Hace algunos años el sociólogo Stuart Hall (jamaiquino en Londres, negro entre anglosajones, disruptivo entre académicos) se preguntaba quiénes necesitan identidad. Su respuesta era tan simple como cruda: quienes no la tienen. O, mejor dicho, quienes no son reconocidos socialmente. La misma pregunta vale para la irrupción, para el hito político, que supone el decreto de Cupo Laboral Travesti Trans. Viene a reconocer algo negado, viene a que una población excluida tome lo que es suyo. Y que les fue arrebatado por la estructura patriarcal y machista.

Ante todo, el Cupo Laboral Travesti Trans es un hecho político que nos habla de la correlación de fuerzas, de la construcción social y de una ética de las prioridades. El decreto presidencial, para qué negarlo, demuestra una voluntad política radicalmente opuesta a, por ejemplo, lo que hemos vivido durante el gobierno de María Eugenia Vidal en provincia de Buenos Aires. Para las personas bonaerensas, el cupo laboral travesti trans es ley desde 2015, pero estuvo desactivado por cuatro años. Por un lado, demuestra un desinterés deliberado. Al gobierno de Vidal no es un tema que le haya importado en lo más mínimo. Por el contrario llevaron adelante políticas que acentuaron la exclusión de las diversidades al mismo tiempo que achicaron el Estado provincial.

Pero además, como una lectura más profunda, hay una definición ideológica. Para un partido de derecha como Cambiemos y sus aliados las diversidades no forman parte de su agenda política, ni sus presupuestos ideológicos ni de sus luchas sociales. Qué podíamos esperar de un partido que se opuso al matrimonio igualitario. Cambiemos ha producido muchas desigualdades, una de esas tantas ha sido por omisión. Omitió a las diversidades cuando fue gobierno y estuvo en contra de sus derechos cuando fue oposición.

Creo que lo que cambió desde aquel 2015 cuando obtuvimos la ley en provincia hasta este decreto nacional es que ha habido una irrupción social y pública de los movimientos transfeministas que es innegable, llevan adelante una verdadera sublevación después de años de mandatos sociales que los excluyeron, los dominaron, los intentaron normativizar. Esa desobediencia hoy se convirtió en una fuerza política imposible de frenar. Se encuentran organizados y con objetivos claros. Tomaron las calles, tomaron la voz pública.

La situación de la población travesti trans es muy crítica y es difícil de diagnosticar por completo debido a la enorme cantidad de violencias que se inscriben en sus cuerpos, por cómo la sociedad las ha vuelto invisibles o las ha empujado al anonimato social. Lo que aumentó en estos cinco años fue la organización y las redes solidarias, eso sin dudas se traduce en un fortalecimiento, ahora tenemos que poner al Estado a la altura del desarrollo de esa fuerza. Esta es una revolución de la identidad y el deseo.

Durante estos días escuchamos voces críticas (y menores) de personas habladas por el machismo. “¿Pero están capacitadas?”, “Ahora hay que ser trava para conseguir trabajo?”. Reclaman la capacitación y el mérito, dos argumentos clásicos del neoliberalismo, para excluir a quienes ya están excluidos y que no han podido completar sus trayectorias de formación formal. Es decir, profundiza la desigualdad. Es decir, propone una doble exclusión. Las personas travestis trans tienen una formación histórica en sus organizaciones y esos saberes que han construido son los que ponemos en valor, su mirada y su experiencia. El argumento en rigor es el inverso: el Estado no está capacitado si no tiene personas travestis trans en sus estructuras.

Somos parte de una misma historia y de un mismo linaje, de una misma desobediencia. Por los nuevos proyectos de vida, por las transformaciones y el renacer de una población insurrecta y libre. Tu nacimiento, es mi nacimiento. Y las victorias siempre son colectivas.

Mónica Macha es Diputada Nacional y preside la Comisión de Mujeres y Diversidades de la Cámara Baja