Álvaro García Linera festejó el último triunfo del MAS, el partido político con el que llegó a la vicepresidencia en Bolivia desde 2006 hasta 2019, en Buenos Aires, donde vive como refugiado tras el golpe de Estado que lo derrocó junto a Evo Morales. Pese a seguir de cerca la coyuntura política latinoamericana, su vida en Argentina está centrada en la docencia. Tras haberse exiliado de Bolivia, dio clases en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la de San Martín (UNSAM), donde actualmente es investigador en el Instituto Nacional de Altos Estudios Sociales (IDAES) y docente de las materias “Conocer, juzgar, actuar. La espontaneidad social del cuerpo” y “Notas para una topología de Estado moderno”, de las carreras Antropología y Sociología de esa casa de estudios, cuya cursada comenzó en el caótico 2020.

En una entrevista con el Suplemento Universidad, García Linera consideró que la virtualidad no es el escenario ideal para impartir sus clases. El ex mandatario boliviano advierte que la educación a distancia es “muy plana”, y sostuvo que espera que “en algún momento se pueda restituir la forma normal y necesaria del diálogo”. No obstante, entiende que se trata de una circunstancia especial generada por la enfermedad.

Por otro lado, el ex vicepresidente de Bolivia destacó el papel de los estudiantes universitarios en la “segunda ola de la corriente nacional y popular” en la región y enfatizó que “lo que América Latina hizo en los últimos años lo hacen ahora los europeos y estadounidenses”.

También expresó su emoción por la victoria del candidato del MAS Luis Arce en las elecciones presidenciales de Bolivia por más del 55 por ciento de los votos porque advirtió que el propósito del golpe había sido “destruir lo nacional y popular, el ideario, la voluntad y la experiencia de lo popular convertido en poder”.

- ¿Cómo considera que la pandemia afectará a la educación?

- Es algo que definirá cada país según sus circunstancias, pero probablemente se llegará a una combinación de la teleeducación con la actividad presencial. Se irá adquiriendo una redefinición de las formas de transmisión y construcción de saberes. La duda es si la educación seguirá siendo una forma de movilización social. Lo único verdadero es la incertidumbre sobre el destino de la sociedad. Otra de las grandes dudas es si en estos tiempos las nuevas tecnologías, los nuevos mecanismos de conocimiento y los distanciamientos sociales podrán articularse con la cotidianidad.

-¿Y cómo cree que repercutió la pandemia a la hora de enseñar?

-Fue muy complicado. Independientemente de lo que la gente te pueda preguntar, el virtual es un tipo de encuentro mutilado, porque no hay otro tipo de comunicación. Falta la de los cuerpos, las gestualidades y las posiciones. Es decir, los movimientos corporales que tienen su razón y su gramática. Tenemos tres gramáticas: las estructuras mentales, las verbales y las del cuerpo. Cuando ves una pantalla plana estás mutilando esta tercera parte. Es un vínculo mucho más limitado y más agotador, seguramente para todos. Esperemos que en algún momento se pueda restituir la forma normal y necesaria del diálogo.

- ¿En qué se centran las materias que dicta en la UNSAM?

- En el primer cuatrimestre dicté una sobre la espontaneidad social del cuerpo. Y la reciente es sobre topología del Estado, que ha sido una relectura de la teoría del Estado a raíz de las revelaciones que ha dado la pandemia. Una relectura del Estado a partir de una relación paradojal que articula la dimensión comunitaria con la dimensión monopólica, lo que parece un contrasentido. El Estado es un conjunto de ámbitos colectivos de la sociedad, pero a la vez es una gestión de lo común por monopolios, por una centralización de decisiones. Trabajamos varias ideas, varios autores y varios ejemplos. Para hacer un resumen, el Estado es una relación de los recursos, ideas y bienes comunes que tiene la sociedad, a través de monopolios con efectos vinculantes en todo el territorio. Y en torno a eso hemos visto cuál es el monopolio fundamental del Estado, que es el de la economía con su diversidad de artefactos, medios, mecanismos, etcétera.

- ¿Y la violencia?

