Habitar distintos mundos posibles, explorarlos hasta que las leyes de la imaginación se manifiesten como la vida misma; ya sea sobre un escenario, en los trazos de un dibujo, frente a una cámara cinematográfica o escribiendo Monstruario, un libro donde Zoe Hochbaum reúne a una serie de seres hermosos aunque parezcan monstruosos si no se los conoce o se lo juzga desde ciertos parámertos sociales que,de algún modo, ha naturalizado siempre la extrañeza como amenazante. Un hombre como el señor Elmo Breganza que un día se convierte en gato y es el principio de una problemática matrimonial, y enseguida un tal Anfibio Rugoberto que vive permanentemente con el viento en contra, “la cara completamente estirada hacia atrás, los ojos secos y ya sin pelo de tanto afrontar al ventarrón” hasta que se cruza con el amor de su vida y para entones Zoe Hochbaum ya guió al lector para que sienta desde otra perspectiva y preste atención a las metáforas o alegorías. Aquí lo importante es recuperar la sensibilidad que se pierde cuando quedó atrás la infancia. Y es que los relatos que conforman Monstruario tienen distintos niveles de lecturas. 

Zoe Hochbaum escribe como quien ha regresado de un lugar donde las palabras no llegan a magnificarlo todo pero no tiene otra opción más que contarlo; y quizá por eso cada relato está acompañado por ilustraciones de la propia autora. Lo cierto es que “un mostruo es la posibilidad de un mundo distinto a este”, escribe luego de presentarnos a una cantante pop como Anémona Jones, una artista bastante particular que disfruta, más que de cualquier otra actividad, de “salir a correr todas las mañanas, tarea nada fácil para un ser que vive aferrado a una roca. Con el tiempo ha aprendido a ingeniárselas y afirma que controla su veneno como sus cuerdas vocales”. Entre el humor y la ternura también está Elías Cremoso, un joven fuera de foco. “No es que él vea mal, son los demás quienes lo ven mal a él. En muchas oportunidades, incluso, no pueden advertir que se trata del mismo Elías Cremoso. No es exagerado decir que el joven Elías está fuera de foco y, por esto, no es de lo más bienvenido ni en su propia casa”. Y el duende Joan Faure Dumont, personaje maravilloso, infaltable en la mitología personal de la niñez. “Adrien Arcourt es su nuevo ayudante. Tiene dos años y no va por el mejor camino. El mayor inconveniente que le ha generado hasta ahora la joven Arcourt es su inocente adicción a las medias”. 

 Ahora ya pude decirse: los distintos niveles de lectura de Monstruario no hace otra cosa que abolir la noción del tiempo, las etiquetas, los géneros literarios. No hay edad para jugar. Tal vez esto Zoe Hochbaum lo descubrió cuando tenía nueve o diez años, el día en que sus padres la llevaron a clases de teatro en la Escuela de Nora Moseinco. “Estuve alrededor de seis años hasta que empecé el secundario” dice la actriz. “Mientras seguía en lo de Nora, mi mamá me contó de Actor’s Studios y al mes ya estábamos en Nueva York. Me acuerdo que en una clase que se llamaba Method (Método), me habían dado una escena en la que mi personaje era huérfana. Nos hicieron sentarnos en una silla y nos empezaron a guiar para que cada unx se sumergiera en ese mundo nuevo. Pude oler la casa en la que se encontraría mi personaje, sentir la textura de las paredes. Ahí entendí que todo eso que veíamos en las películas era real. Con real me refiero a que eso que se actuaba, en ese espacio y momento, sucedía. Había emociones concretas y sensaciones hasta físicas que a mis trece años, en una clase, pude volverlas propias. Más adelante tomé la decisión voluntaria de dedicarme a la profesión. Entonces mi familia me ayudó a poder formarme en las disciplinas que me conmovían, actuación, canto y danza, mientras seguía estudiando las materias escolares… ¡Y sufriendo con matemáticas! Creo que mi deseo de conectar con el arte se concretó cuando tuvimos que presentar las escenas y monólogos en el escenario del Actor’s Studios para nuestrxs padres. Sentía un cosquilleo mientras decía mis líneas, no tiene gran explicación, solo que entendí que lo que estaba sucediendo me hacía feliz.

Zoe Hochbaum nació en Buenos Aires en 1999. Como actriz participó en las películas Abzurdah, dirigida por Daniela Goggi, El Faro de Las Orcas , dirigida por Gerardo Olivares, y Las Grietas de Jara , dirigida porNicolás Gil Lavedra. En teatro hizo el unipersonal La ventana del Árbol y Ana Frank, escrita por Gustavo Gersberg y dirigida por Nicolás Gil Lavedra. Monstruario es su primer libro.

