El 14 julio, a las 15.15 horas, en Rosario, Santa Fe, un par de sujetos llegaron a la casa de Eduardo Trasante, y después de desplazar a la mujer de la puerta, lo acribillaron a quemarropa y sin temblar.

A varias cuadras de la casa del pastor, un rato después, una niña de cuatro años es baleada en su rostro al quedar en medio de una balacera.

Rosario se ha convertido en el campo de batalla de los intereses del capitalismo, disputándose en nuestros barrios todos los negocios. El boom inmobiliario del lavado de plata, el sonido de los tiros en los barrios de la disputa del territorio narco, y en el medio el tráfico de armas desplegado desde una policía corrupta hasta el tuétano, una justicia garante de la impunidad.

La muerte de Trasante, pareciera marcar un sino, es una marca mafiosa, que al alcanzarlo nos deja a todos temblando. La venganza llega, y destruye, constituye una clara amenaza a todos aquellos que de alguna manera intenten intervenir con la construcción del puerto seguro de la ciudad modelo que nos quiere instalar la narco política, o la dictadura de la violencia.

Contamos en la provincia, y en particular en Rosario con una policía que ha generado torturas y desaparición forzada de personas, en plena “democracia”, asistido en el sicariato ejercido por el poder del tráfico. Un espacio del poder político que no puede terminar de explicar sus relaciones con estos sujetos y jueces que una y otra vez demuestran parciales y comprables.

Y el problema sigue siendo el mismo, un sistema político económico que todo lo corrompe, que todo lo convierte en mercancía, incluso la vida.

Exigimos que no se descanse hasta encontrar la verdad de lo sucedido con Trasante, hacer justicia, y desmantelar el aparato político-económico y represivo que asola nuestrxs barrios y nuestrxs juventudes.

Reforma y democratización de la justicia.

Desmantelamiento del sistema represivo policial, y construcción de una nueva forma de cuidadx ciudadanx.

Raúl Carrizo