Producción: Tomás Lukin

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Macroeconomía sin rumbo

Por Martín Guzmán *

El endeudamiento del sector público argentino se está volviendo un problema cada vez más grave. Pero en las condiciones actuales pretender resolverlo vía el camino del ajuste fiscal es un sinsentido, pues deprimiría el nivel de actividad, una situación que, además de afectar al empleo, también reduciría la recaudación fiscal. Sería un camino auto-destructivo. Para poder equilibrar las cuentas del fisco, condición necesaria para detener la dinámica de endeudamiento, es necesario aumentar el nivel de actividad sin que sea la política fiscal expansiva la que haga todo el trabajo. Pero las políticas macroeconómicas actuales no están orientadas en esa dirección.

La devaluación de Macri de diciembre de 2015 se trasladó rápidamente a los precios, lo que impidió resolver los problemas de competitividad externa del país, y disminuyó la capacidad de compra de los trabajadores, lo que fue un factor central para explicar la recesión que vivió el país durante 2016. 

Hay sectores de la estructura productiva argentina que son claves para la generación de empleo, especialmente para el segmento de la población con menor entrenamiento formal, que están necesitando mejores condiciones. Tal es el caso del sector industrial. Una apertura brusca, acompañada de las actuales tendencias apreciatorias del tipo de cambio real, sería un combo explosivo para el sector y para la sociedad, pues resultaría en mayores niveles de desempleo y exclusión.

El año que corre marcará caminos. Siendo un año electoral, y en ausencia de una estrategia macro para lidiar con los problemas de competitividad del país, el gobierno tendrá incentivos a usar parte de la capacidad de endeudamiento para darle fuerza a la economía. En el año no electoral que le sigue el incentivo a empujar la demanda vía gasto público será menor. Con esta lógica se crece en los años impares y se cae en los pares. 

Y a los problemas propios que enfrenta el país se le suma un escenario global que penaliza a una dinámica de endeudamiento. La Reserva Federal de Estados Unidos viene aumentando las tasas de interés, y el presidente de los Estados Unidos ha anunciado sus intenciones de recortar impuestos a los ricos y a las corporaciones y de llevar a cabo un programa de expansión del gasto público. Esto llevará a un mayor déficit fiscal en Estados Unidos, lo que implicará mayores tasas de interés en ese país y en todo el mundo. De modo que a Argentina le va a salir más caro refinanciar las deudas que está tomando.

La macroeconomía argentina anda a la deriva. Se está gestando una situación de endeudamiento crítica, y el gobierno no ha dado indicios de ser capaz de delinear un plan sensato para resolver el problema. Lo esperable para lo que se viene es una economía de subibaja. Pero en ese subibaja de la actividad hay algo que sube todo el tiempo: la deuda. Y ese es un camino que si no se corrige indefectiblemente termina mal.

* Investigador de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia. Docente de la UBA y la UNLP.


Espejismos 

Por Ricardo Aronskind *

Los decepcionantes resultados en materia de inversión durante el gobierno de la Alianza Cambiemos no son un fenómeno casual. El actual gobierno sugirió que por la confianza que inspiraría, se produciría una inyección masiva de recursos desde el exterior que dinamizaría la economía nacional lo que terminaría redundando en un mayor bienestar de la población. El imaginario neoliberal implantado desde la dictadura cívico-militar sustenta la esperanza en la inversión extranjera como la principal salida a los problemas argentinos. Si bien esta creencia no se ha verificado en la práctica, la hegemonía ideológica del neoliberalismo sobre capas significativas de la sociedad explica la persistencia de esas fantasías.

Habitualmente se da por sentado que las inversiones extranjeras serían benéficas para la población. Sin embargo, esto no ha ocurrido en los últimos 40 años. Por ejemplo, en los noventa, Argentina recibió un porcentaje elevado de inversión extranjera, pero el resultado fue un mayor índice de desempleo, salarios más bajos, aumento de la pobreza y la indigencia, y mayor inseguridad pública.

Inversión es un tipo específico de utilización de los recursos que se orienta a incrementar la capacidad productiva de la economía. Inversión es instalar fábricas, poner en capacidad de producción recursos ociosos, incrementar los bienes de capital para potenciar el trabajo humano, desarrollar tecnologías que eleven la productividad. 

Sin embargo, la ideología neoliberal ha distorsionado el término inversión hasta hacerlo perder totalmente su significado original. Así, las transacciones financieras pasaron a entenderse como “inversiones”. Si bien las inversiones genuinas necesitan financiación, es erróneo equiparar automáticamente los diversos negocios financieros que existen en la actualidad con “inversiones” que ampliarían el círculo de la producción y los ingresos. 

La llamada “inversión de cartera”, o financiera, es por naturaleza volátil, no requiere mayor viabilidad macroeconómica que la certeza de que, en el corto plazo (seis meses, un año), no habrá ningún sobresalto cambiario. Es lo que ocurre actualmente con el acelerado endeudamiento externo, que no tiene ninguna contrapartida en aumentar la producción, ni la competitividad externa, ni el empleo.

La única inversión extranjera que amplía claramente la capacidad productiva de la economía, es la inversión nueva (greenfield en la jerga internacional), que aporta nuevas fábricas, nuevas instalaciones, nueva capacidad productiva. Esa es precisamente la que la población espera e imagina.  Sin embargo, la inversión extranjera productiva, requiere de un conjunto de condiciones tanto materiales (precios, insumos, logística) como políticas (previsibilidad política para garantizar la rentabilidad en el tiempo), que no surgen mágicamente por las declaraciones de fe y optimismo de los gobernantes. 

Las multinacionales productivas definen dónde invierten en base a cálculos económicos y políticos de largo plazo. En ese plano, Argentina tiene una enorme distancia económica, social y política, con el perfil de países hacia donde fluyen en masa los recursos productivos y tecnológicos de occidente. Y no por malas razones: en otras regiones la vida social está totalmente subordinada a las necesidades de acumulación de las corporaciones. Tampoco todo el espectro político local está domesticado por el neoliberalismo. El problema inversor argentino no es tanto cómo atraer empresas extranjeras, sino cómo aprovechar sus propios recursos -que no son pocos- para construir una economía productiva que sea capaz de satisfacer las expectativas de su población.

* Economista. Area Política del Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS.