BlackRock no es simplemente una compañía privada. Es prácticamente una empresa estatal en los Estados Unidos. Está alineada con el Tesoro de los Estados Unidos y con la Reserva Federal. Maneja 7 billones de dólares en activos. Es una parte importante del sistema norteamericano”. Estas palabras del economista  Jeffrey Sachs las pronunció la semana pasada y pueden ser estratégicas para la Argentina.

La negociación de la reestructuración de la deuda lleva apenas medio año. La idea original era tener el canje cerrado en el segundo trimestre. Las expectativas económicas de los bonistas extranjeros como del equipo económico se alinearon para que eso ocurra. El valor de recupero del 53 por ciento propuesto hace unos pocos días no difiere prácticamente de lo que pretende cobrar en promedio el conjunto de los grupos de acreedores.

El problema es que este acuerdo monetario no es suficiente para tener una reestructuración exitosa. Las partes tienen miradas distintas acerca de cómo estructurar los contratos del canje. En el Palacio de Hacienda decidieron respetar las formas recomendadas por el FMI y la asociación internacional de mercado de capitales. Los acreedores más agresivos liderados por BlackRock quieren volver a cláusulas de la década pasada que aumentan la cobertura legal para los inversores.

Precedente

En este punto la negociación parece haber ingresado en un terreno de decisiones que excede la lógica financiera y la interpretación más sencilla sería que la disputa es simplemente por un punto y coma en la letra chica de los contratos. Pero lo que se encuentra en juego es más que eso: en esta restructuración argentina se marca un precedente para la renegociación de la deuda global ante el impacto de la crisis sanitaria en el mundo emergente.

El gobierno de Alberto Fernández considera que respetando la esencia de las cláusulas de acción colectiva single limb no sólo se cuida a sí mismo sino que cuida el futuro de los canjes de los países no desarrollados. Pretende defender su estrategia contractual y el criterio de sustentabilidad como las reglas básicas (universales) de la reestructuración de cualquier bono soberano. 

Caso testigo

Pero del otro lado de la mesa de negociaciones también se pretende imponer el criterio básico de las próximas reestructuraciones a escala mundial. BlackRock no está especialmente preocupado por los pocos miles de millones de dólares que tiene colocados en bonos argentinos. No llegan a representar ni el 0,1 por ciento de su cartera global. La negociación con Argentina es un caso testigo: la manera de aprovecharlo es mostrando agresividad.

Este fondo de inversiones a cargo de Larry Fink -el más grande del mundo- sabe que más temprano que tarde deberá aceptar un canje pero aprovecha su capacidad de veto para marcar los tiempos. Los datos de mercado indican que entre el grupo de bonistas Ad Hoc y Exchange se concentra casi uno de cada tres dólares de la deuda de los bonos Globales, Discount y Par.

Pista

Esta disputa de intereses entre el Gobierno y acreedores no deja margen para lograr una salida rápida a la reestructuración. Por ello las palabras de Jeffrey Sachs son la pista para empezar a repensar distintas estrategias para la Argentina.

En noviembre hay elecciones en Estados Unidos. ¿Qué pasa si ganan los demócratas a través de la candidatura de Joe Biden? Se puede especular con que la postura del Departamento del Tesoro sería más flexible con los países emergentes. En otras palabras: los fondos acreedores estarían más presionados para firmar un acuerdo. 

Los dueños de BlackRock –más allá de sus influencias en la eventual administración demócrata- deberán responder a una agenda geopolítica distinta. Algunos se preguntan entonces si no llegó el momento de esperar antes de firmar apurados.