Cine de pueblo, una historia itinerante    6 puntos 

Argentina, 2009.

Dirección y guion: Sebastián Hermida.

Con las participaciones de José Martínez Suárez, Mario Sábato, Cristian Bernard, Facio Ajenjo, Roberto Sales y Carlos Tellería.

Duración: 62 minutos.

Estreno en Cine.ar

El 17 de agosto del año pasado fue un día particularmente triste para el sector audiovisual argentino. Durante esa gélida mañana invernal se hizo pública la muerte, a los 93 años, de José Martínez Suárez, reconocido director en los ’60, ’70 y la primera mitad de los ’80, luego maestro para varias generaciones de realizadores y, finalmente, uno de los emblemas contemporáneos del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que presidió desde 2010 hasta su fallecimiento. En ocasión del primer aniversario de aquella jornada, la plataforma Cine.ar desempolvó Cine de pueblo, una historia itinerante, un documental estrenado en el Bafici de 2015 –y filmado en 2009– que registra el regreso del responsable de El crack (1960) y Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976) a Villa Cañás, el pueblo santafecino que lo vio nacer, luego de más setenta años de ausencia.

El motivo fue la presentación de una muestra itinerante del festival costero en el cine Dante –reinaugurado especialmente para la ocasión–, cuyo objetivo, más allá de la siempre loable federalización de películas que rompen la hegemonía narrativa de la cartelera comercial, era recaudar fondos para la escuela a la que, antes del Ecuador del siglo pasado, supo ir Martínez Suárez con sus hermanas Rosa María y María Aurelia, más conocidas como Mirtha y Silvia “Goldie” Legrand. Para eso viajó junto a los directores Mario Sábato, Cristian Bernard y Sebastián Hermida, el último de los cuales llevó una cámara para seguir a sol y sombra al agasajado. Se trata, entonces, de un agasajo profesional pero sobre todo personal, puesto que difícilmente el viaje hubiera sido lo que fue sin esa pátina subjetiva, erigida sobre la base de un tendal de recuerdos, que baña las calles cañaseñas.

Cine de pueblo es ideal para exhibir en el marco de un homenaje, pues la propia película nunca esconde su carácter celebratorio. No hubiera venido mal algo más de sutileza a la hora de establecer ese punto de vista, en especial en aquellas escenas musicalizadas por una melodía de piano con una cantidad ingente de notas agudas. Lo que se ve durante la hora de metraje es un hombre calentón aunque dueño de un enorme carisma y una capacidad admirable de comunicarse con múltiples públicos: el mismo que cuando su salud lo permitía presentaba ante una platea de estirpe cinéfila una ingente cantidad de proyecciones en Mar del Plata, aquí habla con un grupo de chicos de primaria que escucha con atención nombres como Kuleshov, Tarkovski y Eisenstein. Cine de pueblo como una película-homenaje, pero también como una sobre la importancia de la divulgación de un conocimiento adquirido a fuerza de pasión y experiencia.

Por fuera de la sala, Hermida acompaña a Martínez Suárez en varias caminatas por las mismas veredas en las que creció. Allí demuestra que los años habrán achacado su cuerpo pero no la cabeza: si Martínez Suárez acostumbraba a enhebrar datos con una precisión superior a la de cualquier algoritmo, aquí hace lo propio recordando qué había en cada esquina, de qué color era una casa y cómo era su vida juvenil. “¿Qué debe tener un buen director de cine?”, pregunta en un momento del film uno de los chicos que, con sus compañeros de colegio, le hace una entrevista colectiva. “Se necesitan tres cosas: salud, paciencia e inteligencia, en ese orden”, responde. Tres pilares sobre los que también se asentó toda una vida.