La promoción del trabajo productivo y el cuidado de las personas son hoy los dos pilares sobre los que los Movimientos Sociales construyen, desde distintos ámbitos, una salida a la crisis. Con un 40% de la población bajo la línea de pobreza, según últimos datos del INDEC, los estragos económicos de la pandemia de coronavirus resienten el diseño de gestión con que el gobierno de Alberto Fernández, al asumir, inició un camino “para salir de la pandemia del macrismo”, como ironizan las organizaciones. “Porque estamos ante a dos pandemias, la neoliberal que dejó el macrismo, y la del coronavirus”, define Esteban “Gringo” Castro, Secretario General de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), que agrupa al 80% de las organizaciones del país. En el perfil social que procuran, desde los márgenes y desde el Estado, destacan también el acceso a la vivienda “en urbanizaciones que cuenten con asfalto, veredas, agua y luz, porque eso también genera empleo”, aporta Castro.

“Hoy toda la compañerada en los barrios, está dedicada a las tareas comunitarias, a los cuidados y a los trabajos en los talleres, capacitamos y producimos, en nuestra organización en los rubros textil y carpinterías, y tenemos Mercados de Consumo Popular, con precios justos y accesibles, en muchos barrios del AMBA”, explica Dina Sánchez, del Frente Darío Santillán. La Garganta Poderosa pone foco en los niños y apunta a capacitar promotores sociales que, en los barrios populares, asistirán a los niños que no pueden seguir por sí mismos, los recorridos educativos que plantea la currícula formal.

Otros van por la producción agropecuaria en zonas suburbanas donde todavía se puede tener una parcela hortícola. Muchos de ellos son productores familiares integrados a la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra). “En 17 provincias hay unas 16.000 familias que forman parte de la UTT y producen con impronta agroecológica. Es difícil, pero se está avanzando”, detalla a Página/12 Nahuel Levaggi, al frente del Mercado Central.

“La crisis es estructural”, explica Emilio Pérsico, líder del Movimiento Evita y Secretario de Economía Social en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, a Página/12. “La situación es horrible, y como dijo el Presidente, sería mucho peor si el Estado no hubiera tenido políticas activas ante la emergencia. Pero es central entender que de esto se sale con producción y trabajo, los puntos débiles que arrastra la crisis que cada vez se profundiza más”.

Para Pérsico “la salida no es el subsidio, porque no se trata de incluirlos como consumidores sino de producir y valorizar el trabajo”. Habla de mecanismos “como el IFE, los ATP, o salarios complementarios”. Pero el camino no es ese, señala. “Y a las organizaciones, hoy el Estado nos escucha, pero no nos ve” advierte. “Tenemos voz, hay voces, estamos en el debate, pero no se nos ve”, sostiene. Entre sus propuestas lo territorial esta en primer plano. “Hay mecanismos que permitan en cada provincia, generar polos productivos, con características propias de cada región, por eso implementamos un registro nacional, el ReNaTEP (Registro Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular)”.

Ya hay un millón de personas inscriptas. “Sabemos qué hacen, dónde y cuándo lo hacen –puntualiza Pérsico--, con la idea de implementar a cambio de una contraprestación, planes sociales con cuenta bancaria, luego un monotributo que por dos años será sin costo, y luego un monotributo social para los que ya tengan un emprendimiento más sólido y puedan tener obra social, la idea es que puedan independizarse del Estado”, subraya.

“El trabajo que hacemos hoy es fuerte en lo comunitario, el cuidado de los niños y los enfermos, los que no pueden salir por estar aislados, y le ponemos mucha dedicación a los comedores y merenderos”, cuenta Dina Sánchez. “Son en equipos de cuatro personas en dos turnos, para evitar contagios”, explica antes de entrar a una clase virtual en la Universidad de Quilmes. Una Tecnicatura en Economía Social y Solidaria. La que retomó después de su recuperación. Ella también tuvo coronavirus.

