¿Se puede decir que nos cuidamos? ¿Somos cuidadanos? Por hacer un juego de palabras. Algo que me viene interrogando es si el cuidado es una posición personal, o qué es lo que implica. Últimamente vemos que, por un lado existe una enorme esfuerzo estatal para que tomemos todos los recaudos habidos y por haber, y por otro nos encontramos ante el hecho de que la gente se cuida menos. A mí me llama la atención este fenómeno. Por eso me pregunto si el cuidado puede articularse a la prevención. Fundamentalmente me refiero a los efectos que esta pandemia tiene, y como correlato, las intervenciones del Estado. Ahora bien, lo que parece es que, por más que nos taladren la cabeza con propagandas que apuntan a que seamos responsables y que pongamos en acto las medidas que ya todos conocemos, hay algo que no entra. ¿A qué se debe? ¿Es que no tiene efecto lo que se nos dice? ¿Hay rebeldía? ¿Nos apetece la transgresión? Tal vez sea como ha dicho Freud, que gobernar, al igual que educar y psicoanalizar son tres profesiones concernidas por la imposibilidad. Quizás el cuidado sea más del orden de una posición, o una elección, por lo tanto, excede esta pandemia.
Cuidarse supone en cierto sentido, no habitar la inocencia. No sin razón, muchas veces se suele escuchar la expresión: "¡que inconsciente!" Hay veces que nos hacemos los vivos, y podría pensarse que tal manifestación de viveza hace contrapunto con el cuidado ¿Y si la misma fuera riesgosa? ¿Y si su reverso fuera algo mortífero?

Muchas veces surgen algunas lecturas en el consultorio donde lo que se escucha implica claramente un descuido. Hay diferentes escenarios donde una persona se pone en riesgo, o arriesga demasiado: en la calle, en alguna salida, en el encuentro sexual. Esta última resulta verdaderamente ejemplar. Podría nombrar muchas más.

Hoy nos encontramos ante una situación que deriva en la posibilidad de que nos cuidemos. El cuidado como posición implica cierto registro: de que ciertas cosas tienen valor. Pero este valor no es algo que va de suyo, sino que este precio que se les adhiere remite al hecho de que algo se puede perder. Por lo general no sabemos lo que vamos a perder, incluso nadie lo sabe. Lo que sucede es que muchas veces ignoramos, radicalmente, que puede haber una pérdida en juego.

Estar al tanto de que ciertas cosas se pueden perder no es menor. Contar con ese registro permite no andar por la vida estando jugado, o como suele decirse: sin nada que perder. Ya que no se trata tanto de jugársela, si no de vivir, sin atentar “contra” uno mismo.

¿Que esto nuestro que pareciera que se nos pone en contra? Lo psíquico funciona más allá de lo consciente que se puede ser, y siguiendo a Freud, más allá del placer. Muchas veces lo que nos hace mal resulta placentero, y lo que a priori nos podría gustar puede no hacernos bien: hay personas que dicen no poder disfrutar por ejemplo, y tienen razón, no es tan sencillo a veces. Es en relación a este funcionamiento paradojal de lo psíquico a partir de lo cual puede pensarse que cuidarse no es un atributo de la personalidad, ni depende de la moral. Se corresponde más bien con una posición, o una ética: hay que decidirlo.

“Necesito ver a mis amigos”, “si me tengo que enfermar, ya fue”. Cosas que se suelen escuchar en la clínica. ¿Qué es esa necesidad? Nos preguntábamos con un colega el otro día. Se trata verdaderamente del meollo del asunto, y de las contradicciones de las que es difícil encontrar la brújula. Creo que los lazos no solo son importantes sino constitutivos. Pero podría ser conveniente si uno se interroga en esta necesidad: si la misma no puede ser desplazada, o reelaborada.

El psicoanálisis apunta justamente, sin que el analista tome una posición maternal de cuidar a sus pacientes, a pensar en eso que se puede perder o arriesgar de más. El analista puede advertir si hay un peligro para el paciente, hasta ahí puede llegar su función. Cuidarlo puede resultar un exceso en sus intervenciones.

El cuidado no es sin un costo, no es gratuito, y menos en esta situación, ya que es seguro que esta pandemia resulta angustiante, por lo cual resulta lógico el bálsamo de buscar el encuentro con el otro. Nadie va a negar tal alivio. Por eso cuidarse implica resignar algo. Siguiendo el ejemplo, las amistades son necesarias, por eso uno podría optar por cuidarlas. En esto último reside la creatividad de cada quien.

 

* Psicoanalista.