Cuando Fran Healy fue papá hace 14 años, decidió que a partir de ese momento toda su energía estaría dirigida a ejercer la paternidad. Víctima de violencia doméstica durante su propia infancia -fue testigo de cómo su padre golpeaba brutalmente a su madre-, su mayor objetivo fue darle a su hijo todo lo que él no tuvo. Desde el nacimiento de Clay hasta hoy siguió siendo el frontman de Travis, pero su involucramiento en la banda a nivel creativo se volvió lateral. La cosa funcionó en estos términos hasta que hace poco, el joven Clay le dijo “papá, ya es suficiente”.

Con 46 años, Healy se encontró repentinamente frente a sí mismo y se sintió descolocado. Pero en lugar de separarse, comprarse un descapotable o tirar todos sus jeans y reemplazarlos por chupines elastizados, resolvió que el cambio personal pasaría por otro lado: volvería a ser no sólo la voz sino también el sentimiento del cuarteto de Glasgow que hace un cuarto de siglo fundó la escuela de rock sensible de canciones simples y profundas que apuntan siempre al corazón. De esa decisión nació 10 Songs, disco en el que Healy toma las riendas nuevamente de la composición y comparte algunas meditaciones a propósito de lo que es llegar a cierto punto de la vida. Y cómo seguir.

“¿Viste cuando te mirás en el espejo y ves algo que te hace dar cuenta de que estás desperdiciando la vida? Me pasó eso. Y pensé que esta vida que tenemos es tan preciosa, ¡es un regalo! Hay que honrarla y hay que seguir. No hace falta salir de tu casa para sentirte vivo”, asegura Healy, que atiende a Página/12 por Skype, de overol y gorra rojos, uniforme oficial del personaje que encarna en el imaginario visual en torno al flamante disco. “El mundo entero está pasando este momento tan particular de la Historia. Estamos todos juntos en esto y nadie está a salvo del todo. A los músicos nos golpea porque no podemos tocar en vivo, pero creo que nos adaptaremos. Somos artistas y eso es el arte: adaptación”.

-Durante las primeras semanas de tu cuarentena en Los Angeles contaste que producir el video de “A Ghost” (una animación dibujada a mano en la que trabajó hasta 17 horas por día) te ayudó a mantener la cabeza alejada de las redes sociales y de las noticias. ¿Cuál creés que es la función del arte en estos momentos que vive el mundo?

-(Piensa) Creo que el arte es lo más importante que tenemos. Si vas a la era prehistórica, la manera de saber que existimos es gracias a las pinturas rupestres y las pequeñas esculturas que quedaron. El arte es lo que sobrevive a todos. Y no tiene que ser una cosa material. Puede ser un concepto, una idea. La música es muy especial en ese sentido. Lamentablemente, hay quienes piensan que no es tan importante, por eso los departamentos de arte de las escuelas reciben tan pocos fondos. Eso ocurre porque el mundo está gobernado por personas que tienen otra conciencia. Pero eso va a cambiar. Quizá demore muchos años, pero creo que estamos evolucionando. Hay un 50% de personas yendo para adelante y otro 50% que quiere quedarse donde está. O peor: volver para atrás. Pero ir para atrás no es una opción, porque todo se mueve en una dirección, así que o te subís al bus o estás muerto. Y el arte es una pieza muy importante en ese movimiento: es el lenguaje que hace feliz a las personas.

-En 10 Songs existe una especie de conversación entre temas en ese sentido: en “A Million Hearts” hablás de lo difícil que puede ser algunas veces dejar ir algo o a alguien. Y en la siguiente canción, “A Ghost”, decís “viví tu vida, no pierdas el tiempo”, como arengando a… dejar ir, a avanzar. ¿Fue a propósito o simplemente ocurrió?

-No, no fue hecho a propósito, pero es una observación interesante. Creo que las canciones hablan solas, porque vienen de mis lugares más profundos, de algún momento preciso en mi vida y muy personal. Todo el álbum dice lo mismo. Habla de una oruga que se convierte en mariposa. Si ponés un micrófono sobre una oruga mientras se transforma, este es el sonido que va a hacer.

-La palabra “ensayo” aparece recurrentemente en el álbum. ¿Qué aspectos creés que comparten la vida real y la performance artística?

-¡Todo! ¡La vida imita el arte! La vida es una performance. Miramos a nuestros padres cuando somos pequeños y aprendemos comportamientos de ellos. Todos los comportamientos humanos son actuaciones, ficciones creadas en las que creemos de manera colectiva. El concepto de tiempo es ficción. ¡El concepto de país es ficción! Creemos en que esta bandera representa a nuestro país. ¡Y nuestros jóvenes pelean por esa ficción! La vida para mí es un gran acto. Y la música es más real que la vida. Porque, ¿viste lo que te pasa cuando escuchás una canción y te toca profundamente? Sentís algo, como que Dios entró dentro tuyo. No creo en Dios, pero creo que la música es la cosa más cercana que tenemos a eso.

-En un texto que publicaste en The Guardian hablaste de la actividad de escribir canciones y la comparaste con el avistaje de aves. ¿Escribir canciones es un acto de paciencia y contemplación?

-No creo que escribir canciones sea un acto creativo, porque esencialmente estás sentado, esperando, mirando, en silencio. Estás ahí hasta que algo ocurre. Imagino a alguien sentado en la jungla: esa persona espera y espera, y de repente aparece algo. Sólo se ve una partecita pequeña de ese algo, que inmediatamente desaparece, pero se ve el tiempo suficiente. Es una criatura mitológica de la que acabás de conocer el pico o una pluma… Y ahí es donde te ponés creativo: cuando rellenás el resto del cuerpo con tu imaginación. Pero el descubrimiento no es creativo, simplemente ocurre. Todo el mundo puede hacerlo. Todos lo hacíamos cuando éramos chicos. Y después, ¿qué pasa? Lo perdemos cuando vamos a la escuela.

-Compusiste canciones sobre el amor, la familia, la felicidad, la esperanza, la tristeza, la violencia doméstica y la guerra. ¿Hay algún tema sobre el que no escribirías?

-No. Y es curioso, hay temas que aparecen encapsulados dentro de mis canciones, pero eso es porque están ahí y siempre hablo desde mi experiencia. No creo que Chris Martin alguna vez haya cantado una canción sobre violencia doméstica. Quizá pueda hacer un planteo anti guerra, o algo así, pero sería como una postal, un panfleto, ¿entendés? En mi caso, las canciones me ayudaron a lidiar con algunas cosas que me pasaron en la vida. Para mí, ese es el objetivo de todo esto. Y también lo siento desde el punto de vista del oyente, cuando escucho una canción que me toca, que me habla directamente, que dice algo que tenía en la punta de la lengua y no podía poner en palabras… ¡eso es lo maravilloso de las canciones! Vivimos en un momento en que todo es superficial y nada es sobre nada, pero todavía descubro canciones que me sorprenden y me emocionan. Somos muy afortunados de tener la música.