Ada Byron, condesa de Lovelace, se casó con un conde y tuvo parientes aristocráticos en todo su árbol genealógico. Su padre, Lord Byron, fue mártir de la independencia de Grecia, mujeriego compulsivo, deudor serial y uno de los poetas más reconocidos de la lengua inglesa.

Pero no son su alcurnia ni su padre poeta los que definen a Ada. Se destacó por sí misma gracias a su talento para las matemáticas. Su imaginación la llevó a producir un programa de computación, el primer software desarrollado, cuando todavía no había computadoras y las palabras software y hardware ni siquiera existían.

Ada nació en 1815, cuando el mundo se iluminaba con velas y el trasporte más veloz era el caballo. Los cálculos astronómicos y bancarios se hacían a mano, con tablas de logaritmos calculadas manualmente. En ese contexto trabajó Ada Byron. Con la tecnología de la época,  una máquina debía ser puramente mecánica, hecha de ruedas, engranajes y poleas.

Su padre la abandonó cuando Ada tenía cinco meses. Excepcionalmente para su época, su madre la impulsó a estudiar matemáticas y ciencias. Tuvo también el estímulo de Mary Sommerville, que actuó como mentora y ejemplo. Sommerville era matemática destacada, una mujer excepcional que estudió a pesar de que su padre consideraba que “el esfuerzo del pensamiento abstracto dañaría la frágil constitución femenina”.

No era el caso de Ada, ya que su madre quería apartar a su hija de la poesía, para que no heredara los hábitos desenfrenados del padre. Su madre controlaba, pero a la distancia delegó en tutores y la abuela paterna el cuidado del día a día de la niña. El padre partió rumbo a Italia y Grecia y no volvió a Inglaterra. Murió en Grecia, no volvió a ver a Ada que, para aquel entonces, ya tenía 8 años. 

“Encantadora de números”

A sus 17 años, Ada fue presentada en la corte y, en una reunión social conoció a Charles Babbage, matemático y científico con ideas excéntricas. Babbage, que tenía 41 años, estaba empeñado en construir una máquina capaz de hacer cálculos astronómicos y de tabular logaritmos. Ada se entusiasmó con la idea, y Babbage la llamaba su “encantadora de números”. Juntos trabajaron en la máquina de calcular que Babbage estaba intentando construir.

Se trataba, en verdad, de dos máquinas. La primera, más sencilla, llegó a concretarse. La segunda, una versión mecánica de nuestras computadoras electrónicas, quedó plasmada sólo en el papel.

La idea abstracta y el diseño no tenían fallas, pero eran casi imposibles de implementar con la tecnología existente. Se necesitaba todo un frente de avances tecnológicos para que un invento se pueda plasmar en el mundo real. Usando piezas mecánicas, Babbage y Ada estaban en el límite de lo realizable. Cada engranaje debía ser hecho a mano, con gran precisión, lo que multiplicaba el costo en forma sideral. Sin embargo, iban por buen camino. Se han construido réplicas exactas con los planos de Babbage y las máquinas funcionan. La ventaja moderna es que las herramientas para hacer engranajes son mucho más rápidas y el costo baja mucho.

Metafísica y matemática

Ada se dedicó a imaginar usos de la máquina, pero no se limitaba a las matemáticas. Su herencia poética no fue erradicada por completo. Ada se consideraba “metafísica y matemática”, buscadora de verdades ocultas, usando indistintamente la metafísica o las matemáticas como herramientas. Así, especuló con la idea de manejar otras relaciones lógicas, además de números. Imaginó que se podría hacer música manipulando notas, anticipándose en siglo y medio a nuestra realidad cotidiana.

Se casó con William King y tuvo tres hijos. Cuando King heredó el título de conde de Lovelace su nombre cambió a Lady Lovelace y así se la conoce. Se trató con escritores como Charles Dickens y científicos como Michael Faraday, que hizo aportes importantes estudiando la electricidad. Pero faltaba más de un siglo para que la electrónica hiciera posible computadoras como las que Babbage y Ada intentaban desarrollar.

El primer software

El aporte más importante de Ada fue en la programación de la “Analytical Engine”, la máquina más versátil y ambiciosa que había concebido Babbage. La máquina se programaba con tarjetas perforadas, una idea copiada de un telar mecánico de la época, llamado telar de Jacqard. “Podemos decir que la Máquina Analítica teje figuras matemáticas de la misma manera que el telar de Jacquard teje diseños en la tela”. Así definió Ada la idea. En un escrito, desarrolló los pasos para resolver un problema matemático concreto mediante las tarjetas perforadas. Querían calcular una serie de números llamados “números de Bernoulli”, y Ada escribió el complejo programa necesario. En su solución inventó lazos de cálculos recurrentes, y otras ideas que eran totalmente desconocidas, pero que hoy son de rutina para casi cualquier programador.

Se discute si ese fue el primer programa de computación. Babbage mismo había escrito otros antes, pero esto no es lo importante. El programa de Ada fue mucho más complejo que los anteriores. Incluso contiene un pequeño error, un bug, como dicen los programadores ahora.

Por desgracia, nunca se pudo probar ninguno de los procedimientos, ni simples ni complejos. Babbage consiguió financiación del gobierno, pero excedió sus costos y plazos. La constancia no era virtud de Babbage, aunque su versatilidad le permitió hacer aportes en Economía y otros campos. Los costos llegaron a ser mayores a los de construir dos barcos de guerra, al Gobierno le pareció demasiado, y finalmente la máquina quedó sin construir.

Ada Lovelace Byron murió joven, con escasos 36 años, de cáncer de útero. No pudo desarrollar todo su potencial como matemática, pero un siglo antes de las primeras computadoras electrónicas desarrolló el primer software conocido.

Se puede ver en video una réplica de la primera máquina de Babbage (lamentablemente en inglés y sin subtítulos). Se ve la máquina funcionando , el ruido del mecanismo y la operadora que mueve todo a mano.

El “paper” original de Ada, en inglés.

*Javier Luzuriaga es soci@ de Página/12 y fisico jubilado del Centro Atómico Bariloche- Instituto Balseiro.