El público, compuesto por unas ocho o diez personas, entra a una sala pequeña y es acomodado en semicírculo. En el espacio hay una pizarra donde pinchar fotos, tres sillas y una mesa. Junto a la mesa, dos actores sentados. Hojean un libro, conversan en voz baja. Como única iluminación, una lámpara de escritorio que está ubicada sobre la mesa. El límite entre el espacio donde sucede la ficción y el espacio donde se encuentra el público se desdibuja. Los asistentes parecen formar parte del diálogo que mantienen los actores: la intimidad es tal que el público puede oír con claridad su conversación a media voz. Algunas preguntas empiezan a formularse entre la audiencia: ¿Qué están haciendo los actores? ¿Pasan texto? ¿Tienen un romance? ¿Discuten apasionadamente sobre el libro que están hojeando?

“Bajo un manto de stars”, la obra escrita y dirigida por la platense Amelia Pena, tiene una apuesta clara: volver a hacer del teatro un ritual y un encuentro, tensionar las convenciones clásicas de ‘público por allá y escenario por acá’, y devolverle al acontecimiento teatral su carácter liminal, poroso, ambiguo, vivo.

La primera escena ingresa al público a un clima íntimo, silencioso, casi lento. Como si estuviera, simplemente, siendo testigo de una conversación entre amigos que discuten cómo montar la obra “Bajo un manto de estrellas”, del escritor Manuel Puig. Con el correr de la obra y con el ingreso de un tercer personaje, el público presenciará el vínculo de estos compañeros, sus estrategias creativas, sus discusiones estéticas, sus obsesiones, a veces sus miserias, y siempre su humor.

Pena explica que la idea que guió el trabajo fue la de ‘lo cercano’. La directora trabaja en Compás, un centro cultural de la ciudad de las diagonales, espacio en el que coordinó el laboratorio de creación en el que la obra dio sus primeros pasos. “Nos propusimos trabajar desde lo que llamamos ‘lo cercano’. Al principio lo pensamos desde la actuación. A veces se habla de ‘no actuación’, pero no es eso exactamente. No hay tal cosa como no actuar. Pero sí nos interesaba alejarnos un poco de la forma, del artificio, y trabajar con la cotidianidad del cuerpo. Ya sabemos que es teatro, que no es ‘la vida', pero no importa: se trata no de construir un personaje sino de estar ahí, en esa situación, bajo esa luz”, dice.

Pena es bióloga, y trabajó muchos años en un laboratorio forense. El teatro llegó a su vida en la adultez y resultó, en sus palabras, “un viaje que no tuvo vuelta”. Logró construir una carrera que circula entre Buenos Aires y La Plata, y como actriz trabajó para directoras de renombre como Beatriz Catani y Lucía Seles, tanto en teatro como en cine. “Con Beatriz hice un recorrido bastante extenso: obras, festivales... Viajamos a Alemania, a Bélgica. Ella tiene mucho reconocimiento y vínculos, es una de las pocas personas de su generación —dramaturgos y directores que se formaron en Buenos Aires— que decidió quedarse en La Plata. Con Beatriz no hice taller, pero trabajar con ella fue absolutamente formativo. Después, me convocó Lucía Seles para participar en las obras del Teatro Sarmiento. Una experiencia hermosa, abismal. Eso también forma parte de mi última formación. Fue hace poco, en 2022. A Lucía la invitó a Vivi Tellas para hacer una residencia de artistas, y en ese contexto se crearon las obras. Yo no tenía ninguna experiencia previa en algo así, pero fue esa cosa tan típica de Lucía: ‘vamos, y vemos’. Ella también me invitó a participar de algunas películas, como ‘Terminal Young’, que ganó el BAFICI hace dos años”, recuerda con alegría.

