Algunas lloraban. Otras se agarraban la cabeza con la mirada perdida. Las que podían, abrazaban a una compañera. En un episodio que los medios nacionales y del exterior calificaron como un papelón, Las Gigantes quedaron eliminadas de los Juegos Panamericanos de Lima 2019 por negligencia dirigencial. La delegación del Seleccionado Argentino de Básquet Femenino había viajado sin utilero y el error salió caro: Argentina tenía que jugar de blanco contra Colombia, pero estaba de azul, igual al rival, que no dudó en pedir los puntos. El partido se le dio por perdido a nuestra Selección y así Argentina quedó afuera de la lucha por las medallas.

Un baldazo de agua fría ante los ojos del mundo pero, también, un punto de inflexión en la serie de injusticias que arrastra el básquet femenino. “Antes, si concentrábamos en un hotel en vez de concentrar en el Cenard, nos poníamos contentas pero hoy lo vemos desde otro lado: toleramos muchas cosas que nos pasaron sólo por ser mujeres”, explica, desde Italia, Sofía Aispurúa, jugadora del Thunder Basket Matelica y pivot de la Selección.

El siguiente capítulo se dio en medio del aislamiento por el Covid-19, cuando la Liga Femenina de Básquetbol (LFB) fue cancelada mientras la masculina aguardaba protocolos para poder completar la temporada. Entonces Las Gigantes marcaron el límite con un comunicado donde le exigían a la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) condiciones básicas de trabajo (un cuerpo técnico, planes de entrenamiento). El reclamo destinado a potenciar el deporte en todos sus niveles fue el primer paso de un largo camino cuyo destino final Aispurúa resume en un pedido: “que se tome en serio” el trabajo, el talento y el compromiso de las mujeres que juegan al básquet para elevar la competencia.

A través de reuniones por Zoom, iniciaron conversaciones con la dirigencia de la Confederación, la intención es poner en marcha un plan de trabajo conjunto. Inspiradas en las experiencias del fútbol y del voley femeninos, Las Gigantes avanzan decididas y conscientes de que la concreción de todos los objetivos requiere del tiempo y del compromiso de las jugadoras de todas las categorías y de todo el país.

“Estamos avanzando, el deporte creció y nosotras, reclamando lo que nos corresponde, también estamos ayudando porque yo pude hacer mi carrera y hoy no pienso solo en mí; quiero que para las demás apostar al profesionalismo no sea una utopía”, describe Agustina García y aclara que no se trata sólo de ellas, sino de allanarles el camino a las que vienen. Todas comparten ese sentimiento: ser parte de la Selección implica una responsabilidad mayor que asumen orgullosamente.

El reclamo reconoce los avances (la creación de la Liga, la transmisión de los partidos por televisión) y aporta una cantidad de propuestas destinadas a hacer una disciplina más igualitaria. “Una buena decisión sería que los clubes que tengan Liga Nacional masculina también presenten, aunque sea, un proyecto con un equipo femenino”, dice Natacha “Nacha” Pérez, la alero/escolta de Las Gigantes que dio sus primeros pasos en el Club General San Martín, pasó por Lanús, Las Heras Básquet Mendoza, Deportivo Berazategui y llegó a jugar en Italia. Y si bien destaca el nivel del principal torneo del país, remarca que ampliar la Liga Femenina, que hoy cuenta con solo siete equipos y cuatro son de Buenos Aires, sería uno de los pasos más importantes. 

“En general, en los colegios se dicta handball y voley; sería ideal que se incluya también el básquet para que pueda crecer”, suma la entrenadora Laura Gónzalez, del club entrerriano Tomás de Rocamora, donde actualmente trabaja con las encargadas del Área de Género para fomentar el crecimiento del deporte femenino en toda la ciudad. Otro aspecto, quizás el más importante, es la visibilización. Para la jugadora Celeste Cabañez hay una idea de que el básquet femenino es “menos vistoso” que el masculino. Ella sonríe y después de una pausa lanza: “los invito a que vengan a ver un partido”.

* María Julia Córdoba.