Para Lourdes

Había una vez en un país muy, muy lejano, un rey que nació con la corona puesta, nadie sabe muy bien por qué.

Ese rey que era muy pesado pero muy pesado, y no le gustaba bañarse y ¡menos! con agua y jabón, salió a dar una vuelta por la ciudad porque no le gustaba para nada estar encerrado. No le gustaba jugar, ni estudiar, ni esforzarse así que cuando tenía hambre o quería buscar un lugar para seguir descansando se subía al primero que pasaba y ahí se quedaba 1, 2, 3 ¡¡¡hasta 14 días!!!

¿Les dije que era muy fiacoso y no quería hacer nada? Bueno así era.

En realidad, era muy chiquito tanto que se metía en la nariz o en la boca de la gente ¡y hasta en los ojos! Cuando las personas se rascaban o se tocaban la cara. Si miras a tu papá, mamá o hermanito un rato vas a ver lo seguro que se tocan la cara. ¡Eso lo hacemos todo el tiempo! Es que los humanos somos distintos que otros animalitos y necesitamos hablar y explicar cosas de muchas maneras y nuestra cara dice muchas cosas, también. Por ejemplo, cuando estamos tristes, o sorprendidos o enojados o muertos de risa, jajaja, se nos nota enseguida en la cara.

Lo mostramos con todo el cuerpo también y con nuestras manos que ¡no paran de moverse!

Bueno, parece que me olvidé de la historia de ese rey chiquito y molesto, pero no, no me olvidé. ¿Les dije que por nacer con corona le pusieron covid-19? antes no tenía nombre, pero como a todo el mundo ¡alguien tenía que ponérselo!!

La corona ya la llevaba puesta al nacer. ¿Se los dije no? Por eso se creía el mandamás de todo.

Y entonces sucedió lo que nadie, pero nadie, ni el más sabio esperaba, la gente que salía a la calle, al trabajo, al súper, a la escuela o viajaba en autobuses, barcos y aviones, se empezó a enfermar, a toser a estornudar y a tener una fiebre que ¡no se curaba ni con la sopita mágica de la abuela!

Entonces los médicos, los científicos, se pusieron unos trajes como de astronautas para protegerse de este rey que no entendía razones y así ayudar a la gente a curarse y protegerse también. ¡Todos a sus casas! gritaron y los países que ya no tenían reyes, pero si presidentes que comprendieron la emergencia, se pusieron como locos a firmar papeles y avisar a los niños, a los grandes, y sobre todos a los abuelos, que se quedarán en sus casas para que covid-19 no los atrapara.

Ese rey malicioso que nació con corona, que no le gusta el agua y el jabón, morirá de aburrimiento agravado si lo dejamos solo en la calle. ¿Y saben qué? les cuento un secreto: no sabe jugar a las escondidas ¡pero nosotros sí!

*Psicoanalista. San Miguel de Tucumán. En Tiempos de pandemia, 22/3/20.