“Hay algo maravilloso y es que podemos generar ‘teatralidad’ simplemente con nuestro cuerpo, con lo que somos. Porque no existe vida sin cuerpo. Y eso tiene que darnos mucho valor, un valor que necesitamos ejercitar para actuar. Y en ese valor también hay una inteligencia, una forma de conocimiento. El cuerpo, lo inexorable de la vida, nos da esa posibilidad: todos podemos entrenar y tomar la decisión de actuar. Tal vez todo esto lo puedo decir ahora, pero en el fondo fueron intuiciones que sentí desde el comienzo. Siento una fascinación también por el espacio vacío, por esa nada donde ingresa un cuerpo y se produce una novedad. Esos ingresos al espacio escénico, además de conmover, crean un paisaje. No es necesario nada más. Los rusos, Meyerhold, por ejemplo, hablaban de la convención teatral: que puede haber escena y teatralidad sin texto, sin escenografía, sin vestuario, sin música. Solo es necesario el cuerpo en escena, y alguien que lo mire. Esa convención básica siempre me atrajo. Me gusta volver a eso, sobre todo cuando coordino talleres. Me parece que ahí está la potencia del teatro. Después, claro, se puede trabajar, construir, crear muchas otras cosas. Pero eso es el núcleo”, reflexiona Pena, que encuentra una relación enigmática entre esta fascinación por el cuerpo en escena y su interés en lo biológico, en las distintas formas de habitar cuerpos, vidas.

Si bien la obra nació en Compás y es allí donde puede verse actualmente, el material circuló por distintos espacios: el año pasado se presentó en el Club de Artes y Socios, en las afueras de la ciudad. El Club cuenta con una casona antigua, enorme, donde funcionaba la Biblioteca Osmiórnica. “Bajo un manto de stars” se montó en el living de la casona, lleno de libros, pisos de madera, arañas colgantes y una chimenea imponente. La gente hacía cola en el jardín, un predio arbolado donde también vive una burra, Octavia, que aparecía para saludar y olfatear a los asistentes. Es un deseo de la compañía viajar por la provincia, montar la obra en bibliotecas, tal vez incluso ir a Villegas, ciudad natal de Puig. “Nos gusta pensar que esto podría estar pasando en cualquier punto de la provincia. Este grupo pequeño, de un centro cultural cualquiera, que quiere hacer su obra y le da mucha importancia a reunirse todos los miércoles para pensar en ella. Ensayar es como otra patria, le da sentido a la vida, y el teatro es eso, ¿no? Dedicación sin productividad, que es la gloria. La estética de semimontado es coherente con esto: un tablón con caballetes o una mesa, tres sillas, una pizarra. Allí los personajes pinchan figuritas, intentan comprender de qué se trata esta obra. La manipulan, la rompen. Pero hay una voluntad de comprensión. Y cuando terminan lo que suponen que es el primer acto… quedan atravesados por algo”, dice Pena.

La obra de Puig, escrita en 1981 durante su exilio en Brasil, es una comedia negra ambientada en una estancia de la burguesía rural argentina. La historia comienza cuando una pareja de ladrones irrumpe en la casa buscando refugio. Los dueños de casa, junto con su hija adoptiva, los confunden con personas de su pasado, lo que desencadena una serie de malentendidos y situaciones absurdas. “Puig es un nexo”, dice Pena, “Volvemos a esa palabra: ‘cercanía’, porque su escritura hablaba de lo cotidiano. Empezó escribiendo sobre Villegas, sobre sus tías, sobre esas voces. Nosotros también queríamos salir de la grandilocuencia, entrar en lo privado, lo pequeño. En nuestra versión, los personajes se preguntan ‘¿Qué nos sostiene más, la realidad o la ilusión?’ Son preguntas que no se responden, pero que se habitan. Se viven. En la obra original, hay una pérdida: los personajes creen ver regresar a sus seres queridos, muertos hace veinte años. Y aunque es imposible, el deseo es tan fuerte que los reconocen, es el deseo de creer. En la nuestra, las actrices y los actores quedan impregnados de esa confusión. Se activan recuerdos de la adolescencia, creen que se conocían de antes, que bailaron en los mismos clubes. A través de fotos, figuritas, algo se enciende. Empiezan a sostenerse en la ilusión, en esa felicidad de haber compartido algo”.

“Bajo un manto de stars”, con dirección y dramaturgia de Amelia Pena, actuaciones de Cecilia Ballesteros, Florencia Rodríguez y Roberto Tettamanti, y asistencia de dirección de Melisa Correa, puede verse los sábados de junio a las 19.30 hs en Compás, calle 39 n 410, La Plata. Las entradas están disponibles por Alternativa Teatral.