Esta nota comienza con un pedido. A quien esté leyendo y suele comprar miguelitos, pastafrola o maicenas a una señora que anda acompañada por dos nenas, y a veces por otro bebe más chiquito, en la zona de la terminal y detrás del cementerio, que les diga que todo está bien. Quien esto escribe se equivocó, dijo algo de más ese día –hace dos semanas- cuando al despedirse les pidió “cuiden los libros”. 

Eran dos de una colección de tapa dura con ilustraciones, de María Elena Walsh, que les regaló a las nenas. Quien escribe cree que no insistió demasiado en decirles que los libros eran de ellas y quizá por eso no vuelven, quizá los rompieron, los mancharon, los perdieron o algo pasó con los libros, con ellas. 

Bueno, si llaman a su puerta a eso de las 4, 5 de la tarde, díganles eso. Que vuelvan a pasar por aquí, por detrás del cementerio, por la casa de los perros. Ocurre que quien escribe ya preguntó a amigos periodistas, docentes, cómo es el tema de la escuela con chicos cuyos padres no tienen celular y si había, hay, alguna cartilla, libro, manual para ellos, para que no dejen de estudiar, del todo. Y dónde se consiguen. 

Claro, pasa que la previa al regalo de los libros incluyó un mínimo cuestionario. La de 5° grado dijo que lee bien, de corrido, la de 3° que también, aunque miró a su hermanita cuando quien escribe le preguntó cómo le va con el dictado; entonces la más grande le explico “cuando te leen y vos tenés que escribir lo que escuchás”, y la más chica dijo bien, que sí sabe escribir lo que le leen. Después la mamá me dijo lo del celular que no tienen, en realidad tienen uno viejo que no admite whatsapp y web, y entonces no les sirve para las clases virtuales, que las nenas van al Hogar Escuela cuando es normal la situación y ella –la mamá- limpia casas. Claro, no quiere que las nenas estén solas. Viven en San Ignacio, cerca del cerro bola. Todo eso le dijo la señora a quien esto escribe.

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"Ahí hay una nota", dijo Natalia. "Investigó en el Ministerio de Educación cómo están trabajando con esos chicos. Qué respuesta les dan", agregó. Claudia, docente de terciarios, cuenta que en algunos supermercados se podían levantar cartillas de seguimiento escolar elaboradas por Nación. Y que desde Provincia entendía que no había ninguna acción al respecto o, por lo menos, desconocía qué están haciendo. 

Quien esto escribe también desconoce qué están haciendo al respecto. Y agrega que escucha radios locales, ve canales de aire de la provincia y no vio mucho sobre este tema. Prensa del Ministerio de Educación no hace bien su trabajo, o hace bien su trabajo y no hay mucho que decir sobre el tema. Gestión llamaban “al tema” en otros tiempos. El funcionario en cuestión gestionaba los recursos públicos para que los derechos de la ciudadanía estuvieran mínimamente cubiertos.

Nota al pie, aquí: Digo funcionario y no autoridad. Explico, por qué esa palabra me supera. ¿37 años de democracia ya son? ¿Y siguen hablando de autoridades y dádivas y mercedes propiciadas por la buena voluntad de los que accedieron al poder? ¿Cómo accedieron al poder? ¿Fueron acaso bendecidos por algún papa, algún rey en estas, sus colonias? ¿Hay que besar algún anillo cuando estos gobernantes condescienden a caminar por su comarca? ¿A ellos se les ha de derramar alguna cartilla cuando paseen por la villa/ asentamiento/ barrio sin agua/ para que los chicos sin celular puedan, aprendan a leer de corrido? ¿Ellos pasean por esos lugares feos sus majestuosas miradas?

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Yuthiel me escribe con alguna escasa frecuencia. Soy su nexo con Raquel. Raquel ha tenido a bien recibirme como inquilino en su casa. Nos une una amistad de años y la militancia, alguna sobremesa nos ha encontrado discutiendo sobre el cómo de esa militancia. Por eso quizá me dio un lugar para vivir mientras superemos estos malos tiempos de pandemia y de los otros, los otros tiempos. Entonces, me comunico con Yuthiel como telefonista y como militante. Raquel no tiene celular, o tiene uno, pero no lo usa. Por suerte, ya está jubilada y no lo necesita para terminar la primaria. Ella es profesora de Historia y publicó libros importantes sobre Salta y sus historias.