“A los cinco años me regalaron un diario íntimo y de pronto tenía un lugar donde plasmar emociones e ideas. Como escribió Ana Frank con respecto a Kitty, mi diario también era un amigo a quien le podía confiar mis pensamientos. Cuando se terminaron las hojas me di cuenta de que quería seguir escribiendo, me parecía mágico. Pude nombrar esa acción como “escribir” cuando entré al secundario y teníamos que entregar trabajos. Disfrutaba las tareas en donde teníamos que hacer ensayos, análisis o inventar un cuento. En mi ante último año, una profesora que nos hacía leer Borges, Beckett, Fogwill, me hizo entender que todo eso que me gustaba, tenía un nombre y que podía formarme. Empecé a empaparme de información hasta que encontré a quien hoy es mi profesor: Ariel Idez. Ari me mostró una libertad que yo conocía, pero que ocultaba por miedo a la mirada ajena. Me animó a mostrar las cosas que escribía y confiar en eso. Así es como un día me sugirió la idea de un proyecto literario. Yo acababa de leer La Melancólica Muerte del Chico Ostra de Tim Burton y estaba flasheada con ese mundo monstruoso. Entonces me acordé de un libro que siempre me llevaba de la biblioteca de mi primario; El Gran Libro de Los Monstruos, algo así como diarios íntimos o cartas de los monstruos que veíamos en las películas. Aquellos que pensábamos como entes malvados, en este libro, mostraban sus lados vulnerables, inocentes, graciosos y tiernos. Como lo que unx siente cuando ve Hotel Transilvania: empatía. Le conté mi inquietud sobre este mundo, y charla va charla viene, me lancé a pensar en mi mundo monstruoso”.

¿Fue a partir de ahí que comenzaron a surgir los personajes?

-Primero fue algo más humanizado, todxs tenemos nuestro monstruo interior: el miedo, el vacío, la soledad. Y mientras escribía me di cuenta que había creado personajes y que sus historias valían por si mismas, me invité a mi misma a correrme del protagonismo humano y así dejé crecer a “Kostas Pavlidis”, hecho de humo, a “Juan Manuel Bizón” , con los órganos por fuera y la piel por dentro, a “Anémona Jones”, la estrella pop que, sin querer, envenena a sus fans, entre otros. Había algo, propio del disfrute, que lo hacía infinito. Unx puede escribir días enteros sobre seres monstruosos porque no hay límites para incluso, agregar dibujos. Cuando tuve cuentos terminados y corregidos, me animé a juntarlos y pensar en la posibilidad de un libro. Ahí apareció la pregunta de “qué libro”. A mi me gustan mucho los libros-objetos, es algo que me conmueve y que elijo. Por eso lo primero que pensé es que quería que este libro tuviese colores. Un año después, le mostré mis cuentos y dibujos a Patricio Binaghi de Paripé Books y él materializó a Monstruario. También me conectó con Sergio Ibañez, de Akian Gráfica, quien le dio vida y orden a mis ideas para convertirlas en algo concreto. Entre lxs tres elegimos a “Anémona Jones” para la tapa, una de las tres mujeres que hay en el libro. También creo, que no se puede escribir sin leer. Me apoyé mucho en los libros y universos monstruosos de Mariana Enríquez. Ella es una gran influencia para mí. Me emociona que haya escrito el prólogo de Monstruario. Sin conocernos, me leyó. Eso me pareció ideal porque comprueba que a un libro no hay que explicarlo para que se “comprenda”, hay que leerlo. Me gusta leer esos libros con “aura monstruosa”, que trasciende al monstruo como tal, por ejemplo el clásico Las primas de Aurora Venturini o Ensayo sobre la ceguera de Saramago, El libro de Los Monstruos de Wilcock. Universos como el de Agustina Bazterrica, en Cadáver Exquisito o El Bosque del Sonambulismo Sexual de Sergio Bizzio. Me gusta leer para nadar en mares diferentes y eso, no es solo en el plano de la ficción. Libros como La guerra contra las mujeres de Rita Segato o Comer y coger sin culpa de María del Mar Ramón. Leer es nutrirse de otrxs y eso es una oportunidad muy valiosa.

FOTO PALOMA PIERINI

¿Cuál es tu concepción de los monstruos?

