Coronel Juan Solá (o Morillo, como se lo conoce, por su estación de trenes) está en pleno Chaco salteño, a más de 400 kilómetros de la ciudad de Salta. Con un clima duro, el pueblo se ha visto aumentado en los últimos años por la llegada de campesinos, indígenas y criollos, que fueron asentándose en la zona urbana para acceder a algunos de sus beneficios. Energía eléctrica, acceso al agua, escolaridad.

Si alguna vez se pudo pensar que ese proceso era irreversible, no se ha visto el final de la historia. Ahora, en momentos de pandemia y restricciones de todo tipo a la hora del contacto social, muchas familias están eligiendo volver al monte. Ahí no hay limitaciones a la circulación, no es necesario el tapaboca, no hay contactos con extraños que puedan portar el virus, y los chicos tienen todo el espacio para correr y jugar. Falta el agua, pero se las arreglan.

La vuelta al campo fue descripta por Silvia Molina de Bertea. “Lo curioso y para nosotros es también algo positivo dentro de la pandemia, es que para muchas familias ha sido volver al monte, porque el monte es vida, es fuerza, es el lugar donde se sienten cuidados, protegidos y es bastante interesante", sostuvo. Molina, y su marido, Eduardo Bertea, integran la organización Tepeyac y el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen Católica, residen en Morillo y desde hace años acompañan a las comunidades indígenas de esta zona.

"Me alegro mucho de que la gente empieza a ocupar la tierra, a recuperar” la forma de vida de hace años, rodeada de naturaleza, dijo el cacique y pastor Hugo Jaime, de la comunidad La Cortada, del Pueblo Wichí.

La gente ahora “va volviendo a tomar valor de vivir ahí en la tierra”. La mayoría de las comunidades de esta zona cuentan con títulos de propiedad de su territorio. Entre el 65 y el 70%, estimó Molina. Sin embargo, hubo un proceso de migración al pueblo, por los beneficios de la vida urbana (aunque acotados, beneficios al fin), y también porque estaban cerca de las oficinas donde realizar trámites generalmente engorrosos, y donde cobrar ayudas. Este proceso se dio sobre todo a partir de 2002.

Pero la pandemia cambió las cosas, y ahora el proceso es al revés: “ya empieza a ocupar la familia con sus animalitos, algunos recién, pero va ocupando. Una alegría para uno como dirigente”, sostuvo Jaime, para quien con lo de la cuarentena, "es mucho mejor" ir a vivir al campo. "Vivir con el monte y los bichitos que cantan y nada más, esa es la alegría de uno". En el monte "estamos bien".

Molina contó que las familias que están regresando al monte son de distintas comunidades. De La Cortada, de wichí Lewetes Pozo El Chañar, wichí Lewet La Represa, del barrio Primavera, de Cacique Catán, y también de la zona de Los Blancos.

Más de 30 familias de una, de otra comunidad se fueron unas cuantas y "algunos están continuamente teniendo su casita acá en el pueblo pero van al monte, se quedan unos días después vuelven, y después se vuelven a ir, aún teniendo problemas de agua". Los beneficios son simples, pero importantes: hay leña y, por lo tanto, “fueguito” permanente; no hay controles, pero hay un horario que en el monte se impone y que manda a todo el mundo a guardarse al atardecer, los chicos (que no tienen clases) disfrutan el juego en libertad. “Otros me dicen: sí, vamos al monte como antes, que iban a tomar fuerzas, bueno, nosotros también", contó Molina.

Señaló que la ayuda que envía la Nación también incide en esta vuelta al territorio. “Eso les permite, quizás no a todos pero sí a una mayoría, tener algún ingreso y de eso comprar mercadería y se van”. También ayudó el hecho de que el gobierno nacional había comenzado a distribuir paneles solares. En otra comunidad, había unas 130 familias en el pueblo y en el monte “diez, doce familias” y “ahora han ido 30, 40” familias. “Hay una revalorización del monte, incluso por parte de gente más joven, que quizás no ha estado en la lucha de la tierra pero, sin embargo, ahora ve la lucha de sus mayores como importante”, sostuvo.

