Un consulado argentino es tomado en Alemania por manifestantes en plena Copa del Mundo. El caso de un periodista que con el tiempo resultó un escritor consagrado y pidió cambiar la sede del torneo a Brasil porque sostenía que la junta liderada por Jorge Rafael Videla era antisemita. La preocupación de los militares por un premio de la Paz entregado a las Madres de Plaza de Mayo. El miedo a que subversivos árabes, cubanos y japoneses sabotearan el campeonato en la subsede de Mendoza después de ingresar por la frontera con Chile. Una invitación por carta a los campeones mundiales uruguayos de 1930 como “reparación sentimental” porque su país quedó eliminado en el ’78. Historias como estas aparecen en comunicaciones cifradas, abiertas y desclasificadas por la Cancillería argentina desde 2015. Algunas desconocidas y otras que apenas trascendieron se pueden leer en miles de documentos que solo hay que buscarlos en la página web de la Cancillería vienen a sumarse al acervo del EAM ’78 que está en el Archivo General de la Memoria y entre ambos constituyen lo que podría definirse como una memoria en ampliación donde todavía resta mucho por hacerse.

La última dictadura tomó la organización del Mundial ’78 con la actitud paranoica de ver conspiraciones en todas partes. Mientras eliminaba vidas, suprimía identidades, robaba bebés nacidos en cautiverio y rapiñaba bienes de los desaparecidos, había fabricado su coartada de lo que llamaba campaña anti-argentina. Para contrarrestarla en el extranjero, utilizó el servicio diplomático controlado por la Marina de Guerra y desde Buenos Aires envió órdenes precisas a sus embajadas para establecer un fluido y prioritario intercambio de información. Ya lo había dejado por escrito en el decreto secreto n° 960 del 17 de junio de 1976 que apuntaba a “contrarrestar la acción psicológica emprendida por intereses y grupos extranacionales, dirigida contra el prestigio de la Nación Argentina en el exterior”.

La curiosa invitación a la delegación uruguaya.

Era habitual que cualquier embajador, por ejemplo Enrique Ruiz Guiñazú -acreditado en Bonn ante el gobierno alemán-, recibiera un instructivo estandarizado: “Explotar todos los eventos en los que intervienen argentinos en el exterior (Mundial 78, congresos, actos culturales, etc) buscando mostrar la imagen del país en sus aspectos geográficos, culturales, económicos, potenciales, etc”. Por lo general esas comunicaciones salían desde el Palacio San Martín – en aquella época era la sede de la Cancillería – con la firma del capitán de navío Roberto Pérez Froio, un militar que falleció sin condena en 2013 cuando cumplía arresto domiciliario. Bajo su tutela en la Dirección General de Prensa y Difusión del Ministerio de Relaciones Exteriores trabajaron detenidos desaparecidos reducidos a la servidumbre. Este oficial solía visitar con regularidad la ESMA donde se nutría de esa mano de obra.

Así como enviaba órdenes a las embajadas mediante las cuales exigía trato privilegiado a la política de comunicación para “contrarrestar la campaña de desprestigio que ciertos medios de prensa extranjeros desarrollan en contra de las autoridades nacionales” (algo que sintonizaba con el decreto firmado por Videla), también recibía informes de los diplomáticos que delataban presencias “molestas” de argentinos, sobre todo en Europa.

Ruiz Guiñazú avisó a la Cancillería que el 21 de junio de 1978 un grupo de personas había tomado el consulado en la ciudad de Düsseldorf. Según el embajador, dejaron una pintada que decía: “Fútbol sí, torturas no”. En su mensaje acusó de “negligente” a la policía que asistió para un desalojo que no hizo falta porque los manifestantes se habían retirado en forma pacífica. El diplomático también se permitió aventurar que podrían “recrudecer estas actividades agresivas con motivo de la finalización del Mundial 78 y de algún modo como consecuencia del bajo rendimiento deportivo (del) equipo alemán”. El mismo día de la irrupción en el consulado, el seleccionado dirigido por César Luis Menotti le ganó 6 a 0 a Perú y se clasificó finalista del Mundial.

En otro documento desclasificado que lleva el sello de “secreto” y está originado en Ginebra, se informa a la Cancillería que durante una conferencia de prensa realizada en el Palacio de las Naciones de aquella ciudad suiza, un periodista llamado Marek Halter “luego de ejercer graves críticas al gobierno argentino por su antisemitismo, abogó por el traslado de la sede del campeonato mundial de fútbol 1978 a Brasil o a los países del Benelux”. El denunciado sería con los años el célebre escritor judío nacido en Polonia y radicado en Francia. Autor de la novela autobiográfica La memoria de Abraham que vendió varios millones de ejemplares, sobrevivió al gueto de Varsovia de donde escapó con sus padres en 1941 cuando era un niño. Octogenario, vive en París desde los 14 años y milita aún hoy contra el fascismo. En una entrevista que le hicieron hace dos años comentó: “Comparto mis ideas con millones de personas, pero no es suficiente. Intento luchar por la paz, organicé el primer contacto entre israelíes y palestinos, entre Arafat y Shimon Peres. Traje a Sadat a Israel y lo mataron. Llevé a Rabin con Arafat, que era un buen amigo mío, y Rabin fue asesinado”.

El 14 de marzo de 1980, cuando el Mundial 78 había pasado de largo y ya no era una preocupación para la dictadura, los militares seguían allí adonde fueran a las Madres del pañuelo blanco. La Cancillería le exigía información “urgente” a la embajada en Bonn sobre un “premio de la paz” que habían recibido del obispo protestante Kurt Scharf. Quería los nombres de las dos Madres de Plaza de Mayo presentes en el acto y “demás detalles relevantes”.

Los cables que salían o llegaban a la Cancillería estaban contaminados por la mirada de los servicios de inteligencia. En uno fechado el 7 de febrero de 1978 se da vía libre para que “delegados de la SIDE” puedan “enviar por cable abierto a su organismo información periodística que afecte a las fuerzas armadas o algunos de sus miembros”. Entre los despachos que iban y venían hay uno basado en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA) que no se le hubiera ocurrido ni a John le Carré. Explica en lenguaje de telegrama que “sería inminente ingreso procedente de Chile, y particularmente destino ciudad Mendoza, grupos delincuente (SIC) subversivos serían cubanos, japoneses y árabes, quienes en su mayoría vendrían munidos pasaportes otorgados en Chile, con finalidad desarrollar actividades para sabotear Mundial 78, desconociéndose modus operandi”. Este tema lo cita en su libro El ojo que espía el periodista de Página/12 Juan Ignacio Provéndola. Una investigación sobre el espionaje de la DIPBA al que echó mano el Ministerio de Relaciones Exteriores a partir del golpe de 1976.

Los marinos al frente de la Cancillería no se privaban de nada. El 23 de noviembre de 1977 el vicealmirante Oscar Montes, ministro de aquel momento, le cursó una invitación para asistir a la Copa del Mundo a su par uruguayo a la que llamó “reparación sentimental”. La ocurrencia consistió en que los campeones mundiales de 1930 cruzaran el Rio de la Plata para recibir un homenaje el día del partido inaugural en el estadio Monumental. En lugar del seleccionado que había quedado eliminado en su grupo por Bolivia y no jugaría el torneo, se compensaba a los vecinos con la presencia de sus glorias consagradas 48 años antes en Montevideo.

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