Nacida en 1980 en Federal (Provincia de Entre Ríos) y Licenciada en Artes Visuales por la Universidad Nacional de Rosario, Virginia Negri marcó la cancha de la escena rosarina del arte contemporáneo con una obra rizomática, provocadora y sensual donde se enredan y entrecruzan arte y vida, poesía y graffiti, moda y reciclaje, cumbia y chamamé, pintura y performance, cultura popular y vanguardia, nuevas y antiguas espiritualidades, problemáticas sociales y ambientales. Ella y sus compañeres de ruta abrieron ámbitos nuevos, encrucijadas amables y festivas sin bordes duros entre esas diversas prácticas.

Un día ella cerró su espacio en Galería Dominicis, llamado Embrujo, y volvió a Federal con el músico de chamamé contemporáneo Tony Márquez, con quien fundaron El Rancho Cósmico. Situado en el paraje Las Delicias, fue básicamente la casa de los dos y de su hija, abierta a amigues artistas y músicos, y también a la comunidad local, no sólo como "club cultural a cielo abierto" sino como espacio social comunitario. Allí, Virginia siguió escribiendo. Ahora El Rancho Cósmico es una página en redes sociales desde donde organizan recitales a distancia y hacen activismo contra las quemas de pastizales.

Mientras la pequeña familia se reinstalaba en Rosario, la cuarentena borró los ámbitos que hicieron posible ese brebaje artístico y vital tan singular firmado Vir Negri. Editorxs amigxs acudieron en su ayuda para alentar, a través de dos novedades editoriales, lo que tanto Julia Enríquez (Danke) como Maximiliano Masuelli y Ana Wandzik (Iván Rosado) coinciden en llamar "el comeback" (el regreso) de su veta menos visibilizada: su obra poética. Danke le publicó Tres puentes, seguido de Poesía doméstica e Iván Rosado reeditó Desnudo total y escándalo, incluyendo textos de la plaqueta "Fuego de noche".

Entre los cuatro poemarios (distribuidos en dos libros) trazan un recorrido literario que no deja de estar atravesado por indicios vitales y por contraseñas que remiten a la obra plástica de su autora. En los 8 años transcurridos desde la primera edición de Desnudo total y escándalo (que junto a poemarios de Ale Benz, Julia Enríquez y Agustín González integraba la colección Brillo de Poesía Joven de Iván Rosado, editada con el apoyo del programa Espacio Santafesino en 2012) han envejecido un poco las escrituras del yo y de la inmediatez que sirvieron como estrategia de autolegitimación de subjetividades insurrectas, erguidas contra sus no-lugares de subalternidad. La autorrepresentación en el poema solía acompañarse de una espectacularización y puesta en escena del cuerpo, celebrada en rituales colectivos estético-políticos como los slams de poesía. Negri los extremó sumando un poder de invención que tensó los bordes del sistema del arte. En 2015 intervino los baños del Centro de Expresiones Contemporáneas con versos de letras de cumbia y otros textos, dibujados con la desprolijidad de ese arte popular casi secreto que es el graffiti de baño. "Te voy a dar la poesía más barata que me pueda encontrar. / Esa, la de los baños públicos", escribe en Desnudo total y escándalo.

Su "albúm doble" editado por Yo soy Gilda en 2012 salió compuesto de Constelación Infinita y Nunca enviados, dos libros entre lo artístico y lo literario y desde un proyecto centrado en hacer pública una colección de mensajes de texto. La pata artística de Negri no estaría lejos de las instalaciones autobiográficas de la artista británica Tracy Emin, si no tuviera otro tono. El yo, en la poesía de Negri, supo ir más allá de la autorreferencia. En sus primeros tres libros, se entramaba en un diálogo descentrado con amantes y amigues, que se benefició de la caja de resonancia de los recitales de poesía íntimos.

El yo, en Desnudo total y escándalo, es el de una artista que dibuja en palabras su autorretrato, en común y en complicidad con sus pares, por lo que sube por momentos el volumen de la voz desde el susurro erótico para el "chongo" hasta las alturas del manifiesto, sin molestarse si se mezclan ambos registros. El procedimiento artístico del ready made es aplicado al poema sin prejuicios, en tensión irónica con los tópicos del amor romántico: "Sólo necesito esto", escribe Negri y pega una lista de compras.

Poesía doméstica retoma la autorreferencia prosaísta pura y dura en el marco intimista de una familia sola en el campo; el poema se escribe en intersticios de tiempo y espacio, la ausencia de público se siente, pero la soledad despega al yo de su hubris, de las expectativas de les otres, de su función rockstar como vocero de su generación.

El breve libro incluye la magnífica serie Tres puentes, un eficaz experimento en poesía mística. "Esto le pido a la poesía:/ que sea el puente/ sagrado,/ la trama que me une/ a otre", dice en el "Primer puente". En el "Segundo puente", Negri dialoga con el célebre verso de su coterráneo Juan L. Ortiz: "¡Me atravesaba un río, me atravesaba un río!". El río es en ambos casos el Gualeguay. También es un río simbólico, a cuyo "más allá de la otra orilla" aludía Buda en el Sutra del Corazón. El "Tercer puente" concluye diciendo: "somos todes parte de este viaje infinito". El yo se ha ampliado hasta el yo cósmico: es el "atma" de las escrituras védicas, es el "I" del trascendentalismo de Walt Whitman. Con simpleza profunda, humildemente, el yo se expande hacia la naturaleza y la divinidad.