Hace algunos minutos finalizó en un canal de TV la película Hanna Arendt, que aborda algunos aspectos de la vida y la trayectoria intelectual de la filósofa, ensayista, periodista y politóloga de origen alemán.

La existencia de Hanna Arendt, como la de la mayoría de las personas, está llena de contradicciones, como ella misma señala en su libro Hombres en tiempos de oscuridad que reúne biografías de Walter Benjamin, Bertolt Brecht, Juan XXIII, entre otros.

La circunstancia de su vida con la cobertura periodística del juicio al criminal de guerra Adolf Eichmann fue una vivencia muy singular.

En efecto, con su libro Eichmann en Jerusalén, Arendt puso en evidencia lo que llamó Banalización del mal. Es decir de qué manera seres mediocres colaboran activamente con planes de exterminio e invocan la obediencia a mandatos y órdenes recibidas de sus superiores. Algo muy frecuente en las estructuras militarizadas. Los juicios morales y el pensamiento crítico y analítico son dejados de lado por estos ejecutores.

Resulta más verosímil para muchas personas considerar que los crímenes más atroces son llevados adelante por personajes "monstruosos", explícitamente perversos y no por "correctos ciudadanos".

Atildados gerentes de "recursos humanos" comunican despidos masivos en empresas, lanzando al abismo del desempleo y la exclusión social. Simpáticas figuras planifican en entidades financieras que exprimen a miles de personas empobrecidas sistemas de créditos impagables. Jueces condenan a quienes ocupan tierras para vivienda y ordenan desalojar por la fuerza, en tanto absuelven a violadores seriales y exitosos empresarios.

La naturalización de la tortura física o psicológica como método es parte de los dispositivos de dominación y explotación.

La propaganda orientada a la aceptación de todo lo antedicho es parte de los mecanismos que ocultan el horror. ¿Qué sino son acaso las largas jornadas laborales? ¿Qué tiene como trasfondo la falaz propuesta de emprendedurismo y las supuestas ventajas y "libertades" del teletrabajo?

Para pensarlo ¿No?