Nunca recordé como lo hice la mañana del último 24 de marzo, con tanta fuerza, esa frase: “Y esto también pasará”.

Ensayando una obra durante nueve meses en 1978, uno de los ejercicios preparatorios era caminar en círculos repitiendo esa frase todos al unísono (éramos muchos), hasta que se transformaba, creo ahora, en un mantra. 

Entre otras cosas, como ensayar de lunes a viernes e investigar bibliografía, esa repetición, que nos parecía al principio carente de sentido, nos sirvió. Hicimos un espectáculo hermoso, y algunos que nos conocimos ahí nos seguimos queriendo hasta el día de hoy.

El espectáculo fue 1519 Originario, dirigido por Víctor Mayol, y hablaba de la identidad, de un pueblo esperando a supuestos Dioses venidos de otras tierras o mundos o castas, destinados a salvarlos, a civilizarlos, a cambiarlos. Contábamos la conquista de México a manos de Hernán Cortés, basándonos, entre otras cosas, en la obra teatral de Carlos Fuentes, Todos los gatos son pardos. Fuentes contaba en el prólogo de la obra que había nacido a la luz de dos obsesiones: “hace algunos inviernos y muchas noches, Arthur Miller me decía que desde niño, lo que le había fascinado en la historia de la conquista de México, era el encuentro dramático de un hombre que lo tenía todo (Moctezuma) y de un hombre que nada tenía (Cortés)”.

Más tarde, leyendo los escritos sobre el psicoanálisis estructural de Jacques Lacan, encontré esta frase: “El inconsciente es el discurso del Otro”. En cierto modo, de estas dos sugerencias surgió la obra.

Yo, como actriz, era la encarnación de la traición hecha mujer. Era la Malinche. Enamorada del falso Dios invasor, seducida, abandonada, pariendo al Hijo del colonizador, rogándole venganza, bajándole línea, impartiéndole órdenes:”Mata, mata, mata, Hijo de Puta, para que no te vuelvan a matar a tí. Hay demasiados hombres blancos en el mundo y todos quieren lo mismo: la carne, la comida y el culo de esos hombres oscurecidos por el sol”. El clamor de la Malinche, decía Fuentes, es la advertencia del nuevo sacrificio humano.

Fui muy feliz haciendo ese camino, controversia mundial y desapariciones de por medio, ruta que algunos abandonaron y otros fueron eligiendo, hasta que un grupo de actores sobrevivientes al fenómeno que podría denominarse como “ensayamos, investigamos, adaptamos, y nos peleamos también”, se subió a un escenario y disfrutó, durante algunos largos meses, de lo que significaba, en aquellas épocas, hacer tres funciones semanales. Y con dos personas más sentadas en la platea de las que éramos sobre el escenario, la hacíamos.

Cuando en un momento del espectáculo, en el parto, la Malinche decía “tu lucha será triste porque pelearás contra una parte de tu propia sangre. Tu padre nunca te reconocerá, hijito prieto, nunca verá en ti a tu vástago, sino a su esclavo”, vivía cada vez una experiencia muy singular como actriz. Experiencias que no se repiten a menudo. Había una frontera entre la Malinche y yo, que se diluía en una tercera.

Muchas veces durante estos años pasados, me encontré diciéndome “Y esto también pasará”, tratando de no acostumbrarme demasiado tranquilamente a sentirme viviendo en una Patria, para que no se me hiciera natural y como venido de los árboles... Todos sabemos que la frase se refiere a “esto” y que “esto” puede ser tanto la felicidad, como la desgracia, como la rutina, como el vacío, como el dolor, como la alegría, como el fracaso, como el renacer o el morir.

Esto es esto, el tiempo presente en el que decimos la frase; esto es el estado en que lo decimos; esto es nuestra vida ahora, cada vez.

Esto. Sepamos también esto de lo que sucedió el pasado viernes 24. Acostumbrémonos a sentir que la calle es nuestra, porque vivimos aquí.

“Esto también pasará”. 

* Actriz y docente.