Volvamos a Yuthiel. Lo pude conocer finalmente la noche del miércoles. Ayer, su foto ha salido en los medios y está en las redes. Es joven, tiene el pelo largo y barba. Y una mirada de cansancio. Y las manos no se las vi, tiene los brazos para atrás, las esposas lo obligan a estar en una pose no muy plástica. El 6 de octubre mandó un audio. “Quédate tranquila –dice- estamos bien. Dentro de todo, la seguimos remando y vamos para adelante”.

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Un periodista le hace una entrevista a uno de los asentados que estuvo con Yuthiel cuando lo secuestraron/ detuvieron. De civil, policías. Un auto sin identificación. Los asaltaron, venían de una reunión en el Grand Bourg, habían sido convocados por el gobierno. Los esperaban fuerzas especiales. ¿37 años? Agua, que quieren agua dice ese chango. Para los chicos, para los grandes. Un camión cisterna, algo. Y habla como cuando a un pobre le ponen un micrófono, es directo. El cronista cuenta. El viento se filtra por el micrófono. Y también el ruido que hacen las lonas de las carpas, el plástico de las carpas. Y las voces de las mujeres y hombres en ese lugar que habitan desde hace unos meses.

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Cuando convenimos con la periodista una nota sobre cómo hacen los chicos que ni siquiera tienen la cartilla de seguimiento para no dejar del todo la escuela, también me pregunté qué pasa con los chicos que están viviendo en la toma de Parque La Vega. Claro, es un tema que rebasa los límites de lo legible, de lo visible. Son ilegales. Ilegales son sus madres, padres, abuelos, tíos. Esto de rotular le sale muy natural a la democracia de 37 años de edad. Sectores vulnerables, pueblos originarios, cabecillas, usurpaciones, ilegales, derechos del niño, servicios de salud, educación, justicia, interrupción de calles y caminos.

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Cuando los chicos están desnutridos se enferman. Y a veces mueren. Claro, esa palabra no va con el plural ni con el “a veces”. La muerte le ocurre a un niño por vez. Esta puerta es muy solitaria. Sus cuerpitos no resisten, y pensar que padecen esa condición de miserabilidad desde que nacen, nacen a/en ella. Nacer es un trámite. Y respirar también.

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Quieren –dicen los eslóganes de campaña en la que se ha convertido la política de los políticos profesionales- una Salta inclusiva. Palabra complicada esta. Y más en boca de los que comen todos los días y pueden levantar la mano desde sus casas ahora, vía Zoom. 

Salvo algún escollo mediático que les permite/ conmina por cinco minutos a decir a viva voz ¡el rey está desnudo!, no tienen mayores sobresaltos. Esa iluminación pasa y vuelven a las instituciones y a la capa del rey hermosa y fina y abrigada, hecha de hipocresías y conveniencias. Y aquellos que gestionan desde el Ejecutivo, ¿saben lo que es ver morir a un chico en los brazos de su madre? 

Inclusiva. Una Salta inclusiva. Que incluya a todos los salteños. Salvo a los ilegales. A los que usurpan tierras, espacios públicos. A los que nacen en un rancho de 3 por 3 y se siguen multiplicando, y, claro, son muchos. Rótulos, con pobres abajo. Educación sexual integral, ¿se acuerdan de ese debate? ¿Se acuerdan de la década ganada? ¿Y de la ignorancia, en ese debate, de los funcionarios locales apoltronados en sus prejuicios y tradiciones que no les permitía ver que Salta, sus chicos, necesitan información vital acerca de sus vidas y derechos? En realidad, a la distancia, eran coherentes. Cómo iban a reconocer un derecho, si después tendrían que gobernar preservándolos. No los reconocen, no existen. Castidad y abstinencia, y de eso no se habla. 37 años.

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El miguelito es un pan dulce chico, con dulce de leche. La señora y sus nenas, y el nenito a veces, lo venden a 10 pesos. Hace dos semanas que no vienen. Si los ven, por favor, ¿les dicen que quien escribe necesita comprarles cinco panes? ¿Y que aquí están Cuentopos de Gulubú y Tutú Marambá (ambos de María Elena Walsh) esperándolos?

* Periodista y escritor