En en estos días fríos se ve la playa desierta, casi nadie, aun cuando el sol tiene rachas de tibieza.
A veces, como en esta mañana fría y soleada, da gusto caminar por los caminos arenosos del bosque invernal y sus variaciones de sonidos.
Cuál es el sentido de los cuentos que me vienen y escribo, me pregunto.
Por las tardes, más bien cerca de la noche, cuando el silencio empieza a ganar el bosque y el mundo parece haber muerto, el rumor del mar sugiere una tristeza de naufragio.
De pronto, casi sin darme cuenta, volví con Alejandra. Y me di cuenta que, en el fondo no me había ido nunca de ella. Y nunca tampoco ella de mí.