Un grupo de historiadores afirma que el fresco de La batalla de Anghiari que se encuentra en los muros del Palacio Vecchio de Florencia no fue pintado por Leonado Da Vinci. Para los investigadores, el fresco nunca fue pintado y el autor de La Gioconda no llegó a hacer más que unos bocetos.

Se trata de una obra perdida y que ha despertado la atención de varias generaciones de historiadores del arte. Los expertos han analizado la decoración de la Sala de los Quinientos, en el Palacio Viejo, sede del ayuntamiento de Florencia, y donde se supone que Da Vinci debería haber pintado el fresco en 1503.

La leyenda sostenía que Leonardo había pintado La batalla de Anghiari y que el fresco había quedado bajo las capas de otra pintura, obra de Giorgio Vasari, en 1565. Hoy se afirma que Da Vinci nunca hizo la obra.

Al comenzar el siglo XVI, Pier Soderini, confaloniero de la República de Florencia, encargó la decoración de la Sala a varios artistas, entre ellos Michelangelo Buonarotti. La versión original sostenía que Da Vinci había sido el encargado de hacer un fresco que conmemorara la batalla de Anghiari, que enfrentó a las tropas florentinas contra las del ducado de Milán en 1440. La obra nunca apareció y se volvió un misterio a lo largo de los siglos. 

Desde entonces se tejieron varias hipótesis. Una versión señala que la obra se empezó y no fue terminada. Y agregaba que, terminada o no, quedó bajo el mural de Vasari. También se sostuvo que no sobrevivió a las remodelaciones de la Sala de los Quinientos. 

No se sabe a ciencia cierta cómo era la obra en conjunto y lo más aproximado es la réplica de un fragmento del mural, a la que accedió Peter Paul Rubens para un dibujo que se conserva en el Museo del Louvre, en París.

"¿Dónde está la batalla? ¿Qué hizo Leonardo en la Sala Grande? Estos estudios sostienen que Leonardo jamás lo pintó. Perdemos una batalla pero ganamos un consenso científico", dijo hoy Francesca Fiorani, de la Universidad de Virginia, en la presentación del trabajo en la Galería de los Uffizi, en Florencia. 

Fiorani estimó que Da Vinci hizo trabajos preparatorios en el convento de San María Novella, cerca del palacio, y que problemas en la pared lo hicieron desistir de la empresa. La historiadora definió a la obra que no fue como un "Santo Grial de la historia del arte", y defendió "las investigaciones metódicas, inteligentes y rigurosas" frente al  "sueño infinito" de quienes aspiran a encontrar obras perdidas de Leonardo.

"La ignorancia histórica genera monstruos", dijo a su vez Marcello Simonetta, de "The Medici Archive Project", una organización que desde 1990 analiza la correspondencia de los Medici, la más influyente familia en al vida política florentina durante el Renacimiento.

Mientas tanto, Cecilia Frosinini, directora del departamento de Restauración de Murales del Opificio de las Piedras Duras de Florencia, desmintió que hubiera alguien hubiera visto la obra alguna vez. Lo que ocurrió, aclaró, fue que la República de Florencia se quedó con los derechos de la obra en preparación, y como había desembolsado mucho dinero en el emprendimiento, optó por enmarcar un boceto en una pared: eso fue lo que vieron quienes pasaron por el Palacio Vecchio, advirtió. 

En 2012, otro grupo sostuvo que había restos de pigmentos bajo el mural de Vasri y que podían ser de La batalla de Anghiari. En aquel momento, el alcalde de la ciudad era Matteo Renzi, luego primer ministro de Italia, quien impulsó la búsqueda. De hecho, el jefe comunal llegó a permitir que un grupo de investigadores norteamericanos perforaran la obra de Vasari, lo que despertó la crítica de los académicos. Aquella investigación concluyó que había restos de pigmento de pintura negra similar a la de La Gioconda y el San Juan Bautista, cuadros que se hallan en el Louvre. Frosinini, sin embargo, aclaró que "no existe el 'negro Gioconda'" y se refirió a un informe que asegura que esos pigmentos eran de una piedra usada para construir la pared.

En Apologías y rechazos, Ernesto Sabato dejó por escrito que Da Vinci "fue un gran desconocido, y debemos inferirlo de la elusiva melancolía de sus cuadros, de las equívocas y levemente demoniacas sonrisas de sus mujeres y santos, del profundo desprecio que emana de algunas anotaciones de su Diario sobre los hombres y las reuniones mundanas". 

El escritor argentino se preguntó cuál sería el rostro del artista en la soledad. "Podríamos sospechar que tendría algo de horrendo y hasta de trágico. Porque siempre llevamos una máscara, una máscara que es distinta para cada uno de los papeles que se nos tiene asignados en la vida: el de honorable padre o el de sigiloso amante, el del rígido profesor o el del sobornable canalla". Y concluyó que "es muy difícil conocer de verdad a Leonardo da Vinci, pero seguramente estamos más cerca de su desciframiento si acudimos a sus ambiguos hierogramas".