A fines de 2000 en el ámbito de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA un grupo de investigadores y docentes de la Facultad comenzaron a reunirse para analizar la grave situación que atravesaba el país y eventualmente sugerir cursos de acción para encarar los problemas que sin duda enfrentaríamos a futuro.

Las primeras reuniones fueron de siete miembros, pero en pocos días se incorporaron varios colegas que compartían nuestras inquietudes y preocupaciones. Por sugerencia del Profesor Julio H. G. Olivera se designó al proyecto del Plan con el nombre del ave Fénix en referencia al ave mitológica que resurge de sus cenizas.

Es así como el Plan Fénix comienza a reunirse semanalmente en la Sala del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA

Hoy, 8 de octubre, exactamente a 20 años de aquel primer encuentro, remitimos los dos primeros documentos que elaboramos dirigidos a la opinión pública. En su contenido podemos observar que previeron el acontecer de los siguientes 20 años transcurridos.

En la actualidad el Plan Fénix sigue trabajando para aportar a los debates necesarios para la construcción de un país con desarrollo y equidad. Muchos/as colegas lamentablemente ya no están con nosotros/as y les rendimos nuestro homenaje y agradecimiento por haber colaborado en este proyecto; otros/as se han sumado a lo largo de estos años con la misma convicción de aquel entonces de aportar a la fundamental tarea de construir una argentina con condiciones de vida digna para todos/as, una argentina con desarrollo, equidad e inclusión.  

 

 

PRIMER DOCUMENTO

Buenos Aires, diciembre 13 de 2001

El Grupo Fénix a la opinión pública N°1

"Ratificación y actualización de los puntos centrales de nuestras propuestas"

Hace ya más de una década se consolidó en nuestro país un proceso de cambios económicos iniciado en 1976 –salvo breves interrupciones-, con la aplicación del programa que instaló la política neoconservadora recomendada desde los centros del poder económico mundial y asumido como propio por los grupos más concentrados del poder económico local, en particular del sector financiero.

Sus principios establecían que el mercado es el mejor asignador de recursos y la distribución del ingreso, y que el estado debía ser solamente el garante del orden público y del ejercicio de la libertad irrestricta de las decisiones de los actores económicos. Su correlato natural fue que los gobiernos de turno sólo podían realizar políticas de apoyo a los criterios de los mercados y se debía renunciar a la posibilidad de tomar decisiones propias en el mundo global. De no seguirse este criterio, se nos amenazaba con el atraso, el desorden, el desempleo y la pobreza.

Comprobamos hoy que se han cumplido esos vaticinios: tenemos tanto un nivel de desempleo y pobreza sin precedentes como un inédito stock de capitales locales en el exterior y estamos endeudados al límite de la insolvencia, a pesar de las monumentales cifras transferidas a los acreedores externos. Lo contradictorio es que todo ello ha ocurrido justamente por cumplir acabadamente con aquellos principios.

La crisis se debe a las pésimas respuestas a la globalización: desmantelamiento del estado, paridad real sobrevaluada, apertura indiscriminada en el mercado de bienes y capitales, desnacionalización masiva, renuncia a toda iniciativa de política económica y aceptación resignada e irreversible del principio de la convertibilidad, que fue herramienta útil para lograr la estabilidad pero que hoy es una traba insalvable para el desarrollo, y que, por añadidura, nos condena a una recesión y deflación crónicas.

Sus resultados están a la vista: la economía argentina no puede competir en esas condiciones, el tejido industrial está destruido, la inversión se encuentra deprimida y es gigantesco el endeudamiento generado. El estado fue instrumento útil para transferir enormes rentas especulativas, desfinanciar el presupuesto, dilapidar el patrimonio argentino y empobrecer a la mayoría de nuestro pueblo.

El 1º de diciembre último marca un punto de inflexión al entrar abiertamente en crisis el modelo impuesto en estos años y dictarse normas que hasta hace poco habían sido repudiadas enfáticamente. Entre otras cosas, una vez fugados del país los grandes capitales a costa de las reservas, se inmoviliza el funcionamiento bancario y se hace pagar al pequeño ahorrista y a todos los agentes económicos del país, los costos de políticas que sólo beneficiaron a un minúsculo grupo.