-La hemos trabajado, pero eso no es lo que define al Estado. Sin embargo, es lo que al final, ante los riesgos y las crisis, lo sostiene. La fuerza de un Estado es esta capacidad de monopolizar las cosas comunes, incluidas las narrativas y las creencias de lo común, y ahí radica su consagración y legitimación. Sólo que lo común es administrado por un monopolio, por un pequeño grupo, y esa es su cualidad paradojal; que está vinculado a ciertos sectores, a ciertas influencias y que ciertos grupos tienen mayor acceso a lo común, lo que hace que no sea un común transparente.

El rol de la juventud

- ¿Cuál es la importancia que tuvo la comunidad universitaria en las recientes movilizaciones masivas en Latinoamérica?

-En el caso chileno es más que evidente. Es una impronta generacional de personas que nacieron después de que comenzara a retirarse Pinochet, y que ahora busca releer la realidad a su manera para superar la carga de la dictadura. En el caso de Bolivia, ha sido de las universidades públicas de donde han surgido la mayoría de los líderes de nuestro proceso de cambio. Siempre decimos en Bolivia: el modelo económico que nos ha garantizado el crecimiento del 5 por ciento anual no fue el de los Chicago Boys, sino el de los Chuquiago Boys, que es el nombre en aymara de La Paz. Ha habido un fuerte protagonismo de las universidades públicas. Aunque, y hay que estar atentos en otros países, buena parte del neoconservadurismo ha emergido de un sector de las universidades privadas, de una juventud que ha sido educada allí. Han sido los que han salido a marchar, a decir que se vayan los indios y a quemar wiphalas. Lo público está más vinculado a lo nacional popular, y parte de las universidades privadas están vinculadas al neoconservadurismo y a un supremacismo blanco.

- Más allá de las movilizaciones, ¿cómo analiza el papel de la juventud en el contexto político actual?

- Veo una gran capacidad en nuestra región de permanente renovación generacional, de su inteligencia social y colectiva. En Estados Unidos ha surgido toda una generación a la que le llama la atención el socialismo, digamos que en su versión más light. Pero es un gigantesco avance porque es una apertura cognitiva, la cual estuvo cerrada durante los años 60. América Latina dio muestras de que es una sociedad en mayor movimiento, con creatividad. Fue una nueva generación en el siglo XXI la que tuvo que crear un post-neoliberalismo que nadie había teorizado. La primera ola de pensamiento nacional fue un esfuerzo regional con virtudes y limitaciones, pero algo distinto a la lógica neoliberal de los últimos 30 años. Lo que América Latina hizo en los últimos años lo hacen ahora los europeos. Esa forma de enfrentar las crisis del neoliberalismo fue enseñada en Latinoamérica.

- ¿Qué panorama se viene para el progresismo latinoamericano?

-Estamos en medio de la segunda oleada de gobiernos progresistas. La primera fue de 2004 hasta 2015, y luego vino un retroceso que en algunos países se dio por vía democrática y en otros por golpes de Estado. En 2019, con contramarchas, arranca una segunda oleada que comenzó por México, pasó por Argentina y continuó por Bolivia y Chile. Pero no creo que se vaya a dar una homogeneidad de gobiernos progresistas en el continente, porque habrá una contra-oleada de conservadurismo. Ninguna se va a imponer de forma absoluta, sino que van a coexistir.

Tiempo de elecciones

- ¿Cómo cree que impactarán los comicios presidenciales de Estados Unidos en nuestra región?

- Lo que está pasando en Estados Unidos, más allá del resultado, demuestra que el modelo hegemónico de discurso único de fusión de economía de libre mercado también tiene problemas. La están pasando mal, ya no son las elecciones de un país triunfante, sino de uno confrontado que ha perdido el horizonte. Y eso para mí es ultrapositivo para América Latina. Es una hegemonía cansada que puede durar un tiempo, pero ya no atrae la expectativa de futuro de la sociedad. Se está viendo el ocaso. Nos corresponde a los latinoamericanos inventar nuestro futuro, sin copiar a nadie.

- ¿Cómo vivió las elecciones en Bolivia?

- Nos masacraron, nos persiguieron, nos hicieron todo lo que pudieron y el pueblo remontó las dificultades para reconstruir esta articulación de indígenas, campesinos, obreros y sectores medios empobrecidos. Estoy muy emocionado por esta capacidad que tiene el pueblo boliviano para reconstruir su organización, su fuerza de movilización e identidad. Porque el propósito del golpe de Estado era destruir lo nacional y popular, el ideario, la voluntad y la experiencia de lo popular convertido en poder.