana. Otra vez el intercambio comercial es el gran catapultador de pasos de un lado al otro. El temor a la Covid-19 impulsó controles autogestionados por las propias comunidades originarias en los caminos de ingreso.

Sin combustible para generar energía

Hay mercaderías que necesitan en la frontera de Bolivia y no les llegan”, explicó a Salta/12 el diputado provincial por Santa Victoria, y oriundo de Los Toldos, Francisco Acosta. Al momento de hacer esta nota contó que en Los Toldos se racionaba la energía. Había luz desde las 6 hasta las 24. Por el cierre de la frontera la empresa prestadora del servicio, EDESA, no podía pasar los camiones con el combustible que abastecen a la planta de energía del pueblo. A Los Toldos se llega por una ruta boliviana. Esta es la razón por la que también los habitantes toldeños se proveían de las garrafas de gas en Bolivia.

“El paso es de extranjeros y argentinos”, dijo el legislador al sostener que el intercambio es de ambos lados de la frontera. “Quienes hacen el contrabando desde acá son comerciantes que tienen un buen pasar económico (…), algunas personas ante su necesidad realizan una travesía. Es contrabando hormiga con la mercadería al hombro para pasarla al otro lado de Bolivia”, contó. En la frontera de Los Toldos apenas si llegan a ser 25 los uniformados cuando, detalló, existen unos 6 pasos “camineros” (para vehículos), y otros 20 pasos peatonales.

Un paraíso inaccesible pero necesario

El acceso a Santa Victoria Oeste es desde La Quiaca (en Jujuy). Se continúa por un camino de cornisa que alcanza más de tres mil metros sobre el nivel del mar, y se llega a una zona de montañas con ríos que cruzan la ciudad cabecera. El recorrido es posible solamente en vehículos 4x4. El camino es tan angosto en ciertos lugares que no logran pasar dos autos al mismo tiempo, por lo que los viajes deben ser informados antes de partir. 

Las dificultades, sin embargo, no frenan el paso de la mercadería que va desde La Quiaca hasta Mecoyita (ciudad cercana a Santa Victoria Este), donde es descargada desde un vehículo y llevada al hombro unos 100 metros hasta Mecoya (en Bolivia). En la parte boliviana, se la carga a otro vehículo para seguir su derrotero.

A camino cerrado, contrabando abierto

Antes de la pandemia, las chalanas cruzaban a los visitantes de la frontera entre Bermejo (en Bolivia) y Aguas Blancas (en Orán). Con la cuarentena este forma de pasar se cerró. “Muchas personas bagayeras (trabajadores de frontera que transportan los bultos), quedaron en cuarentena”, contó a Salta/12 la directora de Salud y Deportes de Bermejo, Sonia Banegas.

María Elena Reynoso, trabajadora de frontera de Orán, sostuvo que cerca de 2500 trabajadores viven de la actividad en la parte argentina. Pero ahora no están pasando los bagayos, lo que empezó a complicarlos económicamente. Sí lo empezaron a hacer los trabajadores de Bolivia. Reynoso afirmó que nunca antes se había “contrabandeado” comestibles desde Aguas Blancas a Bermejo. Allí los camiones pasaban por la Aduana. Al cerrarse el paso habilitado, se abrió el contrabando.

“Mucha gente no tiene como soportar la cuarentena y se arriesga”, agregó Banegas. Cuando alguien es detectado contrabandeando, además de quedar en aislamiento por 14 días “quedan 8 horas más arrestados".