“Sabemos que la pérdida de la memoria hipoteca el porvenir.”  Eduardo Galeano.

Querer cambiar la celebración del día del futbolista en nuestro país, es querer borrar parte de nuestra historia futbolística, parte de nuestra memoria histórica que nos permite saber cómo somos y por qué somos lo que somos. Cuál es nuestra identidad, en definitiva.

Por eso los desmemoriados, malintencionados o simplemente ignorantes, siguen preguntando socarronamente "C¿uál es la nuestra?". En algunos casos como si no lo supieran y en otros porque en realidad no lo saben. En ambos casos le dan una patada inmerecida a nuestro antepasado futbolístico que no es ni mejor ni peor que otros. Es nuestro, sencillamente. Es la causa por la cual somos lo que somos en fútbol, aunque ahora la cosa está muy confusa.

Y ahí encontramos otra razón para oponernos al cambio del día del futbolista en Argentina. Precisamente la historia sirve para aclararnos los tantos en tiempos confusos.

Aquel 14 de mayo de 1953, Grillo utilizó el engaño (el concepto básico más importante de este juego, nacido en los potreros) para gambetear a todos los ingleses que le aparecieron por el camino (“siempre digo uno menos” decía Grillo con picardía) y cuando el arquero inglés esperaba un centro, tiró al arco con la derecha, desde un ángulo casi imposible, para hacer el gol histórico que permitió, con otro gol suyo y uno de Micheli, ganarle por primera vez a los dueños de este invento.


Ese día el fútbol argentino registró internacionalmente su identidad. Todo el mundo supo entonces cómo éramos y nosotros supimos que siendo como somos le podíamos ganar a cualquiera. Ese es, en parte, el significado de aquel gol de Grillo. Tiene que ver con nuestro orgullo futbolístico. ¿Qué necesidad hay de faltarle el respeto a nuestra historia, borrando de la memoria ese acontecimiento tan lindo y tan importante?

Maradona merece todos los homenajes que se le hacen y se le harán, por supuesto. Y todo nuestro cariño y agradecimiento. Pero no olvidemos que Maradona es la continuación de Moreno, de Labruna, de Sastre, de Sívori, de Bochini, de Grillo y de tantos otros que fueron escribiendo las páginas más gloriosas de nuestra historia. Aquellas que nos llenaron de emoción y de alegría.

Recuerdo ahora una de las frases más ocurrentes que decía Perón en cada circunstancia. “Para ser modernos, no hace falta tirar a un viejo por la ventana todos los días”, dijo con toda razón. Goethe fue un poco más delicado para decir más o menos lo mismo: “Para ser moderno hay que ser hijo de la tradición”.

En vez de ser irrespetuosos con nuestra historia, se podría establecer otra celebración con el día del triunfo ante los ingleses en el Mundial del 86. Por ejemplo rendir homenaje al mejor gol de la historia de los mundiales. O al gol que alguna vez todos soñamos hacer y que Maradona hizo realidad. O sea, recordemos ese día como el día del gol. O el día de la gambeta.

También sería un motivo más para sentirnos felices con nuestra identidad sin necesidad de despreciar nuestra propia historia. Estaría bien que entre todos, incluido el propio Maradona, impidamos que este atropello a la historia se concrete.