Problemas urbanos

Otra necesidad-beneficio es apartar a los niños y jóvenes de los peligros urbanos. “Los aísla un poco también de las adicciones, porque el tema del alcoholismo también ha recrudecido acá en los pueblos como en las ciudades”, y otras adicciones, el consumo de droga, y hasta el peligro de que sean cooptados para la venta y distribución.

Morillo está al costado de la ruta nacional 86, que conecta con Formosa, es un camino muy usado por el transporte de carga. Y es también una vía que ha comenzado a usarse para traficar estupefacientes. Hay controles, pero el tráfico sigue, y "también hay consumo acá ya. Hace unos años no, pero hace unos cinco, seis años ya se incrementó el consumo, en comunidades y en jóvenes criollos también y además, la venta”.

En el pueblo es difícil saber con quienes se contactan hijos niños, adolescentes y jóvenes. En cambio, en el monte “saben bien quiénes entran o no al grupo, los que están son las familias que se van asentando, por ejemplo, de una comunidad se han asentado en tres lugares distintos. Y saben quién entra y quién sale”.

El problema del agua

Molina destacó que las familias están yendo a vivir al monte a pesar del “problema del agua”. Y muchas veces van y vuelen al pueblo para abastecerse de agua. “O en algunos casos directamente ya van consiguiendo tachos” y a veces consiguen que la Municipalidad les lleve agua.

"Todo el tema del agua es un problema en el Chaco y las respuestas todavía se hacen esperar a pesar de la emergencia socio sanitaria y peor con esta pandemia”, subrayó Molina. Relató que si bien en algunas comunidades tienen pozos o hay cisternas para la cosecha y almacenamiento del agua lluvia, como no llueve, no hay agua. “Hace casi ocho meses que no llueve mucho, todavía no se han producido diría 200 mm desde lo que va del año”. Así que ahora a Tepeyac le toca ahora “acarrear agua" y también tramitarla ante la municipalidad.

En Morillo hay una Mesa de Agua, que viene insistiendo ante la provincia para que se dé una solución a la falta de agua, apuntando sobre todo a la construcción de pozos.

Por eso también las cañadas se están secando, "aún así la gente se va. Se va al campo, al monte, y no tan solo los wichí (…). Los criollos también se van, el criollo que tiene su puestito también ha buscado irse y quedarse ahí, y se sienten más resguardados" y “más libres".

Cosecha de goma brea

En esta época del año tres comunidades que trabajan con Tepeyac están ocupadas en la cosecha de la resina de brea, la materia prima para fabricar la goma brea. "Estamos potenciándolo con tres comunidades porque estamos en una cuestión incipiente, pero se podría trabajar el año que viene con muchas más", contó Molina.

En esas tres comunidades hay casi 30 cosecheros, cada uno tiene entre 150 y 200 árboles que visitan cada tanto para recoger la resina. Molina contó que la acumulan y la envían a Buenos Aires, donde se hace el proceso de industrialización para ofrecerla como una alternativa a la goma arábiga. "Por supuesto, no se intenta competir ni nada, pero tiene las propiedades más o menos similares, es aglutinante, está aprobada dentro del Código Alimenticio”, sostuvo.

La goma brea es una sustancia dulce que se usa en distintas industrias, especialmente la alimenticia. En 2013 fue incorporada al Código Alimentario Argentino y se proyecta que podría sustituir importaciones como la de la goma arábiga.

Las comunidades que trabajan con Tepeyac la están usando también para hacer pancitos de forraje para los animales con lo que queda de la molienda de la algarroba, “que también es una actividad tradicional de las actividades y que nosotros le hemos tratado de poner un valor y haciendo más liviano el trabajo, la molienda que era en el mortero, hacerla en una máquina moledora. Estamos trabajando con algunas comunidades como para ir procesando la harina que está saliendo ahora en esta época y se está imponiendo en el mercado como una alternativa a otras harinas y sobre todo para gente con problemas celíacos, o para la gente que está con los temas agroecológicos orgánicos. Lo está buscando mucho porque tiene proteínas, vitaminas, todo con las semillas y la fibra".

Otra actividad es la producción de miel, de abejas extranjeras y la melipona, pero en esta época se paraliza.