 

Simultáneamente y aprovechando la debilidad de las instituciones de la democracia se introducen, entre las medidas financieras, canonjías tributarias en favor de los grandes grupos económicos, al posibilitar la licuación de pasivos a costa del estado –es decir, de todos nosotros-, por montos que todavía no han sido debidamente mensurados.

Cuando formulamos nuestras primeras propuestas, alertamos sobre la inminencia de este desenlace, conscientes de que se nos podía endilgar el estigma de ser “mensajeros del desastre”. Queda claro que la culpa no es del mensajero sino de las causas, autores y contenidos del mensaje.

En estas difíciles circunstancias, el Grupo Fénix ratifica los objetivos centrales de su propuesta: crecimiento con desarrollo y equidad en la distribución del ingreso.

Los instrumentos básicos adecuados para lograr su cumplimiento son:

1º) Asegurar el papel del estado para que, tal como lo han hecho otros países en situaciones de depresión, impulse la economía, contribuyendo a incrementar la provisión de bienes públicos (justicia, salud, educación), así como alentando la iniciativa e inversión del sector privado, en especial de las Pymes.

2º) Instalar el peso como moneda de intercambio nacional en sus tres funciones esenciales: reserva de valor, medida de valor y medio de cambio.

3º) Renegociar la deuda pública en términos de plazos (con un período de gracia), intereses y montos, en magnitudes más decisivas que las previstas en el actual proceso.

4º) Reformar el sistema tributario de modo de impedir la elusión y la evasión, revirtiendo su actual regresividad, derogar las exenciones que privilegian las actividades financieras y reducir progresivamente los impuestos indirectos que gravan la canasta familiar.

5º) Aplicar políticas activas en materia de empleo y, hasta tanto se eleve la ocupación, cubrir las necesidades básicas de los sectores más vulnerables de la sociedad, mediante un seguro de desempleo y formación y asignaciones universales por hijo, revirtiendo drásticamente el retroceso distributivo actual.

6º) Desindexar, desdolarizar y adecuar –sujetando a reglas competitivas- las tarifas de los servicios públicos.

7º) Promover la competencia mediante adecuada regulación en los sectores cuya estructura es oligopólica o monopólica.

8º) Inducir a las filiales de las corporaciones transnacionales a reinvertir sus ganancias y abastecerse de equipos, insumos y conocimientos dentro del país.

9º) Normalizar el funcionamiento del sistema bancario, en el marco de políticas que aseguren los equilibrios macroeconómicos fundamentales.

10º) Mejorar sustancialmente la competitividad de la producción nacional, con el fin de promover el crecimiento dinámico de nuestras exportaciones y la sustitución eficiente de las importaciones, fortaleciendo a la vez la participación del país en el Mercosur.

 

11º) Replantear integralmente el sistema previsional reduciendo drásticamente su costo de administración y las consiguientes rentas, garantizando el acceso de toda la población a los beneficios jubilatorios y eliminando las causas de la evasión.

Rechazamos la dolarización de la economía no sólo por la pérdida de capacidad para desarrollar políticas económicas propias que ello supone, sino por sus enormes efectos recesivos y su regresividad respecto de la distribución del ingreso, independientemente de la baja o nula factibilidad de su implementación. La dolarización no resuelve ni el déficit fiscal, ni el estancamiento del país, ni la corrida bancaria, y cierra las puertas a modificaciones cambiarias futuras en la medida en que acontecimientos externos así lo requieran.

Las políticas cambiarias y monetarias deberán ser tratadas con extremo cuidado para no afectar a los sectores más vulnerables de la sociedad, teniendo en vista el objetivo final de consolidar nuestra moneda.

La solvencia externa es condición necesaria pero no suficiente; el crecimiento económico es condición necesaria pero no suficiente para la recuperación del empleo y la lucha contra la pobreza; estos principios deben integrar cualquier programa de desarrollo que acuerden los actores sociales comprometidos a salir de la depresión actual hacia el crecimiento sostenido con equidad.

En momentos tan críticos las fuerzas políticas y sociales deben hacer un supremo esfuerzo para conciliar y acordar acciones, no de aceptación de las exigencias de los sectores más concentrados del poder económico, sino para orientar la acción hacia esos objetivos, con la seguridad de poder movilizar los enormes recursos materiales y humanos con que cuenta nuestro país.

