PáginaI12 En Brasil

Desde Brasilia

“Las viudas del Plan Cóndor están de vuelta porque seguramente se sienten amparadas por los gobiernos derechistas” denuncia Jair Krischke, el activista de derechos humanos brasileño que mejor conoce, y le sigue los pasos desde hace décadas, a la multinacional terrorista.

–¿Aún quedan resabios del Cóndor?

–Vea, hay que ser muy cuidadosos cuando hablamos de este tema, que tiene que ver con un sistema donde sus miembros saben moverse en las sombras.  

Usted me pregunta si todavía hay elementos del Cóndor en acción y la respuesta que le tengo que dar basado en los hechos es sí. Esa gente está moviéndose para impedir que se conozca la verdad y atemorizar a la justicia. No estoy diciendo que el Plan Cóndor sigue volando como en los años 70 cuando contaba con el aparato de los estados terroristas de  Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay, etcétera. Ahora ellos dejaron de realizar secuestros y asesinatos coordinadamente pero la gran mayoría de sus miembros siguen gozando de la libertad en Chile y Uruguay, y ni que hablar en Brasil, porque acá todos están libres gracias a la amnistía que nos dejó la dictadura y que no tocó ningún gobierno civil, ni fue revocada por el Supremo Tribunal Federal.

Este panorama sudamericano tiene su excepción en Argentina, que indudablemente fue el país que más avanzó, fue un gran ejemplo hasta que llegó el gobierno de Macri, que está demostrando poca voluntad de colaborar con las investigaciones que aún falta hacer. Antes nosotros recibíamos mucha colaboración cada vez que pedíamos informaciones de la represión a la Cancillería o, incluso, al Ministerio de Defensa argentinos, y ahora no nos atienden.

Con Michel Temer en Brasil, producto de un golpe visto con simpatía por los nostálgicos de la dictadura, y con Macri en Argentina, las cosas empeoraron mucho para los organismos de derechos humanos, para los que seguimos trabajando para echar luz sobre Cóndor. Esto también se ve en Uruguay, donde el presidente Tabaré Vázquez se desentiende de estos problemas.

–¿Quiénes son esas viudas del Cóndor?

–Viudas es una forma de decir, se puede usar otra denominación. Los que se están moviendo ahora son los viejos represores que no quieren ser investigados, ni procesados, ni condenados. Son militares retirados que no están solos porque tienen seguidores entre los nuevos cuadros de las Fuerzas Armadas que reivindican la represión y poner un punto final a las barbaridades ocurridas en el pasado. Esto es la consecuencia de academias militares en las que se sigue enseñando que el golpe de 1964 (contra Joao Goulart) fue una “revolución”.

Esta gente opera a través de sus cómplices, o algunos simpatizantes que no son exactamente cómplices, que están en distintos niveles del Estado.

Y van ganando posiciones, se muestran cada vez más abiertamente ante la opinión pública con banderas de la dictadura, defenestran la lucha por los derechos humanos y lanzan amenazas veladas o directas.

–¿Cuáles fueron las amenazas más recientes?

–Como estamos hablando del Cóndor, como estamos hablando de un sistema represivo regional, tenemos que ver esto en el mapa regional. Acá en Brasil este gobierno designó como ministro del Gabinete de Seguridad Institucional al general Sergio Etchegoyen. ¿Quién es Etchegoyen? Es un hombre muy inteligente, línea dura dentro del Ejército y un hombre que siendo general en actividad atacó públicamente a la Comisión de la Verdad creada por la presidenta Dilma Rousseff. Y con todas sus limitaciones y claudicaciones, la Comisión de la Verdad hizo algunos avances sobre el Cóndor brasileño que es un tema en el que hay muchísimo que investigar.  Cuando Temer llegó al gobierno enseguida se encuadró con los militares y les dio garantías de que no tenían de que preocuparse sobre las investigaciones del pasado.¿Cómo hizo eso? Designó al general Etchegoyen como ministro jefe del Gabinete de Seguridad Institucional.

Las viudas del Cóndor nunca estuvieron amenazadas durante el gobierno de Dilma, pero ahora seguramente están más que seguras y agradecidas con este gobierno sin legitimidad que no pierde oportunidad para demostrar su rechazo a los derechos humanos en general. 

Ellos quieren cero verdad. Pero nosotros seguiremos dándole la pelea adentro y fuera de nuestro país porque aprendimos que esta pelea contra el Cóndor no se puede dar en un solo país y no se acaba nunca.

Otro ejemplo clarísimo de estas viudas del Cóndor lo tuvimos hace un mes y medio en Uruguay donde un tal Comando Barneix amenazó a 13 personas, y tres de ellas no son uruguayas.

¿De dónde sale ese comando? Eligieron el nombre de un general que se suicidó hace dos años, cuando estaba a punto de declarar por la tortura y asesinado de un estudiante en 1974. El comunicado de este comando dice que de aquí en adelante “por cada suicidio mataremos a tres elegidos azarosamente” de la lista donde hay un francés, que es el prestigioso jurista Louis Joinet, que es un compañero de muchos años, la joven investigadora italiana Francesca Lessa, de la Universidad de Oxford, y el tercero soy yo.

