¿Qué es la crítica cinematográfica en el siglo XXI? ¿Dónde late la cinefilia en estos tiempos? Preguntas que sobrevuelan y, a veces, estallan desde el interior de los textos de La vida útil, la revista-libro cuyo tercer número fue publicado hace algunas semanas. Fundada y editada por los jóvenes críticos Ramiro Sonzini, Lautaro Garcia Candela, Lucas Granero y Lucía Salas hace poco más de un año, ya el primer número se hacía en su editorial otra pregunta esencial. ¿Por qué hacer una revista en papel? La respuesta llegaba bajo la forma de una argumentación que se muerde la cola: “Hay algo inevitablemente cursi en todo el asunto. Persistir, resistir, escribir, acercarse a las películas como si fueran nuestros amigos tiene algo de cursi. Hacemos una revista en papel porque existimos, porque nos tenemos”. El lanzamiento de un tercer esfuerzo en tiempos donde las publicaciones en papel parecen estar en retirada es, entonces, una forma de resistencia. También, según afirman sus creadores, una necesidad.
Respondiendo a las preguntas de Página/12, Lucas Granero recuerda la génesis del proyecto: “La vida útil surgió del encuentro de la revista cordobesa Cinéfilo y el sitio web Las Pistas, con base en Buenos Aires. Comenzamos siendo una web –todavía activa–, pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que había algo que no funcionaba. La extensión de los textos y el tiempo de lectura que implica la navegación por internet, llena de interrupciones y múltiples pestañas, no coincidían. Por lo que decidimos publicar en papel, algo que siempre nos sedujo mucho. El nombre hace referencia a la maravillosa película de Federico Veiroj en la que se describe un modo de vida fuera de su tiempo y poco eficaz: la cinefilia, la crítica y la existencia entre películas. Una ‘vida útil’ entregada al cine. Lo que no significa dejar de pensar las películas con el mundo: son objetos que pertenecen y actúan sobre él. La cinefilia es un modo de ordenarlo y la crítica es la manera de actuar en consecuencia”. Coronada por una imagen de Vitalina Varela, –una imagen luminosa, casi una excepción en el último largometraje del portugués Pedro Costa, con un cielo límpido haciendo de fondo para los textos–, la portada anticipa el núcleo temático de la publicación: un dossier dedicado a la década 2010-2019.
El editorial colectivo adquiere la forma de un intercambio de misivas entre los responsables de la revista. Allí, Ramiro Sonzini afirma que “tratar de hacer un balance de la década no es muy distinto a contar nuestra propia versión de la historia del cine. Una empresa completamente irrealizable en un periodo tan acotado, pero a la vez irresistible”, antes de detallar la impronta del libro de los críticos Jonathan Rosenbaum y Adrian Martin, Movie Mutations, y destacar que “nuestra generación, nacida entre finales de los 80 y principios de los 90, vivió el ocaso de esa cinefilia fetichista y el comienzo y la consolidación de un nuevo tipo de cinefilia que todo le debe al cambio tecnológico más importante del siglo: internet”. Ese acceso (casi) total a películas y realizadores de todo el mundo y todas las épocas, inimaginable hace apenas dos décadas, es una bendición que no logra eclipsar la imposibilidad de abarcarlo todo. “En nuestros discos rígidos la historia del cine se mezcla y se ramifica de maneras impensadas, dando lugar a convivencias extrañas. De la A de Aldrich a la Z de Zilnik, la dirección recta de la historia del cine se vuelve sinuosa y elástica”, responde y amplía Lucas Granero en las siguientes páginas.
El ida y vuelta de las preguntas y respuestas con Página/12 también adoptó los modos epistolares, y respecto de la cuestión de las razones del formato del editorial, Ramiro Sonzini acota que, “por alguna razón más o menos arbitraria, cada cambio de década parece ser el momento de repasar la historia reciente y tratar de elaborar algunos diagnósticos. Esto ocurre más allá del cine, en el arte y la cultura en general. Luego de discutir bastante decidimos que lo más justo, honesto y productivo era hacer de nuestra propia historia cinéfila el punto de vista desde el cual pensar la década. De esta manera el trabajo editorial sobre el dossier nos permitió definir (de manera abierta) nuestro canon y al mismo tiempo contar nuestra historia (a nuestros lectores y a nosotros mismos) y poder pensarla críticamente. En este sentido, las cartas nos parecían una forma literaria apropiada para esta especie de narración de la propia historia combinada con una reflexión crítica sobre ella”.
Un texto dedicado al cine de Pedro Costa, más una entrevista con el director de En el cuarto de Vanda; otro sobre las películas del catalán Albert Serra; un diálogo o enfrentamiento posible entre la poética de David José Kohon y la de Rodolfo Kuhn –titulada ocurrentemente “Dos fantasmas recorren el cine argentino”–; sendos artículos centrados en el universo Marvel, el hongkonés Johnnie To y el regreso de Twin Peaks. Todo eso forma parte del dossier, que también se permite una deriva acerca de las formas de acceso y comprensión de las películas, en particular aquellas llegadas desde el pasado. Respecto del lógico eclecticismo a la hora de repasar la década, Lucía Salas responde que “para nosotros, la revista es también como el programa de una sala de cine invisible. Esa es un poco la idea detrás de los dossiers, y también de las notas individuales. La lista es infinita, pero como todas las historias del cine, debe actualizarse y repensarse todo el tiempo. Para este dossier, y su segunda parte que va a estar en el número cuatro, pensamos en algunos sucesos de la década y algunas continuaciones de décadas anteriores: Johnnie To, Hong Sang-Soo, las últimas películas de Albert Serra, un poco de Kaurismaki, Tarantino, Adirley Queiros y un gran número de cineastas brasileños radicales, Ross Sutherland, Albertina Carri y las películas de superhéroes”.
Las 188 páginas del número 3 de “La vida útil” incluyen reseñas de largometrajes recientes como la coreana Parasite y la argentina Lluvia de jaulas, pero la inclusión de textos sobre el cine latinoamericano durante los últimos dos lustros y una entrevista con la historiadora y programadora francesa Nicole Brenez se corren de la lógica que suele imperar en los medios masivos a la hora de hablar de cine: la novedad y la urgencia de los fenómenos coyunturales. Para Lautaro García Candela, “la crítica vive una situación paradojal. Ha conseguido una sofisticación y especificidad nunca vista previamente, con críticos informadísimos y capacitados, pero a la vez su importancia en el mundo cultural es cada vez menor. La crítica en los medios ya no es tenida en cuenta por el espectador silvestre para decidir qué va a ver un jueves de estreno. Internet segmentó a los lectores y atomizó los medios de comunicación. El ejercicio de la crítica lo entendemos como una escritura individual porque sólo así tiene posibilidades de ser intempestiva. Es un poco frustrante porque sobrevive en sitios especializados (como el nuestro) cuyos lectores son personas del mundillo que tiene su materialización en los festivales, en donde convergen críticos, cineastas y programadores. Nuestra tarea, en tal caso, es que ese círculo se haga cada vez más grande, diverso y democrático”.
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