Los resultados del camino recorrido no deben desanimarnos ni hacernos creer que no es posible rectificar el rumbo. Resurgiremos de las cenizas si aunamos voluntades, asumiendo el protagonismo del presente y recuperando el futuro como dimensión temporal significativa para elaborar nuestra propia estrategia de transformación.

 

SEGUNDO DOCUMENTO

Buenos Aires, enero 12 de 2002

El Grupo Fénix a la opinión pública N°2

"Pensar el país y recuperar su autonomía"

 

Tal como afirmáramos en anteriores ocasiones, la insistencia en la estrategia neoliberal conduciría inevitablemente al desorden del sistema económico, la insolvencia del país y el gravísimo deterioro de las condiciones sociales.

El colapso cambiario y financiero reveló la perversidad de la estrategia neoliberal. Ahora la convertibilidad ya no existe y la supuesta pertenencia al primer mundo ha pasado a engrosar el repertorio de mitos argentinos.

En nuestros documentos de septiembre pasado dijimos que el país estaba desencajado en el sistema internacional como resultado de las pésimas respuestas a la globalización: apertura indiscriminada, desprotección del mercado interno, sobrevaluación cambiaria, pérdida de competitividad, desnacionalización de los principales sectores de la economía y, consecuentemente, una grave e inaceptable distribución regresiva del ingreso. Anticipamos en esa oportunidad que se estaba desmoronando el régimen de contratos, sustento de toda sociedad organizada.

Para rectificar el rumbo, señalamos que era indispensable recuperar el manejo de los instrumentos de la política económica y ejecutar una estrategia de desarrollo fundada en reglas de juego democráticas, con estabilidad y equidad social.

Propusimos – y seguimos proponiendo- un conjunto de acciones tendientes a reducir sustancialmente la vulnerabilidad externa, mejorar la calidad del gasto público, reformar el sistema tributario para darle equidad y erradicar la evasión, ejecutar de inmediato un programa de reactivación y de redistribución equitativa del ingreso, y atacar a fondo y con la urgencia que merece el problema de la pobreza en nuestro país.

En tal sentido, planteamos un cambio estructural de la economía argentina que requiere una estrategia de mediano y largo plazo, para lo cual afirmamos que es indispensable, entre otros elementos fundamentales, recuperar el manejo de la política económica.

Se hace evidente que la esencia de la crisis no radica en el déficit fiscal ni en el costo de la política, sino en la perversidad de un modelo incompatible con el interés del país y su pueblo.

Un cambio de rumbo requerirá adoptar posiciones que refuercen el sentido nacional de las políticas de gobierno, priorizando los intereses de nuestros ciudadanos por sobre los reflejados en humillantes decisiones pasadas, que avasallaron nuestra soberanía como país. En tal sentido, observamos que cuestiones críticas identificadas en nuestros informes, como la reformulación integral de los contratos de los servicios públicos o la situación de las personas de menos recursos y de las PYMES, son también preocupación de las actuales autoridades.

El gobierno tiene la inmensa oportunidad de convocar a la sociedad argentina para poner al país de pie y recuperar grados de autonomía. Se enfrenta, sin duda, a poderosos intereses locales y externos, que no se resignarán a perder posiciones de privilegio ni los espacios de poder que las garantizan. 

Se enfrenta también al gran peligro de que muchas de sus acciones resulten ambiguas e insuficientes para recuperar la capacidad de gobierno del estado y la sociedad argentina frente a intereses sectoriales, superar la situación de extrema pobreza en que vive más de un tercio de la población y encaminar el país hacia un sendero de crecimiento sustentable y equitativo.

El plan que se adopte debe tener, en primer lugar, el respaldo de los argentinos. La crisis de confianza más grave está radicada dentro del país y no fuera. Si se recupera la credibilidad interna, necesariamente mejorará nuestro posicionamiento en el sistema internacional.

Sería un error subordinar el éxito del programa al consentimiento previo del FMI y/o de los acreedores internacionales. Existen en el exterior muchas voces calificadas que comprenden nuestros problemas y comparten nuestra visión de que el país cuenta con los medios para iniciar un proceso de desarrollo sostenido.

