Durante la primera etapa del aislamiento, Mayra Bonard comenzó a poner música y bailar sola por las noches. Era, la mayoría de las veces, cuando el resto de su familia despejaba la planta baja de la casa de Coghlan. Su propia fiesta podía durar hasta las 3 de la mañana. Así fue como la sensación de pérdida -de giras, ensayos, funciones- mutó en otra cosa. “En general grooveo, como si fuera negra en el fondo. Volví a este placer esencial y místico que tiene el cuerpo bailando lo que sea, sin prejuicios. Empecé a bailar mi propio collage”, dice la bailarina y coreógrafa.

Redescubrimiento. Vacaciones de la exigencia. Esas son algunas de las definiciones que le surgen al hablar de la experiencia. Pronto comenzó a compartir videos caseros en sus redes, y el Instituto Francés de Argentina le ofreció protagonizar el ciclo Danser comme Bonard , “autorretrato de distintos estados anímicos a través del cuerpo”, “formato de danza/ viñeta/ creación en confinamiento”. Antes del avance del coronavirus, Bonard tenía previstas nueve funciones de Mi fiesta -dirigida por Carlos Casella, su gran compañero artístico- en el Festival de Avignon. El Instituto iba a apoyarlas. Fue su director, Yann Lorvo, quien propuso a la artista el armado de este ciclo virtual para "sostener" su trabajo. La pandemia interrumpió además los ensayos de Vivir vende -que iba a dirigir- y las funciones de la notable Hermafrodita en El Cultural San Martín.

"Danser comme Bonard es lo que venía haciendo en mis redes pero más formateado. El cuerpo en algo espontáneo, una energía vital, de juego. De libertad aún estando encerrada", postula Bonard. La música es por ahora siempre francesa, aunque variada: desde Serge Gainsbourg hasta la electrónica de Daft Punk. Los videos son breves -un minuto como mucho- y el escenario cambia cada miércoles, aunque siempre es un sector del hogar. Puede ser la cocina, el living, algún pasillo. O el baño, donde elabora una sutil coreografía de manos frente al espejo. En el frondoso jardín creado por ella misma -es paisajista- danza con un par de bananas en la cabeza, mientras suena “Comment te dire adieu?”, de Françoise Hardy. En otro video, con música de Mathieu Boogaerts ("Avant que je m'ennuie") aparece un misterioso personaje hijo de la pandemia, Tronco, alter ego suyo con el rostro protegido por una corteza. El diseño del ciclo está a cargo de Pablo Bordenabe.

La creación casera de fotos y videos le permitió a Bonard volcar "varias aspiraciones" como el cine y la fotografía. Y la conexión con el instituto francés la llevó a enriquecer su universo musical. En este aspecto también colaboró Diego Vainer (músico de Mi fiesta). "El me dijo que éste es un buen momento para incorporar cosas. Ahora empecé un momento creativo aunque sea intramuros. Dado que es tan difícil imaginar un adelante es necesario sostener un presente", dice la bailarina. El director de cine Eduardo Raspo fue seducido por Tronco y le propuso hacer una serie web que está en camino.

-¿Cómo surge Tronco? ¿Cuánto tiene que ver con Twin Peaks?

-Con Twin Peaks, totalmente… El imaginario va hacia Lynch porque, aparte del tronco, tiene esa cosa surrealista, fantástica, pesadillesca. Había hecho una obra hace mucho tiempo en la que usaba como 30 troncos cortados. Se llamaba Futuro y me trajo al presente. Me traje los troncos a mi casa. Un día estaba tomando sol en el jardín, dentro del confinamiento, y una de las cortezas se desprendió. En un gesto totalmente involuntario me la puse en la cabeza. Fue inconsciente, pero me di cuenta de que era un acto performático. De que tenía un potencial. Empecé a cuidar la corteza, a guardarla, a no dejar que nadie la tocara. Empezó a ser mi elemento. Todos los días Tronco aparecía como un personaje más de la casa. Mis hijos me querían matar. Me sentaba a la mesa con el tronco en la cabeza. Me metía en la bañadera y me lo ponía a ver qué sentía. Una experimentación rarísima. Tronco tiene todos los estados. Pasa de una cosa a la otra caprichosamente. Fue genial encontrarlo. Después hice retratos más ligados a las artes visuales; empecé, por ejemplo, a incluir frutas. Me llegaba el bolsón orgánico y miraba lo que había de espectacular. Me ponía dos zapallos como si fueran tetas. Es un universo que vengo trabajando, el de la naturaleza, las frutas.

