No saben por qué sus compañerxs faltaron al trabajo. No es una fecha patria ni un feriado convenido pero estos hombres parecen estar tan solos como dos sobrevivientes.

Uno se encuentra en Alemania y el otro en un lugar llamado Vaca Muerta, a la intemperie, como parodiando el salvajismo latinoamericano. Y es que Pizarra, la obra producida por el teatro Schaubühne de Berlín que Rafael Spregelburd y Marius Von Mayenburg realizan a distancia, asume los mecanismos digitales para hacer del malentendido una estructura. El artefacto digital impone un procedimiento dramático.

Ninguno de los dos entiende lo que ha cambiado en este mundo y buscan seguir con sus ocupaciones. Tal vez demasiado concentrados en su profesión de geólogos descuidaron la inmediatez y creen que podrán salvarse desde sus computadoras. En esta escritura compartida Spregelburd y Von Mayenburg, construyen un variante de la ciencia ficción. Las transformaciones en la temporalidad hacen que el presente pueda leerse como una anticipación, como si los dispositivos electrónicos fueran susceptibles de cierta intuición y les facilitaran una escena del futuro. O, por pura defensa emocional, estos personajes deciden quedarse en el pasado y fingir que no existe ningún virus que haya alterado nuestras vidas.

La actuación deviene en Pizarra en un pedido de auxilio. Hablan a los gritos para saldar los inconvenientes técnicos pero encuentran en esa desesperación un estilo. La imposibilidad de compartir un mismo espacio hace de la identidad de estos personajes algo vulnerable. No sería extraño que cualquier video llamada instalara la ilusión que estamos hablando con otra persona cuando solo vemos una imagen repetida de nosotrxs mismxs. Los parlamentos aquí pueden ser monólogos alterados.

El delay se rinde ante la oportunidad de una comedia. Pizarra asume que la comunicación en una plataforma digital puede ser una escena absurda. Estos dos personajes que confunden sus nombres crean una situación similar a la que podrían transitar los protagonistas de Esperando a Godot. Ellos están entretenidos con sus piedras mientras el mundo se detuvo. Sin instrucciones, sin una tarea a realizar, se enredan en una conversación que funciona como un modo no asumido de matar el tiempo. Si en la obra de Samuel Beckett había cierta insinuación del Apocalipsis, de una instancia terminal donde no había nada que hacer, aquí los personajes parecen abandonados pero deseosos de seguir con los objetivos que aceptaron antes del desastre.

La anécdota está ausente, como pasaba en la escritura de Beckett y los acontecimientos son del orden de lo increíble. Las celebridades están inexplicablemente disponibles o se entretienen preparando un bizcochuelo. De esta manera Spregelburd y von Mayenburg cuentan la particularidad de la historia que estamos viviendo como una serie de efectos incomprensibles, donde la cotidianidad más desvalida se vuelve central e indispensable. Los autores identifican que frente al aceleracionismo, frente el imperativo de hacer, ahora nos ha llegado la oportunidad de transcurrir por esa materialidad del tiempo que proponía el dramaturgo irlandés. Las acciones para inventarle un sentido a las horas elaboran, sin quererlo, una ficción.

"¿Habrá pasado algo?" se pregunta el personaje de Spregelburd y el teatro, como la urgencia del presente no puede sino provocar la risa. El desconocimiento ante un afuera, ante el contexto que los involucra apela a un realismo que solo puede ser atravesado de forma metonímica. Los actores miran lo real como si se hubieran salteado una parte, como si la información los hubiera eludido.

¿Cómo hacer teatro si la acción social se detuvo? Es la pregunta que despierta esta obra.

Pizarra puede verse en Vimeo Rafael Spregelburd und Marius von Mayenburg: »GLIMMERSCHIEFER «