Pasaron más de quince años desde abril de 2005, pero Jorge Coscia todavía se acuerda patente de las olas de quince metros de altura que debió sortear el barco que lo trasladó desde la Base Antártica Jubany (rebautizada Carlini en 2012) hasta Ushuaia. El por entonces Presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales estaba a la cabeza de una delegación de cincuenta cineastas que viajó hasta el continente blanco para inaugurar la "Sala del Bicentenario" o "Espacio INCAA Latitud 90", que luego de su clausura en 2018 fue reinaugurado oficialmente este sábado, tal como contó este diario (https://www.pagina12.com.ar/287052-antartida-argentina-volvio-a-tener-cine). Me da mucha alegría que vuelva a funcionar. Siempre vi con mucha tristeza el abandono de esa sala porque se había hecho un esfuerzo muy grande para levantarla”, cuenta Coscia, quien también fue Diputado Nacional, Presidente de la Comisión de Cultura de esa Cámara y Secretario de Cultura de Presidencia de la Nación.

Aquella apertura se inscribió en un contexto de despliegue por todo el territorio nacional –y en algunas ciudades extranjeras– de decenas de Espacios INCAA, salas destinadas únicamente a la proyección de contenidos argentinos. En esa época, asegura el ex funcionario, “se comprendió el valor de estos lugares para la difusión de nuestras películas”. “Entendíamos que el mayor problema no estaba en la producción, algo que logramos triplicar en los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner; el problema estaba en la exhibición. El significado de estas salas era difundir, promover y establecer nuestro cine en todos los lugares que pudiéramos, aprovechando recursos del Estado como embajadas, centros culturales o convenios”, cuenta Coscia.

Sobre los orígenes de la sala más austral de mundo, el ex funcionario del Incaa recuerda que fue un trabajo en conjunto con el Instituto Antártico y la Secretaría de Medios que conducía Enrique “Pepe” Albistur, sobre una idea surgida durante una charla con quien por entonces era Director Nacional del Antártico, Mariano Mémolli: “La sala fue equipada como tal: tenía proyector, equipo de sonido y un piso con declive, butacas y los elementos de seguridad necesarios. No es que agarramos un cuadrado y tiramos sillas, sino que se construyó gracias a especialistas que trabajaron de manera solidaria, permitiendo que el costo fuera muy bajo”.

El Espacio INCAA Latitud 90 está ubicado en una zona donde se concentran las bases de varios países, como por ejemplo las de Uruguay, Chile y Corea del sur. “La cercanía a otras bases afianzaba un carácter cultural muy profundo, que era que la Argentina no solo tuviera una sala sino que pudiera usarse de manera colectiva. Tenía un valor concreto y práctico, sobre todo en un contexto de consumo audiovisual muy distinto al actual. El segundo valor era simbólico, porque significaba que la Argentina tenía una actitud de difusión, defensa y promoción de valores culturales propios, algo que se encarna en una sala de cine. El día de la inauguración vino una delegación desde la base de Corea, y fue conmovedor verla”, concluye Coscia.