Esta amenaza tiene las huellas digitales del Cóndor y yo creo que tiene dos motivaciones. Una es decirnos a los extranjeros que no nos metamos con lo que pasa en Uruguay y por otro lado quisieron que esa amenaza tenga repercusión internacional.

–¿Los cree capaces de pasar de la amenaza a la acción directa?

–Sinceramente yo no me sorprendería si ellos cometieran algún crimen de sangre, porque estos grupos están educados en la escuela del terrorismo de Estado. En los años 90,gente de esos grupos, no digo que sean los mismos del Comando Barneix, colocaron una bomba en el auto del diputado Hugo Cores, después atacaron el estudio del expresidente Julio María Sanguinetti, que no tiene nada de izquierdista y más recientemente, hace un año, asaltaron la Facultad de Humanidades en Uruguay y robaron archivos del Grupo de Investigación de Arqueología Forense que está, y ahora amenazaron al ministro de Defensa Jorge Menéndez, y el presidente Tabaré Vázquez no hizo nada. Ellos no tienen límites, pueden tirar una molotov o pueden tirarle un tiro a alguno de sus amenazados.

–¿Usted llevó el caso al gobierno brasileño?

–Me comuniqué con la Embajada en Montevideo donde me informaron que respondieron que fueron informados por la policía uruguaya sobre esta amenaza. Por lo tanto las autoridades de Brasil y Uruguay están en conocimiento del hecho. El próximo paso será presentar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que va enviar una misión a  Buenos Aires en mayo. Acá ya comenzó a moverse el caso en la Comisión de DD.HH. de Diputados en Brasilia, la cual envió oficios a la Procuraduría General de la República, al Parlasur y a la Comisión Interamericana.

“No descarto una dictadura”

–Le propongo conversar sobre el gobierno de Temer y las tentaciones autoritarias denunciadas por dirigentes opositores.

–Yo considero que este gobierno está marchando hacia el autoritarismo rápidamente. Si tenemos en cuenta que Temer está en el poder desde hace nada más que 10 meses, la caminata hacia un sistema represivo ha sido vertiginosa, realmente estoy muy desilusionado con esta realidad que me toca vivir a mis 78 años, después de toda una vida luchando por la democracia a veces pienso que he sido derrotado. No sé a dónde terminará esto. Cuando veo como se está reprimiendo, cuando veo tanta gente joven diciendo que quiere el retorno de los militares, cuando uno ve el desprestigio de la clase política, me preocupo mucho porque se creó un vacío político que está siendo ocupado por los militares.

–¿Hay riesgo de una dictablanda?

–Acá se utilizó tramposamente durante la dictadura la palabra dictablanda, como si la nuestra hubiera sido media dictadura, cosa que no fue porque acá se mató, secuestró y torturó antes que en otros países; acá de pergeñaron operaciones con la lógica del Plan Cóndor en 1970 cinco años antes del bautismo del Cóndor que ocurrió en Chile en noviembre de 1975.

En diciembre de 1970 el coronel Jefferson Jardim Osorio fue secuestrado en Argentina, con participación de militares brasileños, y eso está perfectamente registrado en un documento originado en la Embajada brasileña en Buenos Aires en 1970. Un documento que fue encontrado por PáginaI12 hace varios años y usted nos lo entregó.

Este caso, que no fue el único caso de secuestro fuera de las fronteras ocurrido antes de que sea sacramentado el Cóndor en Chile, nos demuestra que en Brasil la represión se realizó de una forma más disimulada pero no es por eso más blanda. O sea acá no hubo una “dictablanda”.

Ahora volvamos al presente. Durante todos estos años los militares fueron muy persistentes en impedir que se sepa lo que hicieron, y ahora las Fuerzas Armadas tienen buena imagen en la opinión pública, o en una parte importante, y están cada vez más presentes en un gobierno cada vez más inexistente como es el de Temer. Estamos viendo un gobierno que nadie sabe si va a terminar, y que llama a los militares para solucionar la rebelión en las cárceles, para patrullar durante los Juegos Olímpicos, para las reuniones de seguridad interna, para hacer inteligencia interna. Para casi todo.

–¿Es plausible pensar en el regreso de los militares?

–No sé qué pasará, no creo que se llegue al extremo de que los militares ocupen el gobierno, eso realmente no me parece posible. Pero le repito,  los militares vienen ocupando posiciones cada vez más fundamentales, y así se podría llegar a un sistema dictatorial aunque no lo llamen dictadura.

Y la verdad es que este proceso viene ocurriendo desde el gobierno de la presidenta Dilma, cuando el Ministerio de Defensa bajó una resolución que autorizaba a los militares a actuar en las calles durante las manifestaciones de 2013, después en la Copa del Mundo de 2014 la presidenta permitió que los militares espíen las redes sociales y hasta un general dijo que se empleaba la misma tecnología que la NSA norteamericana.

Luego viene Temer y esta carta blanca a la participación militar en la represión política es más descarada.

Yo lo diría así: tenemos un gobierno autoritario con una democracia fragilizada, todo esto nos coloca en la antesala de una dictadura, que puede venir dentro de cualquier envoltorio institucional.