Aislamiento, cadenas de distribución cortadas, desabastecimiento. Las medidas de prevención para protegerse del COVID-19 afectaron el suministro de alimentos para muchos sectores vulnerables. En Chilecito –provincia de La Rioja–, crece una alternativa que se multiplica por el país: las redes cooperativas creadas por productores, consumidores y organismos estatales se presentan como una solución para reforzar la seguridad alimentaria de amplios sectores de la población. La Universidad Nacional de Chilecito (UNdeC) y la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena de la Nación (SAFCI) buscan fortalecer esta experiencia local que vincula el derecho al acceso a los suministros básicos, lógicas de producción sustentable de la agricultura familiar y redes de cooperación vecinal.

“Con la pandemia se nos complicó todo”, se lamenta Elías Janco, de 32 años, trabajador de la tierra desde que recuerda. Junto a sus padres y hermanos arrienda una finca de cinco hectáreas en la localidad riojana de Sañogasta. Muchos de los tomates, pimientos y otras verduras que cultivan se echan a perder antes de llegar al público local. Janco explica: “Nosotros siempre vivimos de la tierra, pero en el último tiempo los productos no pueden salir y no ingresan agroinsumos ni transporte”.

A 35 kilómetros de allí, en la ciudad de Chilecito, muchos de sus 60 mil habitantes padecen dificultades para acceder a los alimentos. A la situación previa signada por la emergencia nacional, se sumó el desabastecimiento de productos provenientes de otras provincias como consecuencia del aislamiento comunitario. Esa situación, a su vez, repercutió en los precios. Conseguir frutas y verduras frescas y a valores accesibles se volvió una tarea ardua, sobre todo para los grupos de riesgo.

Como respuesta a este panorama, los pequeños productores rurales, apoyados por el Equipo Territorial Chilecito de la SAFCI, articularon una red de apoyo para la comunidad local. Junto con la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNdeC, desarrollan el proyecto “Fortalecimiento de la red de contención alimentaria de la agricultura familiar del Departamento Chilecito”, financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación. El objetivo es apoyar a los pequeños productores mediante un plan integral de comunicación, investigación y formación.

“La ardua tarea de contención alimentaria local no está exenta de dificultades. Una de ellas es la falta de un soporte digital que agilice la coordinación de la oferta semanal y la ubicación de los demandantes de los bolsones”, afirma Clara Olmedo, directora del proyecto. “Además, en la comunidad local hay poco conocimiento de esta red y, por consiguiente, es necesaria una difusión masiva que permita llegar a más personas”, detalla Olmedo.

La agricultura familiar como identidad

Las complicaciones que afectan a las cadenas alimentarias como consecuencia de la pandemia son una preocupación para gobiernos y organismos internacionales. El Informe COVID-19 de la CEPAL publicado en junio advierte que “la caída económica pronosticada para este año repercutiría directamente en la seguridad alimentaria de millones de personas”, especialmente de la población en situación de hambre y de extrema pobreza. En este sentido, la red aportaría su llegada a distintas poblaciones vulnerables: adultos mayores, familias de trabajadores informales, precarios, ocupados y desocupados, comedores barriales y poblaciones de zonas alejadas a las que se les dificulta llegar a los centros de provisión.

Los agricultores familiares representan la gran mayoría de los productores hortícolas del país, y se estima que en el NOA solo el 17 por ciento es propietario de la tierra que trabaja. “Nosotros somos medieros, no es nuestra la tierra –sintetiza Janco–. Un porcentaje de la cosecha se la lleva el dueño y otro queda para nosotros.” La mediería es un sistema de arrendamiento muchas veces señalado como una forma de precarización laboral para los trabajadores agrarios. Ellos aportan su trabajo, las semillas, los insumos necesarios y se encargan de la venta. Usualmente, la ganancia se divide en partes iguales con el propietario de la tierra, de ahí el término “mediero”.

“La agricultura familiar en el norte del país responde a lógicas de producción que se vinculan con la identidad y la cultura de los trabajadores rurales”, señala la ingeniera agrónoma Maricel Ormeño, especialista de la SAFCI y promotora de la red. “Es otro modo de producción, distinto al monocultivo o el cultivo en extensión. Distintas razones los llevaron a tener que agruparse; ellos trabajan en forma asociativa, por ejemplo, para comprar insumos o para planificar las tareas del cultivo”, analiza Ormeño.

Uno de los ejes de trabajo de la SAFCI es apoyar y fomentar el crecimiento de la producción de origen agroecológico, como modelo viable que proporciona bases para la conservación del suelo, el ambiente y la biodiversidad.

Redes de cooperación vecinales

Dentro de la red, los consumidores se organizan en nodos barriales para hacer compras comunitarias. Cada grupo tiene un coordinador que semanalmente se ocupa de tomar los pedidos del resto, organizarlos y recibir los bolsones para que cada vecino pase a buscarlos. Originalmente el programa estaba pensado solo para la entrega domiciliaria, pero el incremento de la demanda llevó a este modo de organización.

Las ventajas para quienes participan de la red están en el precio y la calidad. La compra directa a productores abarata los costos y, como los bolsones se arman en función de la cosecha, se garantiza la frescura. Además, en muchos casos, son alimentos tratados con agroinsumos orgánicos, que surgen de la transición hacia la producción agroecológica. “A los productos que vienen de otros lugares, como los suelos están muy agotados, se les echa mucha cantidad de fertilizantes o insecticidas. Acá casi no se agregan fertilizantes, o se usa abono orgánico, entonces el sabor es diferente”, detalla Janco.

Informe y fotos: UNdeC