Coronavirus, pandemia, aislamiento, confinamiento, cuarentena, Covid-19, higienización (localizada en el lavado repetido de manos) son las palabras que hoy comandan nuestras vidas en el mundo entero.

Sobre el coronavirus, un niño de tres años me cuenta que hay "una corona virus de uno que se cree el Rey del mundo, que es muy malo y del cual hay que cuidarse encerraditos en la casita. Por eso los nenes no van al jardín ni los papás a trabajar para que la corona virus del Rey muera solito afuera y no moleste más".

Otro niño de ocho años, a quien le gusta escribir historias sobre animales, se interesa por leer y comunicar a su familia las noticias científicas que circulan por internet sobre el coronavirus, cómo cuidarse entre las personas en la cuarentena y a las propias mascotas.

Un púber de doce años ha incorporado, en sus conversaciones virtuales con amigos y familiares, la palabra coronavirus con signos exclamativos, haciendo uso del sinsentido a través del humor.

Los adultos, en cambio, nos damos respuestas más enredadas a nuestros fantasmas ante este real insensato al que estamos confrontados. Como decía El Principito de Saint-Exupery: “Las personas mayores siempre necesitan explicaciones”.

Si bien nuestra esperanza colectiva es que los científicos nos den un saber sobre la causa y la solución antiviral del Covid-19, mientras tanto reaccionamos con temores fóbicos, con parálisis panicosas, mediante delirios paranoicos, higienistas y religiosos. Pero también y en el peor de los casos mediante la negación, donde se intenta tapar el sol con las manos con actos de violación a las medidas de prevención sanitarias establecidas por los gobiernos de cada país.

Hay un dicho popular que se confirma para muchos de nosotros en períodos de cuarentena: “No hay peor remedio que la enfermedad”, en tanto sienten que el aislamiento los enferma, ya que se sostienen de su trabajo no sólo para satisfacer sus demandas materiales sino para sentirse vivos.

Mientras que en otras situaciones los sujetos se refugian en el aislamiento, y en el individualismo, recordando el dicho al que refiere Freud en su Obra, en relación a la cosa pulsional que nos habita, de que el hombre es el lobo del hombre.(1)

Decía Jacques Alain-Miller en ocasión del Congreso AMP 2014, acerca de “Un real para el siglo XXI”, que la dominación del discurso científico y el capitalista han contribuido a un cambio radical del orden simbólico de las tradiciones paternas. Jacques Lacan en su Enseñanza viró ciento ochenta grados en la perspectiva del Nombre del Padre como carretera principal que ordenaba la circulación de las personas a transformarlo en un síntoma que hace suplencia de un agujero sobre la inexistencia de un saber sobre la sexualidad y sobre cómo vivir la vida. (2)

Entonces, ante el desorden de lo real que nos toca vivir tendremos que orientarnos por los artistas y los humoristas si queremos ir más allá de nuestro pequeño delirio o ficción fantasmática y poder tomar parte responsable junto a los demás.

Más aún los psicoanalistas y psicoanalizantes en tanto hacemos de guardianes de la subjetividad de la época.

Ante lo real que nos toca afrontar de manera colectiva, Miquel Bassols nos da una pista: “Estará bien recurrir a la máxima de los estoicos para hacer una diferencia colectiva de lo real de la manera menos traumática posible: serenidad ante lo previsible, coraje ante lo imprevisible, y la sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.” (3)

1-"Lobo es el hombre para el hombre" (latín: lupus est homo homini). Frase célebre de la obra dramática Asinaria, del comediógrafo latino Plauto (250-184 a. de C.), popularizada por el filósofo inglés del siglo XVIII Thomas Hobbes en su obra El Leviatán (1651).

2-Jacques-Alain Miller, Intervención en el congreso AMP 2014: Un real para el siglo XXI, texto de referencia para el próximo Congreso AMP sobre los sueños, Bs Aires/2020.

3-Miquel Bassols, “La ley de la naturaleza y lo real sin ley”, Blog de ZADIG en España, publicación virtual.

*Miembro EOL y AMP.