Mientras las aplicaciones de delivery festejan tímidamente en Argentina la aprobación de la Ley que regula (y desregula) su funcionamiento en la Ciudad de Buenos Aires, Uber, la gran estrella de la economía digital, se enfrenta a momentos decisivos con posibles consecuencias para sus operaciones globales.

En 2019, cuando se aprestaba a comenzar a operar en la Bolsa de Nueva York, Uber reveló sus fortalezas -especialmente una inmensa valoración positiva en el mercado-, pérdidas asombrosas (3000 millones de dólares en 2018) y también sus riesgos: las actividades de las y los conductores, los problemas relacionados con la vulnerabilidad de sus operaciones globales y los desafíos de la traducción de sus servicios a entornos locales-legales fuera del mercado de Estados Unidos. 

El informe incluía un detalle sobre las formas y límites de su expansión: pese a que la app se jacta de operar en más de 70 países y en unas 900 ciudades, el 24 por ciento de sus viajes provienen de solo cinco ciudades: tres en los Estados Unidos (Nueva York, San Francisco, Los Ángeles), una en Europa (Londres) y São Paulo, en Brasil. 

La presencia de una ciudad latinoamericana en la lista no es una sorpresa, considerando que desde que Uber comenzó a salir de China, Rusia y el sudeste asiático en 2016, la compañía colocó a América latina en su lista de objetivos y logró en la región su mayor número de viajes, pero no las mayores ganancias

En la región, 145 millones de trabajadores (aproximadamente 50 por ciento de la fuerza laboral antes de la pandemia) forman parte de la economía informal, un elemento que se considera un “laboratorio perfecto” para empresas que quieren sostener la inexistencia de la relación laboral en sus operaciones, y lo inapropiado que sería aplicarles a ellas, los unicornios tecnológicos, las regulaciones laborales tradicionales.

En casi todos los rincones del planeta grupos de trabajadores y trabajadoras han señalado que aunque las apps se presenten como meras intermediarias entre consumidores y prestadores de un servicio determinado, las partes están inmersas en relaciones que las apps organizan, que crean excedentes económicos que ellas se apropian y que se forman a partir de una asimetría de poder

En otras palabras, que el vínculo principal es laboral, más allá de las novedades que presente y las mediaciones tecnológicas que lo caractericen. Esa visión, que fue respaldada por los tribunales del trabajo en Gran Bretaña, es la que desafió Uber en la apelación que será resuelta ahora por la Corte Suprema de Justicia de Gran Bretaña.

La definición, millonaria para la compañía, vendrá de la pluma del máximo tribunal. Después de más de cinco años de disputas legales sobre el status y los derechos de quienes conducen Ubers en la séptima economía del mundo, la app espera que los jueces dictaminen que les conductores no son trabajadores y, por lo tanto, no tienen derecho a conquistas laborales como el salario mínimo o las vacaciones pagas.

Si Uber gana y revierte los fallos anteriores, se permitirá que la llamada “economía digital” empuje aún más hacia el colapso a las formas de empleo formal que aún dominan en los países del norte y se expanda el modelo de negocios que se apoya en formas precarias de trabajo. 

Más aún, si la app se ve favorecida con el fallo de la Corte, el sindicato que organizó y desarrolló la demanda (App Drivers & Couriers Union) tendrá que dejar de operar como sindicato, algo que muestra la complejidad de lo que está en juego.

Si pierde, Uber enfrentará cientos de miles de pedidos de ‘compensación’. Más importante aún, deberá realizar el replanteo de sus operaciones en el Reino Unido y seguramente en otros países, como piden sus conductores globalmente desde hace años. Implicará, como dijo un tribunal inglés en instancias previas, que la empresa deje de lado el "alto grado de ficción" con el que escribe sus contratos y haga más transparentes sus algoritmos y operaciones. 

Vale la pena estar expectantes de la resolución judicial, pues indicará en algo las formas que tendrá el mundo por venir al menos en lo que se refiere al desarrollo y expansión de la llamada economía digital.

* Luciana Zorzoli: Lecturer in Employment Relations, Cardiff University, Reino Unido.