-Nunca tuve un mal vínculo con el mundo de los monstruos. Me daba más miedo “El hombre de la bolsa” que el posible ser escondido debajo de mi cama, al contrario, lo veía como un protector del hombre de la bolsa. Creo que el miedo a los monstruos tiene que ver con lo que nos hicieron creer sobre qué son y qué hacen. Pienso que llamamos monstruo a todo lo que sea distinto a nosotrxs. Y eso es lo que nos da miedo, lo desconocido. Le tememos desde el prejuicio, desde el no-saber. Monstruo es una entidad que da el asustado, no el asustante. Lo descubrí cuando le pregunté a varixs amigxs “¿Qué es un monstruo para vos?” y la mayoría me dijo cosas negativas, salvo una que me dijo que un monstruo era la posibilidad de un mundo distinto, ahí estaba la clave, en que le tememos a aquello que no conocemos. Le tememos a la otredad, a eso que se corre del parámetro de “normalidad” con el que fuimos educados. ¿Qué pasaría si pudiésemos relacionarnos con los monstruos no desde el miedo sino desde la empatía? En Monstruario quise abrir la posibilidad de un universo sin normalidades ni anomalías, sin reglas ni etiquetas. Monstruario es un mundo en donde lo diferente no es diferente.

El libro tiene distintas ilustraciones que cuentan historias por sí mismas.

-Cortazar decía que “las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma” y es cierto. Estamos en un momento en donde tenemos la posibilidad, por suerte, de nombrar todo. Pero en el mundo literario, lo no-dicho, es muy interesante. Las ilustraciones vienen a contarnos algo que con palabras sería insulso. En las ilustraciones podemos ver las expresiones de estos monstruos, podemos ver la verdadera cara de “Osvaldo Paniagua” y eso nos conecta desde otro lugar. Creo que también abre la posibilidad de compartir el libro con más personas, que la menor cantidad posible de gente quede afuera. Es un libro que no es “para chicxs” o “para adultxs”, es para todxs. Creo que no hay una edad para la literatura porque traspasa todo tipo de etiqueta. Hace unos días, el hijo de mi novio leyó el libro y dijo “no está tan mal convertirse en gato porque no tienen que ir a la escuela todos los días y pueden dormir y jugar cuando tienen ganas”.

“Domingo Carlento trabaja en la misma carnicería hace veinte años. Tiene todas las tardes libres, excepto cuando lleva a su hijo a las clases de tai-chi. Carlento aprovecha esos ratos de soledad para hacer lo que más le gusta: escribir poesía.

Niñez perdida

“Ya no se puede jugar como cuando éramos niños”.

“Ya no se puede bailar como cuando éramos niños”

Ya no se puede cantar como cuando éramos niños”

“Ya no se puede ser libre como cuando éramos niños”

“Ya no se puede ser niño como cuando éramos niños”

En Monstruario aparecen varios géneros literarios, entre ellos el haiku, la poesía, incluso la entrevista.

-Sí, tiene que ver con mi atracción hacia lo interdisciplinario, hacia la variedad. Soy muy ajena a los rótulos, a que las cosas tengan que ser de un modo absoluto porque de lo contrario estarán mal. Me gustan los collages, los popurrís, las reuniones con gente de todos lados. Y también me gusta escribir de muchos modos muchas cosas. No puedo, ni quiero elegir uno solo como única posibilidad. Vengo un poco a decir eso, a que todo es válido y que nada está bien o está mal. Me divertía también que cada personaje tuviese su propio mundo narrativo, su propia manera de contar las cosas y poder jugar, desde la libertad, por ejemplo con los Haikus

Mientras muchas editoriales deciden retrasar algunas publicaciones, vos decidís publicarlo durante la pandemia, ¿por qué?

-Monstruario lo empecé hace casi dos años y nunca se cruzó por mi cabeza la idea de una posible pandemia. Jamás generé algo artístico desde el encierro, nunca me pasó de no poder salir a trabajar para tener que cuidar a otres y a mí, es todo tan extraño. Sobre todo para mi generación que la palabra “libertad” la tenemos tatuada. Y esto viene a poner en jaque qué es entonces esa libertad. Ahora, la libertad es que todxs estén sanxs. La cuarentena implica no poder salir a rodar una película, salir al teatro, o a hacer una presentación de un libro. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados y rendirnos ante esa imposibilidad porque de nada sirve. Desde mi lugar, elegí hacer de esta cuarentena también un espacio artístico, por eso la decisión de sacar el libro en este momento, fue una manera de “resistir” ante la ausencia de poder hacer lo que me gusta. Una manera de compartir y conectarnos, a través de un hecho artístico, para acompañarnos entre todxs frente a este hecho impensado y poder, a pesar de las imposibilidades, seguir creando.