La pandemia del coronavirus expuso un mundo con distanciamiento social posible en el ámbito laboral. La economía de las plataformas, el teletrabajo y el comercio virtual así lo han permitido, aunque la situación no está exenta de mostrar ganadores y perdedores.

El futuro del trabajo no llegó hace rato, como cantaba el Indio Solari. Hace un ratito, a lo sumo. En los últimos 20 años, el avance tecnológico --en particular, en el área de las comunicaciones y la robótica-- produjo una vertiginosa revolución en el ámbito laboral, que la pandemia solo se encargó de acelerar. En las últimas semanas, la polémica tomó vuelo mediático a través de las recurrentes protestas de grupos de trabajadores de las apps de delivery y al fuerte rechazo empresarial a la ley de teletrabajo.

Si llegó hace un ratito ¿lo que se viene en términos laborales será nuevo o formará parte del pasado mediante pedidos de flexibilización? ¿Precarizar el trabajo para agrandar la Nación? Así parece rezar el mantra de las relaciones laborales 4.0. Las consignas de “abrirse al mundo” para crear más trabajo mediante prácticas que lesionan los derechos de los trabajadores es un asunto harto discutido en nuestro país. Sin embargo, esta vez la naftalina huele distinta: la revolución tecnológica agrega nuevos condimentos.

Revolución 4.0 

Llegados al 2020, podemos decir que aquello que comenzó con los primeros años del neoliberalismo --los embates contra el trabajo organizado-- se hizo norma. El trabajo flexible y el “emprendedurismo” cambiaron las formas de entender el concepto de trabajo que se tenía bajo el régimen económico anterior. El empleo permanente dejó de ser lo habitual para ver surgir nuevas formas de contratación, más flexibles, unipersonales, y tercerizadas.

No hay acuerdo entre los especialistas sobre las características del futuro que se avecina con respecto a la relación entre trabajo y tecnología. La automatización de la matriz productiva del mundo, y por ende del empleo, es un fenómeno inevitable. Sucederá, aunque no de igual manera en todas las áreas. Hay sectores en los cuales el empleo crecerá y mucho: los relacionados con las ingenierías, las tecnologías y las científicas, por ejemplo. En contraste, el 39 por ciento de las demás ocupaciones sufrirá procesos de automatización. Los trabajadores que se desempeñan en el grupo de actividades primarias resultan ser los grandes perdedores.

Uno de los grandes inconvenientes de este futuro tecnológico tiene que ver con las nuevas modalidades de trabajo, como es el caso de las apps. En palabras del especialista canadiense Nick Srnicek, en comparación con “los años dorados del capitalismo” (1945-1973) las llamadas “economías de plataformas” emplean muy pocas personas. Por citar un ejemplo: WhatsApp contaba con 55 e Instagram con 13 empleados cuando la compró Facebook por 19.000 millones de dólares mientras que General Motors, en el apogeo del fordismo en 1962, contaba con 605.000 trabajadores propios. Hoy en día, una de las empresas más importantes de este rubro digital en el país, Glovo, se jacta de ser “un espacio virtual donde una serie de actores autónomos hacen sus correspondientes negocios con plena libertad, y sin someterse en modo alguno a una relación de dependencia con la plataforma misma”. Ergo, no se consideran una “empresa de servicios de cadetería” sino un simple intermediario. En los hechos, la realidad es muchísimo más compleja y esto acarrea nuevos conflictos laborales. En los últimos meses, Rosario ha sido uno de esos focos de disputa entre trabajadores y empresarios de las plataformas.

Una carpa, muchos reclamos

Desde hace meses, en la plaza San Martín puede observarse la carpa que simboliza la lucha de los trabajadores precarizados por las aplicaciones de delivery. Al día de hoy, los trabajadores de Pedidos Ya, Rappi y Glovo siguen sin obtener respuestas. Según un artículo publicado en el portal digital Sin Cerco, el 28 de mayo de este año comenzaron a hacerse visibles con más fuerza una serie de reclamos. A grandes rasgos, exigen que las empresas regularicen la situación laboral y que el Estado, en sus distintos niveles, intervenga. El conflicto subyace en la forma en que las apps operan en la ciudad. Así como en el fútbol un gol no es tal hasta que la pelota pase definitivamente la línea de cal, estas empresas de delivery funcionan allí en el límite pero sin ser ilegales. Cualquier persona que quiera trabajar en esta modalidad tiene que costearse sus elementos de trabajo (caja, ropa, internet, mantenimiento del vehículo, etc). Si no se cumple con algunos de estos requisitos, la firma degrada al personal con un descenso en el “Ranking”. Si rechazan viajes de larga distancia les bajan el puntaje, igual que si tardan más en llevarlos. En relación a las medidas sanitarias para prevenir el contagio de covid-19, la empresa no quiso garantizar los elementos de higiene. Gracias a la organización sindical, esta situación se pudo revertir, afirmaron desde la carpa. Los delegados de Rosario atestiguaron que ninguna autoridad se declaró competente para ayudarlos. Los trabajadores afirmaron que ante sus reclamos para obtener un espacio físico para esperar los pedidos, los gerentes de las apps contestaron que debían seguir en las mismas condiciones: utilizando el espacio público. Además, la gran mayoría de personas que trabajan para las tres empresas son monotributistas. Desde su punto de vista, esta es una relación fraudulenta.

Desde la carpa entienden que la precarización es insostenible. Sin embargo, muchos trabajadores que tienen una relación laboral de límites difusos con las apps plantean que prefieren esa condición antes que la relación de dependencia. Esta voz parece perderse en estos debates y debe ser muy tenida en cuenta en el futuro. ¿Qué sucede si, realmente, quieren estar bajo ese régimen antes que tener vacaciones pagas, aguinaldo, licencias, etc.? A propósito de esto, el 4 de agosto se reunieron en el Monumento a la Bandera un grupo de trabajadores autoconvocados de apps que se oponen a la sindicalización y plantean estar conformes como freelancers. Sus razones se fundamentan en un uso independiente del tiempo y el rechazo al control gremial. Más allá de las interpretaciones (como sostiene el otro grupo de trabajadores que realizaron un acampe, la independencia en relación a la app no es tal), estos conflictos aumentarán en el corto plazo y deben ser atendidos.

*Historiador por la Universidad Nacional de Rosario.