-¿Cómo repercute en el acto de bailar el hecho de que no esté presente el público?

-Es muy diferente. La adrenalina de estar frente al público... Bueno, en Mi fiesta no la llamaría adrenalina. La llamaría "extrema concentración". Tenía una concentración como de samurái, casi. Es otro lugar. Pero siempre uno de una colocación muy precisa. En cambio bailar sola es placer, disfrute, juego. En estos videos siempre trabajo con un poco de humor. En mí resuena. Toda mi vida bailé, estudié danza, también me encantaba ir a fiestas. En la primera rave que se hizo en Buenos Aires yo estaba ahí como loca bailando música electrónica. Me sigue gustando. La soledad me juega a favor. Me divierte completamente. Al principio se decía que la cuarentena no eran vacaciones. Para mí por supuesto que no lo son: estoy trabajando un montón. Pero me parece represiva la frase. Si tenés la posibilidad de disfrutarlo como un paréntesis es una oportunidad. Es lo que vengo haciendo. Me parece un paréntesis interesante en la vida. Estas danzas son como vacaciones de exigencia.

-La vida de la bailarina parece muy exigente.

-Exacto. Son vacaciones de exigencia, productividad, competitividad. Tres instancias en las que una se ve en jaque todo el tiempo en este ambiente, todo el tiempo tensionada. Por los ensayos, la exigencia, la obra en vivo, por si viene o no público, si hiciste algo que realmente resuena o te quedó como una experiencia buenísima pero no resuena tanto... Con tantos años de actividad me pasa que en vez de ser más libre me pongo más crítica. La obsesión me puede llegar a anular, a hacerme sentir muy terrible. Esta situación de estar en mi casa bailando, conectada, de golpe haciendo yoga, tranquila, es un replanteo de cómo venía viviendo. Un renacimiento.

-¿Qué te produce el hecho de que el escenario sea tu casa? Estás abriendo tu initimidad...

-Sí, totalmente. Ahora estoy acá. Y a su vez, la verdad, vivo en la casa que elegí vivir. La disfruto, tiene mucha luz, me gusta. La hizo un arquitecto, yo hice el jardín. Es mi cuerpo exterior. De golpe el otro día subí un video en que se ve la cama. Me pareció re-fuerte. No lo había observado tanto. Si lo pienso desde el lugar de reality no me gusta, si lo pienso en un formato más escenográfico, sí. El hecho de conocer mi casa me dio la posibilidad de jugar con espacios que conozco.

-¿Cómo observás la situación del ambiente de la danza en la pandemia, tratándose de un arte que no posee una ley de fomento?

-Es terrible. Todos los artistas están desprotegidos. Quedamos en la lona. Mi compañero (el músico Diego Frenkel) tuvo que suspender 30 shows... en la danza es lo mismo. Veo que subvencionaron teatros, que está bien, pero cada artista quedó muy en la lona. Los bailarines, algunos, damos clases. Yo doy yoga por Zoom, pero no me gusta mucho. Me gusta lo que hago, no podría sumar más horas. Siento que se me va el alma. La ley de danza en algún momento tiene que salir. Es el patito feo de las artes en función de cómo es mirada. La cultura no es un lujo sino un deber imperioso, inmediato. 

*Danser comme Bonard se actualiza todos los miércoles en el Instagram y canal de comme+bonard">YouTube del Instituto Francés y el Facebook de la Embajada de Francia en Argentina. También en las redes de la artista y su página www.mayrabonard.com.ar .