En los barrios populares de todo el país “algunas organizaciones responden a Movimientos y otras no --señala Castro--, hay Centros Culturales y Bibliotecas Populares que trabajan mancomunados para atender alimentación y salud, es extraordinario lo que se está haciendo y que protege, pese a los malos augurios, porque existe una red de muchos años que ante una crisis resurge y se recompone, eso sostiene y nos diferencia”. La afirmación tiene raíz filosófica. En torno a la salud, Castro aclara: “el poner en común se desarrolla muy fácilmente entre los que menos tienen, y nosotros aprendimos en la relación con los sectores humildes que la sanación viene de lo que podamos construir comunitariamente”.

Los sectores vulnerables “tienen la experiencia de la crisis a flor de piel y una construcción de sentido puesta en hacer cosas en común” explica el dirigente de la UTEP. Lo contrasta con los anticuarentena y define: “sale un sector a insultar porque no le encuentra sentido a la vida en pandemia, porque tienen un sentido individualista de la vida y puesto en la guita, pero se van a morir igual y no van a poder disfrutar de la guita ni de la vida bacana que hacían... En nuestra experiencia el sentido está en el hacer en común, y eso, marca una diferencia”.

La construcción comunitaria

Construir comunidad parece ser la clave. Para Daniel “Chucky” Menéndez –SOMOS/Barrios de Pie--, eso es central para salir del problema: “Inicialmente el proyecto de gobierno --recuerda-- era resolver las heridas que dejó el macrismo, la pobreza y la desigualdad, el hambre. Y se tenía en agenda el ‘Plan Argentina Contra el Hambre’, porque esa variable que desde el 2000 no jugaba en este país con la profundidad que vemos hoy, volvió a aparecer en los últimos años de macrismo”. En ese contexto el dirigente celebra que “éste Presidente haya entendido que los Movimientos Sociales son parte de la solución y no el problema, por eso desde las organizaciones nos propusimos trabajar desde el territorio y las políticas públicas, en construir comunidad”.

La construcción social lleva a la dimensión comunitaria. Pero es solo en la interacción con el Estado que se puede validar. “En los polos textiles antes hacíamos pintorcitos para niñes –guardapolvos para jardines de infantes--, hoy hacemos barbijos, camisolines, sabanas para hospitales” explica Dina Sánchez. “Capacitamos a las compañeras, las que saben coser enseñan a coser, las que pueden planchar lo hacen, otras embolsan, la economía popular da respuesta, nuestros barbijos tienen aval del CONICET, pero necesitamos tener a quien vender” señala.

El gobierno de Rodríguez Larreta decidió comprar a grandes empresas los textiles de protección sanitaria. “Nosotros exigimos que un 25% se compre a la economía popular”, puntea la dirigenta. “Al Estado le llevamos el reclamo porque entendemos que la situación es catastrófica y sabemos que la decisión es política, queremos que se reconozca la Economía Popular no solo como experiencia de trabajo, sino como experiencia de vida, porque hoy lo que está en juego es la vida”, enfatiza.

Hay cuatro políticas activas para fortalecer la producción desde la Economía Social. Gildo Onorato, al frente de la Federación de Cooperativas de Trabajo del Evita, las enumera: “La perspectiva sanitaria con eje en el cuidado de las personas y en la salud, es una. Alimentos es otra y en este punto hay que tener en cuenta que los Movimientos Populares damos de morfar a dos millones de familias en el país. Otro eje es la continuidad educativa de los pibes en los barrios porque nos preocupa la deserción escolar. Y cómo aglutinador está el trabajo”.

Presente en la memoria colectiva como paradigma político, el trabajo, eje comunitario desde que el peronismo tendió los puentes para construir redes cuando los términos no eran lo que hoy habilita la sociología, Castro destaca: “Si se pudo afrontar cada crisis, es porque tenemos como país, conciencia de haber transitado el peronismo. Hubo pleno empleo, se pasó de una villa a una casa, hay una memoria de la dignidad. Reivindicar el trabajo, que ahora va desde recolectar residuos para reciclado y resguardo del medioambiente a obras de infraestructura está en esta matriz”.

La agricultura como solución

La producción agropecuaria ofrece sus virtudes. “Desde el Mercado –explica Levaggi-- armamos una empresa pública para abastecer a municipios y ministerios con producción de las cooperativas y de pequeños productores. En los próximos días vamos a hacer las primeras operaciones. Hace años lo planteamos y ahora que tenemos el espacio, lo estamos haciendo”.

