De este lado los frentes de las casas bajas de ladrillo y techo de chapa está ese nene de cuatro años que junta cartuchos que ordena en una fila como los efectivos que avanzan más allá sobre los ocupantes de ese campo fiscal donde levantaron sus tiendas y casillas y ahora después del fracaso de las negociaciones entre sus representantes y los funcionarios del gobierno provincial mientras se oyen los disparos a quemarropa y los taponazos de los gases lacrimógenos nublando el aire temprano de esta mañana al imponer el desalojo de las familias desoladas que no resisten el embate de los escudos y los bastones que derriban a golpes a quien se les anime aunque son escasos y son más las siluetas apenas visibles que huyen baleados en la humareda mientras arden las taperas destruidas por topadoras imparables sobre las ruinas del campamento incluyendo pertenencias personales como los juguetes pisoteados de los chicos que corren de la mano de sus madres y una embarazada tropieza en el barro y cae en un charco y se le escapa el nene que arrastraba de la mano porque quiere volver atrás y agarrar el revólver de plástico que perdió bajo unas tablas y empuñarlo para apuntar la represión que se cierne sobre él dejando atrás ese otro nene de este lado que camina tras los borceguíes juntando los cartuchos y fantasea que cuando sea grande a él eso no le va a pasar porque se hará policía.