Hogar de las tres consagraciones de los Detroit Pistons, escenario de la mayor hecatombe que se recuerde en la NBA y, por supuesto, uno de los lugares donde más sufrió Michael Jordan cuando todavía no era leyenda. Este sábado fue demolido el Palacio de Auburn Hills, el estadio con mayor capacidad de espectadores de la liga estadounidense (22.076) y, en segundos, un gran pedazo de historia deportiva se esfumó.

Para Jordan, casi un sitio maldito: 19 derrotas y 12 triunfos para el considerado como el mejor basquetbolista de todos los tiempos. El record perdedor en Auburn Hills del emblemático número 23 fue incluso mucho peor antes del retiro de su archienemigo Isiah Thomas, base de los Pistons: 15 caídas y sólo 6 victorias. Claro que recordar el emblemático estadio sólo por "Su Majestad", no es hacerle justicia.


El Palacio fue el sitio donde los Pistons se hicieron un nombre. En la primera temporada que tuvieron allí como locales, los "Chicos Malos" de Thomas, Dennis Rodman, Joe Dumars, Bill Lambieer y Chuck Daly consiguieron sus primeros títulos (1989 y 1990), metiéndose en la élite de la NBA, pasando a la historia como los grandes rivales de los Bulls en los '90. Un año antes, habían caído en las finales ante los Lakers de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y James Worthy.

Más de una década después, en 2004, la ciudad automotriz volvió a festejar gracias a otro equipo duro, comandado por Larry Brown y liderado en la cancha por el especialista defensivo Ben Wallace, el base tirador Chauncey Billups y el escurridizo escolta Richard Hamilton, que dio la sorpresa al sopapaear a los Lakers de Shaquille O'Neal, Kobe Bryant, Karl Malone y Gary Payton por 4-1. Al año siguiente, también llegaron a las finales, pero no pudieron contra los San Antonio Spurs de Manu Ginóbili (18,7 puntos, 5,9 rebotes y 4 asistencias en la serie a siete juegos).


Fue por esos tiempos que el Palacio fue testigo de una monumental gresca denominada "Malicia en el Palacio" entre el equipo local e Indiana Pacers. El episodio se desató cuando quedaba poco para la victoria visitante sobre los campeones vigentes. Ben Wallace, poco acostumbrado a anotar, se fue para la bandeja y Ron Artest (por entonces un chico malo del juego, previo a cambiarse su nombre por Metta World Peace) lo castigó. Al pivot de Detroit, de característico peinado afro cuando jugaba en casa (de visitante, se hacía trenzas cocidas), no le gustó y lo encaró. Empujones fueron, empujones vinieron y, tras algunos minutos, la cosa se detuvo mientras los árbitros revisaban las imágenes de video para repartir sanciones.

Acostado como tomando sol sobre una de las mesas de anotación, Artest esperaba el veredicto, hasta que un vaso con líquido voló desde las tribunas y le impactó. El alero salió disparado hacia los hinchas locales para repartir a diestra y siniestra, lesionando mientras tanto a un periodista que estaba en su camino. Su compañero, Stephen Jackson lo acompañó. Y luego también se sumaron Wallace y otros Pistons. Jugadores vs. hinchas en el estadio. Inconcebible en la elegante NBA. Un episodio digno del noventoso "Deportes en el recuerdo" de Videomatch.


Ya en 2017, lejos de la era de éxitos en que Detroit lideraba los rankings de asistencia a los partidos, el Palacio dejó de ser utilizado por los Pistons, como consecuencia de la renovada estrategia de marketing comandada por la nueva gerencia del equipo, que compró la franquicia en 2011 y quería un estadio más cercano al centro de la ciudad para, así, "renovar" su público. Auburn Hills, una ciudad de menos de 30 mil habitantes, está a casi 40 kilómetros de Detroit (4 millones de personas). Por ende, se mudaron a un estadio de usos múltiples, el Little Ceasers Arena, con capacidad para 20.332 espectadores.

¿El futuro del terreno del Palacio, distinguido además como uno de los pocos estadios que no prestó su nombre a sponsoreos comerciales en la NBA? Será un complejo de oficinas e investigación de empresas tecnológicas, un proyecto que tiene entre sus principales inversores a, casualmente, el dueño de los Pistons, el magnate de las finanzas Tom Gores.