El superhéroe está muerto. The Boys (la segunda temporada se estrena este viernes por Amazon Prime Video) aplica esa máxima con dos golpes furibundos. Primero como toma de posición ante el género más exitoso -y saturado- de los últimos años en el terreno audiovisual. En ese sentido, la serie es una réplica muy ácida a las historias sobre vigilantes nocturnos, vengadores, mutantes y sujetos -o alienígenas- con poderes especiales. Y también sucede adentro del relato. En los primeros minutos de esta temporada, se pasa a degüello a un “superterrorista” y de yapa se vela a otro que cayó mientras cumplía con su deber. Sarcástica, cruel, impiadosa y con un humor negrísimo, la entrega concebida por Eric Kripke (Supernatural) vuelve a la carga en estos nuevos ocho episodios.

El título de la serie alude a un grupo de parias que pretende desenmascarar a los que los demás ven como sus salvadores. Butcher (Karl Urban) y su troupe fueron víctimas de las perversiones de este clan con caricaturas a Flash, Mujer Maravilla, Aquaman y hasta Deadpool. ¿Corruptos? ¿Ambiciosos? ¿Sádicos? ¿Perversos? ¿Megalómanos? El combo se destaca por sus vicios pero también por sus virtudes porque, en efecto, logran combatir al “mal”. Presentado así en términos absolutos y con “daños colaterales” hacia los humanos. Los Siete están comandados por Homelander (Antony Starr) quien viene a ser la representación cabal del ídolo que busca el bienestar en “la tierra de los libres”. Aunque, como ya se ha dicho en extenso, este Superman hipertrofiado tiene más Donald Trump y de un predicador televisivo que del exiliado de Krypton. “Encarna muy bien lo terrorífico que hay detrás de la imagen del buen chico americano. Es el tipo de persona que puede ser muy locuaz, convincente y cálido y al segundo te parte al medio con su rayo pulverizador”, sentenció Garth Ennis, el creador del comic que sirvió de base para la entrega.

En esta temporada, The Boys redobla la apuesta con su perversión al código superheróico. Se desarrolla más en profundidad lo que hay detrás del elemento que les otorga a los y las titanes sus cualidades (¿experimento eugenésico?). Otro es el subtexto acerca de una siniestra empresa que busca sacar provecho de la carrera armamentística. Ergo, necesita insuflar paranoia en la población y por eso emplea a The Deep (Chace Crawford), Queen Maeve (Dominique McElligott), Black Noir (Nathan Mitchell), A-Train (Jessie T. Usher) y Starlight (Erin Moriarty). La aparición de Stormfront (Aya Cash) no podría ser más elocuente del tipo de retorcijones que se propone la ficción. Experta en redes sociales y racista 100%, la nueva heroína significa una competencia para Homelander con su prédica en favor de la ultraviolencia. El descaro y la negrura también se expresa del otro lado. Con excepción de Hugh (Jackie Quaid), “Los chicos” buscan venganza apuntalados por la CIA.

Cada vez que puede, Ennis despotrica contra el género popularizado por Marvel y DC. The Boys, en ese sentido, no se destaca por su sutileza o ambigüedad. Como Watchmen –tanto la serie como la novela gráfica- apela al recurso crítico y contestatario pero con una gracia y espesura donde es complejo separar al cinismo del entretenimiento. También hay sexo sucio y desmadrado. Y sangre. Mucha sangre. Un carnaval de hemoglobina frente a la cámara. El líquido espeso y rojo chorreante como estalactitas de una cabeza mutilada, entrañas voladoras, sesos aplastados y huesos partidos. “Si no nos detenemos sólo habrá más sangre”, había dicho el buenazo de Hughie. Y no. Nadie se detuvo.