La suspensión de los pagos de la deuda no es un motivo de celebración sino otra consecuencia ineludible y a la vez lamentable de la nefasta ortodoxia seguida en el pasado. Sobre la base de dicha suspensión, que descomprime la presión sobre el presupuesto y el balance de pagos, se debe articular un plan de emergencia a partir del cual se construya una estrategia viable que restablezca los grandes equilibrios macroeconómicos, con pleno empleo y una distribución justa de los ingresos.

La política cambiaria debería ser uno de los instrumentos que contribuya a establecer un nuevo sistema de precios relativos que fortalezca la competitividad, estimule la inversión, el empleo y el crecimiento.

Como siempre, abundarán los pronósticos apocalípticos anticipando desabastecimientos, procesos inflacionarios incontrolables, aislamiento internacional y otras calamidades, si el país se aparta de la “sabiduría” neoliberal. Nada de esto es una verdad inevitable, como no lo ha sido el pronóstico de que la moratoria de la deuda conduciría al país al abismo.

Sin dejar de reconocer nuestros múltiples frentes de vulnerabilidad, debemos confiar en el potencial de la Argentina para enfrentar el difícil desafío de compatibilizar la gobernabilidad democrática, el desarrollo sustentable y la equidad distributiva.

Para esto es condición esencial asegurar el papel del estado, para que, tal como lo han hecho otros países en situaciones de depresión, impulse la economía, contribuyendo a incrementar la provisión de bienes públicos (justicia, salud, educación), así como alentando la iniciativa e inversión del sector privado, en especial de las PYMES.

El Grupo Fénix, formado por docentes e investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y de otros centros académicos, ratifica la vigencia plena de sus propuestas en todos los campos y continúa con la tarea que se propuso desde su fundación: pensar el país y el mundo en el que se inscribe, brindando a la sociedad argentina el aporte de la experiencia de sus miembros para enriquecer las visiones con las cuales cada sociedad construye su presente y su futuro.

 

Listado de los integrantes del Grupo Fnix

1. Amiune, José Miguel

2. Arceo, Enrique

3. Aronskind Ricardo

4. Azpiazu Daniel

5. Barbeito, Alberto

6. Basualdo, Eduardo

7. Beccaria, Luis

8. Becker, Victor

9. Bekerman, Marta

10. Bekinschtein, Jose

11. Berenblum, Rubén

12. Calcagno, Alfredo Eric

13. Calcagno, Eric

14. Cimadamore, Alberto

15. Coraggio, José Luis

16. Elustondo, Jorge

17. Español, Paula

18. Fernández, López Manuel

19. Ferrer, Aldo

20. Fridman, Natalia

21. Gaggero, Jorge

22. Gak, Abraham Leonardo

23. García, Alfredo

24. García Tudero, Carlos

25. Gerardi, Ricardo

26. González, Norberto

27. Gutman Graciela

28. Hopenhayn Benjamin

29. Iribarne, Arnaud

30. Katz, Jorge

31. Keifman, Saul

32. Koss, Ricardo

33. Kozulj, Roberto

34. Lascano, Marcelo

35. Lindenboin, Javier

36. Lischinski, Bernardo

37. Longo, Lucía

38. Marcó Del Pont, Mercedes

39. Montagú, Haroldo

40. Müller, Alberto

41. Neffa, Julio

42. Notcheff, Hugo

43. O’Connell, Arturo

44. Oszlak, Oscar

45. Padlog, Mónica

46. Perez Enrri, Daniel

47. Porta, Fernando

48. Rapoport, Mario

49. Rietti, Sara

50. Rofman, Alejandro

51. Ruiz, Julio

52. Sbattella, José

53. Setton, Ariel

54. Schvarzer, Jorge

55. Tomasini, Roberto

56. Treber, Salvador

57. Valle, Héctor

58. Vanoli, Alejandro

59. Vazquez, Mariana

60. Wierzba, Guillermo

Los/as que fallecieron

Azpiazu, Daniel

Barbeito, Alberto

Ferrer, Aldo

García Tudero, Carlos

González, Norberto

Hopenhayn, Benjamín

Nochteff, Hugo

Olivera, Julio H. G.

Padlog, Mónica

Rietti, Sara

Schvarzer, Jorge

Tomasini, Roberto

 

Valle, Héctor