Hace un año el gobierno de Mauricio Macri firmó la capitulación en el juzgado de Thomas Griesa y semanas después empezó a pagar la cuenta reclamada por Paul Singer y otros fondos buitre. Cuatro fueron las promesas oficiales para terminar muy rápido con ese litigio judicial, mal denominado default:

1. Regresar al mundo.
2. Acceder con fluidez al financiamiento externo.
3. Recibir una lluvia de inversiones por la recuperación de la confianza internacional en el país.
4. Bajar el riesgo país, lo que implicaría reducir el costo del endeudamiento a niveles similares de otros países latinoamericanos. 

¿Qué pasó?

La primera definición era un concepto ligero que encubría la pretensión conservadora de subordinar al país a las potencias occidentales, disponer la apertura de la economía nacional, debilitar el Mercosur para alinearse con bloques de libre comercio como la Alianza del Pacífico y congelar las alianzas estratégicas con China y Rusia. La política externa del gobierno viró hacia el objetivo de responder a los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos y Europa. La afirmación de que Argentina estaba fuera del “mundo” formaba parte de la subestimación de analistas conservadores a su audiencia, cuyos miembros en general lo aceptaban con entusiasmo. 

En relación al endeudamiento externo, las puertas fueron abiertas de par en par por el sistema financiero internacional. El año pasado, la Nación y provincias emitieron títulos de deuda en moneda extranjera por más de 50 mil millones de dólares y en el primer trimestre de este año ya se acercan a los 15 mil millones. El negocio de la deuda regresó con mucho ímpetu luego de varios años de sequía porque el anterior gobierno tenía una estrategia de desendeudamiento y no quería convalidar tasas de interés elevadas. Estas tenían incorporados unos puntos adicionales por la intensa campaña de extorsión de los fondos buitre y por el castigo de las finanzas globales a un país con una política económica “populista”.

La lluvia de inversiones no llegó a convertirse ni en garúa. La inversión extranjera directa sumó 4780 millones de dólares al tercer trimestre de 2016, según los últimos datos informados por el Indec. El Cronista publicó que alcanzaría a unos 6000 millones en el primer año del gobierno de Macri en base a la estimación de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales del especialista Marcelo Elizondo. El monto de los primeros nueve meses del año pasado fue la mitad del registrado en el mismo período de 2015, con administración del mercado de cambio y restricciones a la remisión de utilidades. Con libertad absoluta para el movimiento de capitales las inversiones extranjeras disminuyeron, y con una política de control, aumentaron. La convocatoria con discursos amigables al capital para generar clima de negocios ha tenido resultados decepcionantes.

El riesgo país (el diferencial de tasa de interés con la de un bono del Tesoro de Estados Unidos) no bajó luego de que el gobierno entregara todo lo que demandaron los fondos buitre. Ese indicador financiero era de 447 puntos el 3 de abril del año pasado y el viernes se ubicó en 450 puntos. La mejora fue en relación a dos años atrás, cuando era de 630 puntos y de 774 puntos a comienzos de abril de 2014. Estas eran la sobretasa mencionada que se le exigía al gobierno de CFK y que no era convalidada por la política financiera de ese momento. O sea, la reducción del riesgo país se produjo con el triunfo electoral de Macri en el balotaje y con el comienzo de los trámites de la capitulación con los fondos buitre. Después no mejoró nada y se mantuvo en niveles elevados en comparación con otros países de la región.

Riesgo país

Uno de los argumentos preferidos de la legión de economistas del establishment para denostar la política económica del “populismo” era que otras economía latinoamericanas conseguían tasas mucho más bajas en la emisión de deuda. La política económica amigable con las finanzas no está logrando el resultado esperado. El riesgo país (EMBI+) elaborado por el Banco JP Morgan para Argentina (450) sigue por encima de Brasil (275), Colombia (188), México (191), Perú (132) y Uruguay (209). Sólo esta por debajo de dos economías que el mercado financiero internacional hostiliza: Ecuador (655) y Venezuela (2238).

Aceptar todas las condiciones de los buitres y volver a entregar en bandeja el negocio de la deuda a los grandes bancos internacionales (JP Morgan, Deutsche Bank, HSBC, Santander, Citi y Credit Suisse) no depositó a la economía argentina en el mismo lugar financiero que otras latinoamericanas. La banca elogia el rumbo de la política económica del gobierno de Macri pero no lo traduce en un menor costo de financiamiento. Mientras tanto ha emprendido con entusiasmo el negocio fabuloso de comisiones ante la desesperación de emisión de deuda del gobierno para cubrir su cada vez mayor brecha externa. El diario Bae Negocios calculó que el 65 por ciento de la deuda record emitida en 2016 tuvo la participación del JP Morgan y Deutsche Bank, entidades donde trabajaron el ex ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay, y el actual ministro de Finanzas, Luis Caputo, respectivamente.

Los datos de la Subsecretaría de Programación Macroeconómica del Ministerio de Hacienda, utilizando como fuente la agencia Bloomberg, muestran que el riesgo país de Argentina sigue por encima del promedio de los denominados emergentes. En 2016 tuvo una media de 479 puntos versus 383, y en lo que va de este año se ubica en 458 puntos y el resto de los países del EMBI+ JP Morgan, en 342.

Pese a que Argentina tiene mejores indicadores de solvencia financiera (deuda/PIB) y del sector externo y fiscal, aunque en acelerado deterioro, que los de Brasil, la diferencia en el riesgo país sigue siendo desfavorable. En abril de 2015 la distancia era de 230 puntos menos para Brasil, se redujo a 47 un año después para saltar ahora a 122 puntos. La brecha es sorprendente teniendo en cuenta la profunda crisis política del gobierno de Michel Temer, los escándalos de corrupción y el derrumbe de la economía. ¿Los financistas evalúan que la situación política y económica argentina es peor que la brasileña?

El riesgo país de Macri navegando entre los 450 y 480 puntos se ubica por encima de los dos mejores años del ciclo del kirchnerismo en relación con ese indicador financiero, en 2006 y 2007, cuando fue de 342 y 318 puntos, respectivamente. Esos valores estaban igual por encima del promedio de países emergentes y también de Brasil y México. El descalabro de la convertibilidad, el default y la posterior renegociación de la deuda con quita de capital y reducción de la tasa de interés tuvo como consecuencia el castigo financiero de exigir una tasa más elevada para la deuda argentina. No ha cambiado nada con un gobierno pro mercado como el de Macri.

La apertura total al movimiento de capitales especulativos, la eliminación de cualquier tipo de control a la compraventa de dólares y la implementación de la política económica preferida de las finanzas globales no se ha reflejado en una caída sustancial del riesgo país. Esto significa que el gobierno de Macri está pagando tasas elevadas en comparación a otros países para el endeudamiento vertiginoso que comenzó con el pago a los buitres. O sea, al inmenso costo para la estabilidad económica de la liberalización financiera y de cerrar de la peor forma el litigio con los buitres se le debe sumar el creciente costo de una deuda cara. 

¿Cuál fue el saldo entonces de la capitulación a los pies de los fondos buitre? No se regresó al mundo porque el país nunca se había ido; no hubo lluvia de inversiones sino un menor ingreso de inversiones extranjeras directas y una mayor fuga de capitales; se precipitó un endeudamiento externo e interno desenfrenado; y, fundamentalmente, se está pagando una tasa alta en comparación internacional por la emisión de deuda. No es un resultado para presumir de haberse arrodillado ante los buitres.

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