Entre los tantos dramas que produce el coronavirus, está el de los familiares de las víctimas, a veces ocultos detrás de los muertos que se vuelven cifras. Marcos de Fiore, un tatuador de 35 años, despidió a su padre y tuvo una iniciativa muy peculiar, que a lo mejor sin querer los coloca en primer plano. Cuando el hombre todavía vivía, Marcos proyectaba hacerle un tatuaje que diera cuenta del proceso que había tenido que afrontar. Pero tras 20 días de internación Raúl falleció, entonces Marcos se tatuó él mismo. En la muñeca, a modo de homenaje, un corazón con barbijo y una aureola de ángel. Poco después, un post de Instagram generó mucha "identificación" y derivó en una campaña: ahora está regalando el tatuaje a 500 personas que hayan pasado por lo mismo que él.

"Detrás de cada tatuaje hay una historia, así sea uno con un sentido o por gusto. Todo tatuaje es un recuerdo. Una cicatriz", define Marcos, quien tiene su local Reina Victoria Tattoo en las inmediaciones del Parque de Lomas de Zamora y trabaja de esto hace cuatro años. Hace apenas semanas, cuando su padre, Raúl Osvaldo de Fiore (62), estaba internado en el Hospital Llavallol, él tenía pensado crear un símbolo en reconocimiento de su "lucha". "No era uno para batallas perdidas, era una marca de una batalla ganada. Lamentablemente se dio vuelta todo, entonces lo hice como un homenaje a él, por todo lo que vivió y luchó contra este virus", cuenta el joven a Página/12.

De pronto, el interlocutor es su papá: "Quiero que todo el mundo sepa lo que fuiste para mí, que no quede en vano esa pelea, y que la gente tome conciencia de lo duro que es esto. A veces siento que no toma conciencia".

Ya con la nueva cicatriz, posteó una foto en Instagram y un texto que reflejaba la compleja relación con Raúl, un poco desgastada desde la separación de sus padres, hace ocho años. Marcos, admite, tomó partido por su mamá. Y lo recorre esa sensación tan amarga y habitual ante una pérdida: que le quedaron cosas por decir. "Mucha gente se identificó con la relación que tenía con mi viejo, en la relación padre-hijo o viceversa, porque yo en ese posteo ponía que hay que perdonar, abrazarse, besarse. Que no dejemos las cosas para mañana porque la vida no da segundas oportunidades. Al menos a mí no me las dio", se lamenta. 

El post también hablaba de la covid-19, de la internación, la impotencia, la desesperación. Los que estaban del otro lado y habían sufrido lo mismo comenzaron a escribirle. De pronto, eran muchos. Pedían el corazón con el barbijo y la aureola. Marcos sintió la "obligación" de hacer lo que sabe hacer. Pero la campaña surgió, en parte, de la necesidad de les otres. Del trauma colectivo cuyas consecuencias recién empiezan a verse.

"Detrás de cada víctima hay una docena de víctimas más, que es la familia", sentencia el tatuador autodidacta, que viene de los mundos del dibujo y el diseño gráfico. Comenzó a dedicarse a esto "de casualidad". Antes, fabricaba ropa que vendía en un local de Lomas. Una madrugada le entraron a robar; quedó "bajón y sin rumbo". Agarró la máquina y se hizo un diamante en la pierna para practicar líneas. El corazón dedicado a Raúl se suma a una larga lista en el mapa de su piel que incluye un dragón, un Banfield escrito de punta a punta en la espalda --es fan--, una manga, dos gatos y el nombre de su mejor amigo, quien también falleció. Un antecedente que ahora descubre.

Primero diseñó un barbijo con forma de corazón, pero no lo convenció y quiso darle "más contenido" al invento. Recibe los pedidos para hacer el tatuaje por mail ([email protected]). El diseño no ocupa más de cinco centímetros, por lo que el trabajo le resulta "simple y rápido". Lo hace, claro, con protocolo sanitario. Los turnos son de 20, 25 minutos. Va convocando por tandas. Ya hizo una primera, de 30 personas. Además, armó un panel con el logo impreso para que quienes lo visiten escriban el nombre de su familiar fallecido. Un proveedor llamado Nico le da gratis los insumos --sujetos al valor del dólar-- para llevar a cabo la iniciativa.

En la breve sesión pueden surgir comparaciones acerca de cómo fue la enfermedad; en otros casos sólo hay un silencio cómplice. Hay quienes llegan con la mirada extraviada, lo que delata una pérdida reciente. A Marcos lo sorprende la cantidad de nietes que quisieron homenajear a sus abuelos. "Son abuelos que los criaron. De eso vi mucho. Me pareció lindo por un lado, pero tiene su contracara: faltó una figura materna o paterna", analiza. Para algunos de los que lo contactan, este símbolo es su primer tatuaje.

"Sólo los familiares pueden entender lo desesperante que es perder a un ser querido por coronavirus", asegura Marcos. El temía por su abuela. Nunca se le había cruzado por la cabeza la posibilidad de que su padre --sin comorbilidades-- falleciera de covid. En el caso de Raúl, lo que parecía una gripe era coronavirus, con el agravante de una neumonía. "Siempre fue cabezón para ir al médico. Estaba con que era gripe porque todos los inviernos le agarraba una gripe fuerte. Pero después se empezó a complicar con el tema respiratorio; entró al hospital ya en una situación complicada." El resultado del hisopado demoró mucho. Fue tratado con plasma pero no surtió efecto. Estuvo en coma farmacológico. Falleció hace dos semanas y media. Aunque en los últimos días hubiera podido hacerlo, Marcos eligió no despedirlo. No quiso verlo inconsciente. Tampoco cree en los velorios. Es "de esas personas que prefieren quedarse con una buena imagen" de sus afectos.

Dentro de esa imagen no hay rispideces. Lo recuerda como "un tipo súper dado, que siempre tenía una sonrisa, depositaba buena energía y hacía chistes". Atendía un local de ropa para niñes ubicado a la vuelta de su casa. "Nosotros recompusimos la relación pero quedó todo medio ahí. Había una distancia conmigo y con mi hermana más grande. Lo sentíamos nosotros y seguramente él también. Me hubiera gustado que se quedara tranquilo, y yo también. Que supiera lo que era para mí. Todo el tiempo que estuvo internado pedí que saliera para aclararle eso, para demostrarle mis sentimientos", revela el artista. Se comunicaron por videollamada en un momento de la internación, pero él no se animó a decirle nada para que no sintiera que se trataba de una despedida.

Por estos días, al iniciar la campaña, resignificó las sensaciones que tuvo en su paso por Berlín, en el marco de un viaje por Europa para probar suerte: "Si bien no es fea la ciudad, cuando llegué sentí una tristeza terrible. Hablé con la gente, y por lo que pudo darme a entender, la ciudad es así a propósito, para que la gente no olvide lo que vivió y para que no se repita. Lo relaciono con el tatuaje porque es una marca para no olvidar nunca lo que estamos viviendo".