El taller de fútbol popular que da Micaela Brambilla junto con otros compañeros de la organización La Poderosa en la villa 21 de Barracas, esta semana bramó de tanta emoción acumulada y por todo lo que había que compartir y seguir desandando de esa detención arbitraria que Mica había sufrido el domingo pasado, cuando la Policía de la Ciudad de Buenos Aires -ese monstruo de mil cabezas que hace rato se le escapó de las manos a Horacio Rodríguez Larreta- se la llevó a ella y a un niño que defendió filmando también el procedimiento y los apremios ilegales de unos seis oficiales que lo tenían rodeado, a punto de ser esposado y subido a uno de los patrulleros de la Comisaría 11ª que interviene en esa esquina de Díaz Vélez y Río de Janeiro. La ronda de una veintena de chicos de entre 10 y 15 años, previa habitual antes del entrenamiento donde cada uno relata sus tramas cotidianas, escuchó con atención el relato de la mujer que tenían enfrente para devolverle en espejo esa comprobación estremecedora de que a ellos, sus amigos, amigas y sus hermanos también los cruzaban a cada respiro otros gravísimos hechos de violencia institucional. Tantas veces les pasó lo que a ella, obligada a desnudarse para una requisa vejatoria, en los intentos compulsivos de extracción de sangre, bajo amenaza de una permanencia interminable en calabozos de seccional. Mica se estremeció: esas diez horas detenidas en una celda mugrienta, irrespirable y llena de cucarachas era apenas el portal del que todos los días le hablaban las pibas y los pibes de ese barrio donde milita hace casi tres años. “En sus relatos me recordaban que poner el cuerpo como lo puse el domingo, resistiendo dos detenciones ilegales, la de ese niño de 13 años y la mía, es un asunto cotidiano y espeso que conocen y al que están acostumbrados. Y ahí llegaba yo, todavía con los espasmos del miedo pegados en la piel, a decirles que no pueden esposarlos, que tienen que informarles adónde los llevan y que los policías deben identificarse. Y ahí estaban ellos mirándome casi con ternura y respondiendo `es muy lindo lo que decís, pero la realidad es que todo eso no pasa. Es inaplicable en nuestra realidad`.”

Las y los adolescentes desde hace años les vienen escapando a las salpicaduras de un caldero punitivo destinado a quemarlos y que se derrama con el mismo odio cómplice en una caza de brujas que tuvo a Micaela como víctima reciente y a todas las mujeres detenidas ilegalmente el 8 de Marzo, más palpable que nunca por todos los reclamos que deberán avanzar contra esta cadena de agresiones. Aún se habla de una veintena, podrían ser más, varixs menores de edad, atrapadxs por el arrebato de la violencia policial durante aquel 8M que desnudó un megaoperativo desplegado por lo menos a diez cuadras a la redonda del radio donde transcurrió la movilización. Una práctica similar a los de los últimos encuentros nacionales de mujeres de Mar del Plata y Rosario, y a las de las marchas de lxs docentes, donde hubo policías hasta debajo de las baldozas. Desde diciembre de 2016, las detenciones con la excusa de controlar/proteger el espacio público tuvieron un crecimiento exponencial. La detención de Micaela es otra marca grave porque atentó contra su libertad de expresión, un derecho esencial para visibilizar la violencia institucional.

Claudia Cesaroni, la abogada que representó a Mica, asegura que el caso llegó a tener una resonancia potente por una serie de circunstancias que la rescataron del peligro de convertirse en una detención ilegal más. “Se arman causas todo el tiempo y las autoridades judiciales prefieren creerle a la policía antes que desarmar prácticas ilegales. Pero aquí se demuestra el sistema penal en su clasismo. Sucedió en Caballito, hubo una filmación como prueba, el hecho se viralizó en segundos e intervino rápidamente una abogada con el acompañamiento de diferentes organismos políticos y de derechos humanos. En los barrios populares ocurre la misma situación todo el tiempo, nadie interviene por miedo y la policía tiene total impunidad para inventar causas. Cuenta con un respaldo político institucional para hacer este tipo de cosas.”

A Micaela intentaron armarle una causa de atentado por resistencia a la autoridad, un título vacío que se labra en los expedientes policiales sin el relato que asuma esa figura, pero que sirve para amedrentar a cualquiera que quiera poner un límite a los abusos policiales. “Sembraron miedo”, sostiene Cesaroni. “Haberla obligado a desnudarse para requisarla, hacerla pasar unas diez horas encerrada y la aparición de una médica legista que intentó extraerle sangre son rasgos punitivos  humillantes que agregan humillación a la detención ilegal.”  

Ahora urgen visibilizar las detenciones y torturas, los tratos degradantes sobre niñxs, adolescentes y mujeres, esa oscura vuelta de tuerca oscura del “algo habrán hecho”, dice Mica a voz quebrada por momentos, frente al recuerdo de las muñecas flacas de ese nene al que intentaron esposar. “Uno de los agentes, un tipo enorme y musculoso, llegó a decirme `¿Y si no lo esposo y saca un arma y me mata?`. Lo amenazaban, le decían `cuando yo tenía 13 años pedía pan, no robaba`. Todo fue muy siniestro y morboso.”

De la 11ª salió de noche, con sus hermanos Eugenia y Nicolás. Una multitud la esperaba. “¿Quién sos?”, le preguntó la médica legista, esperando un apellido célebre. Eran Mica y su valentía que se arrojaron a los abrazos extendidos de Nora Cortiñas, siempre Nora en todas las luchas; de sus compañerxs de La Garganta Poderosa y representantes de organismos políticos y de derechos humanos. “Temblé y lloré cuando la vi a Nora, con sus ovarios increíbles. Nos dijo `¡Ahora sigue, sigue, sigue. Lucha, lucha, lucha! Es nuestro ejemplo de que tenemos que seguir peleando. La policía abusa de su poder en la mayoría de los casos y quiere hacernos creer que si hacemos control popular de las fuerzas de seguridad nos van a detener y torturar, como en la dictadura.” 

Desde algunos bordes barrosos de las redes sociales aún le postean contenido basura, como si esas letritas agusanadas pudieran mellarle el coraje de lo que generó. “Me dicen puta de mierda, gorda, para qué intervenís. Se meten con mi cuerpo, disparan prejuicios absurdos y no se detienen a pensar. Es grave que detrás de los insultos haya personas que no conocen sus derechos.” Cree que el combo de arremetidas son material de laboratorio para que el próximo 3 de junio deje de ser masivo. El experimento tuvo su efecto colateral en el ENM de Rosario, durante el Tetazo y en las últimas movilizaciones populares, 8M incluido. “Aunque supongan que amedrentan, estos ataques nos fortalece y posiciona de otra manera para seguir avanzando por nuestros derechos. No nos van a hacer callar ni van a impedir que salgamos a exigir que dejen de matarnos.”