“Cuando sea grande, me gustaría conocerlos”, soñó Daniel Riera a sus 11 años. Fue el 4 de septiembre de 1981: veía por primera vez en vivo y apropiadamente a Serú Girán, junto a su hermano mayor, alucinados en la cuarta fila del Estadio Obras. “Me partió la cabeza, ahí me di cuenta de que toda mi vida iba a querer ver conciertos de rock”, amplía el periodista y escritor, que junto al colega Fernando Sánchez acaba de publicar García, una recopilación de entrevistas con Charly hechas entre 1992 y 2007.

El libro editado por Vademécum presenta once notas publicadas en su momento por uno u otro cronista -cuando no por ambos-, en medios como las revistas La Maga, Rolling Stone, o Soy Rock. Alguna, incluso, insumió varios encuentros con el artista, y ahora se vuelca con mayor extensión que en la impresión original. “Es muy lindo sentir que hiciste un libro a lo largo de tu vida”, revela Riera. “Teníamos que juntar las partes sueltas y terminar de darle forma. Me parece que da un panorama muy completo sobre Charly”.

Desde una justa intimidad, las conversaciones recortan un tramo en la vida y obra de una de las vacas sagradas de la música argentina. Puede ser el recuerdo de sus nueve años de conservatorio y los conciertos de piano en el salón del Thibaud-Piazzini, el análisis de la métrica de un clásico de The Beatles, o la frenética grabación de Rock and Roll Yo. Son también el reflejo de una relación profesional basada en el respeto mutuo, sea en el contexto apacible del departamento de Coronel Díaz y Santa Fe, o en el paroxismo del combo “sexo, drogas y rock and roll”.

-Son entrevistas hechas en momentos y lugares distintos. ¿Qué termina contando el libro?

-Por un lado, Charly cuenta su vida con sumo detalle. Por otro, relata en tiempo real su presente: el trabajo entre el final de la aparición de Tango 4, la previa a la reunión de Serú Girán, y la cocción de Kill Gil. Son 15 años de su vida. Habla de sí mismo y reflexiona sobre cultura, sociedad, política y arte. Pero también está en acción. Hay dos crónicas: una que lo muestra grabando un disco, y otra en camino hacia un festival de rock bastante enquilombado. Lo vemos en todas sus facetas, el resultado es un abanico grande.

-¿Ninguna faceta quedó afuera?

-Todo lo que queríamos preguntarle, se lo preguntamos en ese tiempo. Nos sentimos absolutamente libres, nunca nos dijo “de esto no hablemos”. La nota del festival Cosquín Rock muestra la faceta que más recogieron los medios en esos años: la más descontrolada, la de Charly rompiendo todo. Incluso en medio de ese vértigo total, él conmigo mantuvo esa comunicación, esa amabilidad. También reflexiona y dice cosas que valen la pena. Hay una escena muy linda, en la cual estamos yendo hacia el festival escuchando música, y Charly habla de Bob Dylan, de la relación entre el tema “Gotta serve somebody” y “Yendo de la cama al living”. Después escuchamos a los Beatles… Aún en medio de esa experiencia descontrolada, su esencia, que es el amor por la música y el compromiso con el arte, aparece siempre. Es lo más lindo de él.

-¿Cómo empezó esa relación profesional?

-En la foto de la contratapa se ve que éramos dos nenes. Yo tenía 21 años y Fer, 22. Para nosotros era cumplir un sueño. Esa primera entrevista (la de marzo de 1992) fue un poco timidona, en su momento sentí que le podía haber preguntado otras cosas. Después hubo más fluidez, más confianza, para la segunda yo estaba un poco más consolidado como periodista, y menos temeroso. Pero nunca escondí, ni en la primera, ni en la última, la sensación de estar frente a un tipo que yo admiraba mucho. Me parece muy pelotudo esconder la admiración por un artista.

-Aún así, no son indulgentes. ¿Cómo se construyó esa confianza?

-No éramos amigos, me parece que se generó esa relación laboral porque sintió que había un conocimiento de su trabajo, un interés en él. Todos esos famosos exabruptos con periodistas, con nosotros no ocurrieron jamás. Al contrario, siempre se mostró súper receptivo, al punto que me permitió ir a la grabación de un disco, o entrevistarlo para una revista como Darwin, que no había tenido ni un número y se iba a repartir gratis en los bares. “Che, sale en tapa, ¿no?”, fue lo único que me preguntó. Me pareció una exigencia lógica de Charly García para una revista hasta el momento inexistente.

-¿De qué cambios pudieron dar cuenta en esos 15 años?

-En la segunda entrevista hay un cambio de perspectiva muy grande de Charly, en relación con la música y la industria del espectáculo. Un cambio que va a signar su segunda etapa. La primera entrevista es previa a la reunión de Serú Girán, donde se enfrenta a una movida gigante, recién salido de una internación. Después de eso, él redefine su relación con la industria. Cuenta, por ejemplo, que en un show en Perú había sido su propio sonidista, que había tocado para miles de personas con una banda armada un día antes, y que había salido bien. De alguna manera, hace un fuck you importante, plantea que es la industria la que tiene que adaptarse a él, y no al revés. Eso da lugar a un período muy interesante de su carrera, que conocemos como “Say No More”, donde por momentos hasta prescinde un poco del formato canción, se permite hacer collages, experimentar con cintas. Se siente incómodo con una serie de mecanismos, los reformula, y da lugar a un trabajo totalmente distinto.

-¿Se puede contar el espíritu de una época desde el retrato de una personalidad tan prepotente?

-Es una figura que trasciende las épocas. Fernando dice que pareciera tener una antena, que capta los hechos sociales y políticos de la Argentina, como dice en “Chipi Chipi”. Sintoniza muy bien con el ánimo colectivo. Lo primero que se me ocurre es: “Tengo los muertos todos aquí/¿Quién quiere que se los muestre?”, Instituciones, 1974. “No te dejes desanimar”, Películas, 1976. Y toda su música de la restauración democrática. No sólo lo que crea, también lo que produce: Los Abuelos, Los Twist, Fabi Cantilo, Suéter… música que hablaba de un cambio de paradigma. Charly regresa a un formato de canción más ordenado en el disco Influencia, que sale en 2002, cuando el país era un caos total. Fue súper bienvenido en ese momento: “Charly, por favor, cantanos una canción, ya tenemos demasiados quilombos”.

-¿Qué huella dejaron estas experiencias en tu trayectoria?

-En una de las notas, Charly dice: “Creo que nadie tiene mayor amor por la música del que tengo yo”. Después, me tocó ver eso en acción. Verlo grabar un disco sin parar para ir al baño en seis días. Hay una ética y un compromiso muy valiosos para quienes nos dedicamos a cosas relacionadas con lo creativo: podés tener o no talento, pero sin eso, no podés ir ni a la esquina.