Levaggi señala que la crisis obliga a políticas innovadoras. “Desde el acceso a la tierra a la transformación productiva hacia la agroecología y la comercialización transparente”. El dirigente explica que comer es caro en Argentina porque se produce a precio dólar. “Hay una situación compleja y en este contexto, casi nada de lo que hagamos alcanza, además en alimentos hay un pendiente estructural del Estado porque no se abastece de la producción familiar, intentamos modificarlo”.

En agregado de valor de manera artesanal hay una ventana de oportunidades. Sin ir muy lejos Pérsico apunta a dos rubros impensados cuando se habla de economía social, que dan empleo y restituyen derechos: cosmética y alimentos gourmet. “En el norte armamos frigoríficos con el INTI –recuerda sobre su gestión al frente de Agricultura Familiar--, donde se elaboraban alimentos con carne de llama que se vendían muy bien, hay mucho para hacer en este país que tiene solo el 8% de población rural. Provincia de Buenos Aires tiene sólo 400.000 empleos en ese sector”. Si pensamos en Italia, reflexiona, que tiene sesenta millones de personas y veinte en lo agropecuario. La perspectiva, con un cambio de paradigma, se torna sostenible.

La sabiduría popular

La historia de los movimientos sociales le da la razón. “Desde que empezamos pensamos en generar trabajo –confirma Castro--, porque cuando te dejan sin trabajo y salís a conseguir lo que se pueda, dejas de considerarte un trabajador”. Pero trabajamos más que otros y tenemos menos derechos. Eso está presente en los compañeros que entraron al Estado y se traduce en propuestas como el Potenciar Trabajo”, que desde Desarrollo Social apunta a capacitar a jóvenes en recuperación de adicciones, y a obras de infraestructura que estima ocupar a 40.000 personas.

“Hay que pensar en repoblar la Argentina con nuevas ciudades, armar chacras donde producir alimentos. Es la visión estratégica que tenemos y queremos compartir, sin poner por delante que no hay guita para hacerlo. Esto no se puede hacer, es lo primero que hay que bajar, y empezar a hacerlo con los recursos que tienen las comunidades y los saberes que tiene los pueblos”. 

El subsidio enferma 


“La política social que apela al subsidio nos mantiene en situación de pobreza, esto significa falta de trabajo y de productividad –explica Emilio Pérsico--, pero desde el Estado se insiste con ese mecanismo, como medida transitoria. Y estuvo bien el IFE, porque la pobreza es estructural. Pero si no apagas el motor del subsidio no se enciende el de la economía popular”, puntualiza. “Subsidiar sin contraprestaciones de trabajo, solo termina enfermando a la sociedad”, sostiene. “Si se piensa en los de arriba de la línea de pobreza, en este sentido, se piensa en la bicicleta financiera. Si lo vemos desde los de abajo, los subsidios son un problema porque se toman como salida para los que se han formado en las crisis. Hay que dar una mano ante esa situación, pero dando trabajo. Son más los recursos necesarios para sostener los subsidios que para formar productivamente. Hay que formar trabajadores que puedan lograr su independencia”.

Cuidar la vida

Hay cinco millones de personas en la Economía Popular. Hacen trabajos productivos y sociocomunitarios. “Pero el mercado formal no ve rentable lo sociocomunitario --apunta Dina Sánchez del Frente Darío Santillán-- cuando hoy tendría que estar en primer plano el cuidado de la vida”. El Plan de Desarrollo Humano Integral que lleva adelante la UTEP, y fue presentado hace un mes, estima la creación de cuatro millones de puestos de trabajo, destaca. Esta propuesta tiene su fuerte entre otros rubros, en la producción alimentaria y las tareas “de cuidado”, un concepto que la pandemia de coronavirus puso de moda y que instala una visión humanitaria referida al trabajo. “Queremos valorizar las tareas de cuidado porque discutimos derechos, no solo distribución de riqueza, y eso permite pensar en un mundo más solidario, sino somos siempre los mismos los que no tenemos derechos y pagamos las consecuencias”, sentencia.