Desde Washington.En Estados Unidos, las convenciones partidarias se alejaron de lo habitual. En la demócrata, el formato virtual obligó a los organizadores a transmitir una serie de videos que estuvieron más cerca del aviso publicitario que del discurso. La republicana prometía un modelo más conservador para esta semana, con un escenario común al que subieran los distintos oradores. Pero estas noches muestran que el partido de Abraham Lincoln no solo decidió alejarse de las costumbres formales, sino también modificar décadas de tradiciones institucionales.

Para seguir resaltando la figura de Donald Trump como líder, la Convención Nacional Republicana decidió incluir actos que borran las líneas entre lo que pertenece al partido y lo que pertenece al gobierno federal y culminará este jueves nada menos que con el presidente aceptando su candidatura a la reelección desde uno de los jardines de la Casa Blanca.

En los últimos meses, el presidente se ha encargado de hacer de esos jardines un escenario frecuente para sus discursos de campaña. Fue en ese lugar en el que anunció su intención de llevar “ley y orden” al país en medio de las protestas por el asesinato de George Floyd, mientras a unos metros la policía reprimía a los manifestantes. Desde allí ha criticado también a su rival Joe Biden y a varios integrantes del Partido Demócrata.

Ahora, la Casa Blanca es una parte más del decorado de la Convención Nacional Republicana y esta aparición provoca una discusión sobre una serie de problemas éticos y legales. En la segunda noche, fue el espacio para que la Primera Dama, Melania Trump, diera su discurso más importante desde 2016. Por casi media hora, la esposa del magnate ofreció sus condolencias a quienes perdieron a sus seres queridos por la pandemia de covid-19 y se dedicó a elogiar a su marido.

El problema es que en los Estados Unidos existe la ley Hatch, que restringe la actividad política de los empleados públicos. Las excepciones a esta norma, por supuesto, son el presidente y el vicepresidente del país. Sin embargo, el resto de los funcionarios están alcanzados por la regulación.

La Oficina del Consejero Especial (OSC, por sus siglas en inglés) es la encargada de investigar acusaciones contra miembros del poder ejecutivo. Este miércoles, la agencia tuvo que emitir un comunicado de prensa ante la polémica despertada por los primeros dos días de convención. “Hay ciertas áreas de la Casa Blanca en las que la ley Hatch no prohíbe a los empleados federales participar de actividades políticas”, sostuvo. El Jardín Sur y el Jardín de las Rosas son dos ejemplos. “Por lo tanto, el personal federal alcanzado no viola necesariamente la ley al asistir a eventos políticos en esas zonas”, agrega el documento.

Las actividades de la campaña republicana transitan por una zona gris, provocando críticas desde quienes se oponen a Trump. En la búsqueda de mostrar argumentos a favor del presidente estadounidense, la convención decidió incluir en la programación una serie de actos de gobierno que no pertenecen tradicionalmente a estos eventos.

En la segunda noche, Trump perdonó a un hombre condenado a prisión por robar un banco. También encabezó una ceremonia de naturalización de cinco inmigrantes. “Vivieron en el país de forma legal”, destacó mientras presentaba a algunos de ellos.

Las dos intervenciones caen dentro de esos agujeros legales de los que se está valiendo Trump. Los agentes del FBI no pueden participar de actos políticos, pero el que apareció en el video del perdón presidencial ya estaba jubilado. La ceremonia de naturalización ocurrió en un área que la ley Hatch prohíbe, pero la campaña se defendió diciendo que no fue exclusiva para la convención, sino que el video ya estaba disponible desde antes. Todo eso mientras el trumpismo continúa destacando que su candidato es el de la “ley y el orden” y que Estados Unidos es una tierra de promesas cumplidas y de oportunidades si se siguen las reglas.

La aparición más polémica hasta ahora fue la del secretario de Estado, Mike Pompeo, quien apoyó a Trump a través de un video grabado en Jerusalén. Durante décadas, los titulares de esta cartera se habían mantenido alejados del prime time de las convenciones, tanto del Partido Republicano como del Demócrata. Hillary Clinton, por ejemplo, vio desde su casa la nominación a la reelección de Barack Obama en 2012.

En algunos casos, los secretarios de otros departamentos han participado de convenciones, pero siempre sin hacer referencia a sus respectivos títulos o políticas. Pompeo también sostuvo que hablaba a título personal, aunque grabó su video en el corazón de una de las políticas de la actual administración: Trump trasladó la embajada estadounidense en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.

El mayor problema para Pompeo es que, más allá de las tradiciones, su departamento emitió en 2019 un memorándum en el que prohíbe la participación en convenciones. “Los designados por el presidente y confirmados por el Senado no pueden ni siquiera asistir a una convención de un partido político o a un evento relacionado con una convención”, dice literalmente el documento. El secretario de Estado es uno de esos cargos nombrados por el presidente y confirmado por la Cámara alta del Congreso.

Este jueves, la convención volverá a romper una tradición y mostrará a Trump aceptando su nominación desde uno de los jardines de la Casa Blanca. Recientemente, la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, dijo que eso “está mal”. Pero más allá de las cuestiones éticas, la OSC asegura que en este caso tampoco habrá delito.