La antiquísima metáfora del “culo roto” renovó su vigencia desde el año pasado, más precisamente desde la sucesiva e interminable ola de tarifazos durante la gestión de Cambiemos. “Nos están haciendo el orto” fue el leitmotiv durante todo el 2016. Entonces muchos protestaron y levantaron sus voces en defensa del sexo anal: ¡Que te cojan es hermoso! ¡Por qué para decir nos están haciendo mierda la economía doméstica se dice que nos la están metiendo por atrás? Este año la expresión se usó bastante menos, probablemente -siguiendo con la metáfora- porque el ojete de la ciudadanía ya está lo suficientemente dilatado y lubricado. 

Tal parece ser el caso de Carlos Alberto Reutemann, que durante una entrevista donde se le preguntaba por qué se había bajado de la candidatura a la presidencia en las elecciones de 2002 contestó: “No vi un fantasma, nadie me amenazó, ni me sacó en paños menores. Alguien dijo que me mostraron una foto en una posición incómoda en los hangares del aeropuerto de Sauce Viejo. Si hay algo que tengo sano, es el culo.” ¿Se tratará de una alusión al episodio que vivió en 1993 el por entonces gobernador puntano Adolfo Rodríguez Saá, cuyo culo fue tema de tapa de todas las revistas? Todos se preguntaban por el video hot con el que intentaron extorsionarlo y que nadie vio “¿Se le introduce el consolador en el ano al gobernador?” La sospecha sobre la integridad de su ano, sin embargo, no impidió al gobernador puntano llegar a la presidencia. Breve, de siete días, pero presidencia al fin. 

Cuidá la colita de tu bebé

Días después de la homofóbica frase de Reutemann (al fin y al cabo con la perífrasis perianal no quiso más que decir que él no era un maricón, en el sentido figurado del epíteto que entre machos alude a la cobardía y a la pérdida de la dignidad), leemos en las redes sociales otra frase homofóbica aunque, a mi entender, fue pronunciada con la mejor intención gay friendly del mundo por la actriz Georgina Barbarossa. Después de aclarar que tenía un montón de amigos gays, declaró a la revista Pronto: “Con el tiempo aprendés a hablar con los chicos, justamente para no trasmitirles tus miedos. Yo pensaba que iba a tener algún hijo gay porque soy una madre fuerte. Hablé de esto en terapia. Pero tuvieron un padre muy presente, a pesar de que se fue cuando ellos eran chicos”. Más allá del estereotipo de la “madre fuerte”, que quién sabe qué querrá decir en la visión de mundo de Georgina, el miedo a tener un hijo gay es moneda corriente. Alguien puede tener un montón de amigos homosexuales, apoyar el matrimonio igualitario y otras causas de la comunidad lgttbi, aunque no por eso le sería fácil enterarse de que su hijo es gay. 

“Vasco -sigue Georgina para reafirmar que sus hijos, mellizos de 29 años, son bien hombrecitos- llevaba a los chicos al colegio, los buscaba, compartían muchos juegos; había uno que se llamaba El club de los valientes y era sólo para varones. Me daba un poquito de celos. Iban en el auto escuchando Pink Floyd, Toto, Yes. Yo vivía rodeada de gays, así que cuando nacieron, lo primero que les regaló mi marido fue una camiseta de River y una revista Playboy”.

Sano por siempre

¡Basta de homofobia! El culo del culeado no es necesariamente un culo roto ni un culo enfermo. Si el sexo anal se practica con cuidado, lubricante y paciencia, no puede dar más que satisfacciones. Poetas de ayer y hoy le han cantado al culo desflorado: “Oscuro y fruncido como un clavel violeta/respira, tímidamente oculto bajo el musgo;/ el licor del amor todavía lo humedece/ y fluye por el leve declive de las nalgas” cantaban a dos voces Rimbaud y Verlaine. También Allen Ginsberg pide a la vida, en su poema “Esfínter”, que su culo “activo, anhelante, receptivo al falo/ botella de coca, vela, zanahorias/ plátanos y dedos” se mantenga sano y receptivo durante la vejez.  Canta el poeta beatnik: “Los viejos sufren todo tipo de achaques/ Cuello, próstata, estómago, articulaciones./ Espero que mi viejo orificio se conserve joven/ hasta la muerte, dilatado”. Amén.